Agrietamiento global
LA PALABRA – En los círculos más políticos que científicos aún se debate sobre el alcance (o siquiera la propia existencia) del fenómeno del calentamiento global que afectaría al clima del planeta. Sin embargo, la esfericidad de la Tierra y las comunicaciones inmediatas entre los miembros de la especie humana están siendo testigos de otro fenómeno que trasciende fronteras, en el plano del entendimiento social. De toda la historia que acumulamos, sólo en los últimos siglos (mejor, décadas) la gente ha gozado de libertad para expresarse y menos tiempo aún para que su opinión llegue no sólo en forma de estadística (votaciones, encuestas, etc.), sino articulada en sus propias palabras, más allá de su formación y conocimientos del lenguaje. Todos sabemos lo que son las redes sociales: es muy probable que esté leyendo estas líneas gracias a alguna de estas plataformas.
En teoría, abrir el grifo para que cualquiera opine de lo que sea podría traducirse en una inundación de mensajes (a veces automatizados con simples botones o caritas dibujadas), pero ello no ocurre así con todo lo que pasa, sino generalmente con lo más cercano e íntimo. La globalización ha llegado al punto de dar voz internacional a los asuntos más locales. Todo el que haya tenido en su Facebook, por ejemplo, a algunos amigos argentinos en los últimos años habrá presenciado un muy agrio debate entre dos posiciones políticas, resumidas en las siglas K y anti-K. Este proceso ha roto las costuras de la sociedad argentina y ha sido apodado, como si de una película de serie B se tratara, “la grieta”, la separación social hacia extremos opuestos e irreconciliables, guerracivilistas. No es un fenómeno local ni “tercermundista”. Hoy, la sociedad estadounidense se desgarra en discursos de “conmigo o contra mí”, más allá del debate (por agrio que sea) que conocemos en Europa. Pero me temo que todo llegará.
Los que llevamos un tiempo en las citadas redes sociales de opinión estamos dedicando casi más a eliminar contactos que consideramos “tóxicos” que a admitir nuevos amigos. Estamos creando, sin percibirlo aún, las trincheras que nos colocarán a uno u otro lado de unas grietas que se irán abriendo no sólo con conocidos y amigos, sino con seres más cercanos y familiares. Que yo sepa, no existen instrumentos que midan el desgarro del tejido social ni que permitan aventurar sus consecuencias, más allá del ámbito personal de cada uno. Y que no me vengan expertos en ciencias de la conducta gregaria humana como aquel que hace un cuarto de siglo quiso convencernos que se había acabado la historia, cuando en realidad sólo estaba empezando. Necesitamos una cumbre interna de cada uno para saber cómo enfrentarnos a los muros que estamos construyendo para defendernos de los peligros que nos han dicho nos acechan al otro lado.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad
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