JAQUE A LA MENTE, CON RENÉ MAYER – El encuentro por el campeonato del mundo de 1972 fue singular por diversas razones, aunque algunas de ellas nada tenían que ver con el ajedrez. Reikiavik, capital de Islandia, representó el enfrentamiento de dos mitos del tablero. El primero era el propio Fischer, que nunca había ocultado su fobia deportiva hacia los grandes maestros soviéticos. Sus excentricidades, exigencias y reacciones eventualmente infantiles, para bien o para mal lograron interesar al gran público, de ordinario ajeno a las incidencias del ajedrez profesional. Lo excepcional del estadounidense, sin embargo, eran sus resultados. Su puntuación Elo era 125 puntos superior a la de Spassky. El retador parecía invencible, pero se enfrentaba a un auténtico mito de invulnerabilidad, no solamente Spassky, sino la poderosa estructura de ajedrez de la Unión Soviética. Sin embargo a la victoria en la llamada “Partida del siglo” siguió un largo declive profesional y personal.