LA PALABRA – Entre tantas efemérides en este 2019 se nos ha pasado sin pena ni gloria los 70 años de los armisticios de 1949 que daban fin a la Guerra de Independencia de Israel, iniciada en el mismo momento de 1948 en que los británicos acababan su Mandato otorgado por la Sociedad de Naciones treinta años antes, y a pesar de haber incumplido la mayoría de sus compromisos (por ejemplo, destinar esas tierras de Oriente Medio a un “hogar nacional para los judíos”, tras la creación en 1922 de un nuevo y hasta entonces inexistente país y reino de Transjordania en la mayor parte de su territorio). Dado que el recién nacido Israel fue atacado por ejércitos de varios países (todos los limítrofes más alguno, como Irak, que no lo eran), el cese de fuego se fue pactando con cada uno de aquellos estados por separado: el 24 de febrero con Egipto; el 23 de marzo con Líbano; el 3 de abril con Transjordania (la actual Jordania); y el 20 de julio con Siria. Esta variedad de fechas explica en parte que no recordemos el momento en que Israel obtuvo su “línea verde”, es decir, una línea de cese de fuego, pero no una frontera reconocida. A pesar de ello, muchos siguen refiriéndose a esta línea de puntos en el mapa como “la frontera anterior al 4 de junio de 1967”, fecha de inicio de la Guerra de los Seis Días durante la cual Israel recupera aquellos territorios que formaban parte del Mandato Británico de Palestina y alguno más.
Treinta años después (otra efemérides poco festejada), Egipto firmaba la paz con Israel a cambio de la devolución del Sinaí (que no formaba parte del Mandato) y dejaba el destino de los habitantes de la Franja de Gaza en manos de futuras negociaciones con sus moradores. A Egipto lo que es de Egipto. Algo similar tendría lugar dos años después con Jordania: firmaba la paz con Israel, dejando la parte que no era suya durante el Mandato en manos de una negociación con sus moradores. Desgraciadamente nunca se firmó nada similar con Líbano y Siria, en el norte, pero lo que queda claro es que las fronteras reconocidas en los tratados de paz firmados no son las del armisticio de 1949, sino las del Mandato.
Ahora bien, las Naciones Unidas habían decidido recomendar en noviembre de 1947 la partición del territorio en dos estados, pero la parte árabe (a través de su Liga y sus líderes, como el exiliado muftí de Jerusalén) no lo aceptaron. Tampoco aceptó el mundo árabe reunido en Jartum (Sudán) en 1970 la devolución de los territorios conquistados en 1967 a cambio de paz. Por lo tanto, las fronteras de Israel son las que tenía el Mandato, incluyendo Gaza y Cisjordania. Otra cosa es que Israel entienda que la convivencia con los palestinos en un estado único sería inviable y pondría en peligro su carácter democrático o demográfico, ya que los árabes israelíes sumados a los palestinos de Gaza y Cisjordania sumarían casi lo mismo que la presencia judía en el país. La otra opción sería renunciar a la democracia y someter a los palestinos a un régimen discriminatorio. La solución pasa inevitablemente por negociar una nueva partición entre el existente estado judío y un futuro estado palestino. Desgraciadamente, la dirigencia palestina (antes religiosa del muftí, luego nacionalista terrorista de la OLP y ahora también de Hamás, pero además Yihad Islámica y hasta Daesh) ni tiene la representatividad ni la voluntad de llegar a un acuerdo. De modo que las fronteras de Israel siguen siendo las de 1947 y no las del armisticio de 1949 mantenido hasta 1967, aunque internamente haya un intrincado sistema de administración y la urgencia por encontrar una alternativa al odio de quienes aún no aceptan, tantos años después, que Israel, el estado judío a cuya existencia se comprometieron los británicos y la mayoría de naciones que votaron su creación en 1947, es una realidad que no desaparecerá ni siquiera con las guerras, el terror y el odio.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad