PORISRAEL EN VOZ, CON DORI LUSTRON – El tema de la organización BDS (boicot, desinversión y sanciones) ocupa nuestro espacio de esta semana. Nuestra compañera Dori Lustron analiza un interesante artículo de Denis MacEoin para el Instituto Gatestone titulado “Los bárbaros están adentro“, que reproducimos en su integridad a continuación.
Como seguramente sabe, ha habido, y sigue habiendo, un movimiento internacional de Boicot, Desinversión y Sanciones contra el estado judío. Esta campaña de BDS contra Israel es deshonesta – cuenta menos de la mitad de una historia compleja, tomando prestadas mentiras y fábulas palestinas para hechizar a irreflexivos occidentales, cuya única fórmula para la paz radica en la destrucción del único hogar nacional para los judíos, posiblemente también la destrucción post-nazi de los judíos mismos.
Son muy interesantes las observaciones hechas en 2012 por Norman Finkelstein, un académico estadounidense que se ha propuesto incitar odio hacia Israel. Ha expresado su solidaridad con Hezbollah y Hamas y aprobado su política de atacar a civiles israelíes. En 2012, sin embargo, declaró que el movimiento BDS es un “culto hipócrita, deshonesto como el culto de Munchkin en Oz” que trata de hacerse pasar por activista de derechos humanos, cuando en realidad su objetivo es destruir a Israel. “Me estoy exasperando un poco”, dijo, “con lo que creo que es un montón de tonterías. No voy a tolerar tonterías, infantilismo y un montón de posturas izquierdistas. Detesto la falsedad. Nunca oiremos al movimiento de solidaridad apoyar la solución de dos estados”. También declaró que el movimiento BDS ha disfrutado de pocos éxitos, y que, como una secta, los líderes pretenden que son enormemente exitosos aunque el público en general rechaza sus puntos de vista extremistas.
Viniendo de alguien como Finkelstein, este odio a la campaña de boicot es sorprendentemente refrescante. Por supuesto, si un boicot real contra Israel tuviera lugar, no seríamos capaces de usar nuestras computadoras o tomar un sinnúmero de medicamentos, y miles de árabes – que, junto con israelíes, construyen puentes reales de paz, como hemos visto recientemente con la empresa Sodastream – se quedarían sin trabajo.
En el frente cultural, por ejemplo, está Jennifer Grout, una estadounidense de Boston, en sus veinte años, alcanzando el tercer lugar en el programa Arabs Got Talent de 2013. Encontrará varios clips en YouTube de su forma de cantar muy diferentes tipos de canciones árabes, incluyendo una en la que interpreta el laúd y canta parte de Ba’id ‘ani, una canción clásica de la gran diva del mundo árabe, Umm Kulthum. Lo hace brillantemente. El público y los jueces, riéndose de ella, para empezar, codeándose. Al parecer, no pueden creer que una joven rubia estadounidense, que ahora vive en Marruecos, pueda hacer esto.
Y aquí hay dos músicos más: Riff Cohen y Ester Rada. Ambos son judíos y ambos son israelíes. Nacidos en algún otro lugar, bien podrían ahora ser estrellas internacionales. Ambos cruzan fronteras y muestran un grado de multiculturalismo que sólo puede ser envidiado. Pero ninguno puede entrar en “Arabs Got Talent”.
Para los activistas de BDS, Riff y Ester son personas no gratas, como lo son todos los músicos, escritores, artistas, bailarines y actores israelíes. El delito que cometen es haber nacido donde nacieron. Este es el igualitarismo de la extrema izquierda y de los extremistas musulmanes. Tu raza no importa, tu nacionalidad no importa, tu religión no importa – a menos que, por supuesto, seas judío e israelí, en cuyo caso no eres más que escoria de la tierra.
Cada vez que una compañía de teatro o de danza israelí emprende una gira mundial, es perseguida por intolerantes – no meramente intolerantes, sino intolerantes que se presentan como el epítome de la ilustración, la imparcialidad y el amor entre los hombres. Excepto cuando ese amor se refiere a judíos. Entonces las sonrisas se borran y los ojos quedan sin brillo. Activistas de BDS imponen un boicot cultural a artistas israelíes, sin embargo, su estilo preferido de protesta – interrumpir eventos, gritar y chillar para ahogar la música, abordar a los fans cuando tratan de entrar a una sala o cometer actos de violencia en los campus europeos y estadounidenses, o en la Universidad de Concordia de Canadá, mostrando un rotundo fascismo no visto desde la década de 1930 en Alemania – muestra un profundo desprecio por la equidad y la cultura de la Ilustración en todas sus formas. Queman libros y boicotean artistas, quizá para satisfacer alguna fantasía adolescente de la perfección: la belleza aria contra cerebros judíos, el Paraíso de los Trabajadores contra las economías exitosas, la ley de Dios contra toda clase de herejes e infieles. Y detrás de todo esto se esconde una ignorancia tan profunda que es inalcanzable.
Hoy en día, a veces, parece como si hubiera dos Israel. Uno es un estado judío bajo el imperio de la ley, una democracia que venera los derechos humanos, un país compasivo que les da un nuevo corazón a niños palestinos y envía ayuda a otros países en tiempos de crisis. El otro es lo deliberadamente opuesto, en el que todo es malvado: la gente (entendiéndose al pueblo judío, considerado como malvado innato) y sus acciones. Israel supuestamente practica el apartheid, es un estado nazi, mata y mutila sin reparos, es un estado terrorista, comete genocidio porque esa es la manera judía, es el único país malvado del mundo, incluso comparado con todos los estados canallas. Porque, respecto de la pura maldad, ni siquiera las grandes dictaduras pueden comparársele.
Cualquiera que haya estado en el primer Israel y lo conoce, no creerá en el segundo Israel. Pero la mayoría de los detractores de Israel, incluidos los partidarios de BDS, nunca han puesto un pie en sus desiertos o navegado en sus mares. Sus motivos para creer las mentiras, y citarlas como la justificación de sus crímenes, son, para algunos, el anhelo de un mundo rehecho según alguna imagen romántica. Para otros, es el deseo de imponerle al mundo la fe islámica y sus ideologías políticas. ¿Qué mejor lugar para empezar que con los judíos, con Israel, un país que fue construido para ser un refugio para los más propensos a ser perseguidos?
En 2012, el famoso grupo de danza de Israel, Batsheva, fundado en 1964 por Batsheva de Rothschild en asociación con Martha Graham, fue recibido con fuertes y airadas protestas en Londres y Edimburgo. Aunque su actual director artístico, Ohad Naharin, ha sido descrito por el New York Times (un diario no dado a decir nada agradable acerca de Israel) como “uno de los más fascinantes coreógrafos del planeta”, los activistas de BDS no quieren que los amantes de la danza de ningún lugar vean actuar a los bailarines de Batsheva. ¿No es eso vandalismo en el sentido más antiguo de la palabra?
Cuando la Orquesta Filarmónica de Israel fue a Londres, una admirativa audiencia se presentó en el Royal Albert Hall para encontrarse rodeada por masas de manifestantes vociferantes que trataban de ahogar la música. La BBC tuvo que posponer su trasmisión. Nadie fue procesado: los funcionarios del Ayuntamiento se negaron a cooperar con los abogados judíos que trataron de llevar ante la justicia a los gritones perturbadores. El Royal Albert Hall, uno de los centros más importantes de la música clásica, no ayudó para llevar a estos vándalos ante la justicia. ¿No tienen vergüenza?
Una vez más, en 2012, cuando la respetada compañía de teatro de Israel, Habimah, llegó a Gran Bretaña para actuar en Londres, los BDS estaban de nuevo con toda su fuerza. Actores famosos, como la dolorosamente mal informada Emma Thomson, apoyaron el boicot, y pintaron a una gran compañía de teatro de la peor manera posible.
Con tantos ataques a la cultura de Israel y a sus diplomáticos ¿No se nos recuerda a los nazis, que quemaban el arte moderno y alentaban pinturas de mal gusto que celebraban los ideales de kinder, kirche und küche [niños, iglesia y cocina]? hicieron hogueras de libros, destruyendo todo lo que no podían entender, sea los libros de Marx, Freud o de cualquier otro judío – y, finalmente, a cualquiera cuyas ideas encontraban incómodas. El Ulises de James Joyce fue quemado junto con miles de otras. Estos auto designados árbitros de lo “bueno” despreciaban el jazz, que llamaban música negra; y la Reichsmusikkammer prohibió la música atonal, pop, country y, por supuesto, cualquiera de compositores judíos, aparentemente amenazando con derribar todo el edificio de la civilización alemana.
Los nazis no inventaron el boicot – eso fue hecho por mis compatriotas irlandeses allá por 1880, cuando boicoteábamos a los terratenientes por sus severas exacciones, comenzando con el administrador de fincas Capitán Charles Boycott, cuyo nombre quedó pegado desde entonces. Pero los nazis inventaron el boicot judío, y desde allí siguieron hasta el Holocausto.
No contentos con la destrucción de todo lo cultural que su auto-rectitud desaprobaba, los alemanes masacraron a un pueblo que había ayudado a hacer grande a Alemania. Profesores, maestros, músicos, escritores, empresarios y psiquiatras judíos, primero fueron boicoteados y después fusilados, después gaseados – y para el final de la guerra, Alemania, que había sido una nación próspera, estaba en ruinas, completamente desprovista de toda cultura de la que hablar, sus ex líderes muertos o sometidos a juicio por crímenes de guerra, su gente en harapos, su tan cacareada superioridad por los suelos, y sus mayores “enemigos” – los judíos – a punto de crear lo que hoy es una de las naciones más exitosas de la tierra.
Si algunos boicots producen buenos resultados – el más famoso fue el boicot internacional de Sudáfrica, que ayudó a destruir allí el sistema de apartheid – funcionan como soluciones a largo plazo sólo cuando traen una promesa real de cambio para mejor, cuando son justos, cuando sus objetivos son genuinos, y cuando en su corazón hay algún sentido real de decencia. Dadas tantas sociedades enfermas en Medio Oriente, el boicot a Israel sólo puede intensificar esta enfermedad.
La campaña BDS no es sólo deshonesta, es racista: tiene como blanco sólo a los judíos – no a los turcos por ocupar Chipre, a los paquistaníes por invadir Cachemira o a los chinos por anular Tíbet. Es genocida: apoya y premia a quien trabaja – a menudo mediante la violencia – para abolir al estado de Israel y entonces, posiblemente, al resto de los judíos.
En lugar de ver el conflicto como un conjunto de naciones árabes y musulmanas tratando de destruir al único estado no musulmán en medio de ellas – un estado del tamaño de la isla de Vancouver que está tratando de defenderse de ataques destinados a, finalmente, destruirlo – los adversarios de Israel ven la controversia como si hubiera sido elaborada durante más de treinta años por los principales organismos de relaciones públicas, contratados por las naciones musulmanas ricas en petróleo. Ven el conflicto como si una pequeña pero despiadada nación despierta cada día y piensa cómo hacer la vida de los palestinos lo más miserable posible – cuando nada podría estar más lejos de la verdad. La disputa, de acuerdo a los que piensan así, sólo puede terminar, aparentemente, capitulando ante todas las demandas palestinas, árabes y musulmanas. Los palestinos, al parecer, no tienen que hacer nada.
Este punto de vista está mal informado. Si los israelíes les dieran a los palestinos lo que quieren sin que siquiera hagan un mínimo intento de trabajar por la paz, eso implicaría el fin del único país verdaderamente libre de Medio Oriente – porque eso es a lo que se reducen las demandas palestinas.
Tal punto de vista es injusto. ¿Cómo es que los líderes y los ciudadanos de los regímenes verdaderamente corrosivos, como China, Rusia, Irán y Corea del Norte no son nunca objeto de ningún boicot, cultural o de otro tipo? En realidad, es también cruel con los palestinos: se les niega un liderazgo responsable, igualdad ante la ley por parte de sus propios gobernantes, ninguna posibilidad de libertad de expresión o de medios de comunicación libres e, incluso, la posibilidad de ganarse la vida dignamente, al mismo tiempo que desdeñan la paz y le hacen demandas suicidas al vecino. Cabe preguntarse si la real preocupación de los boicoteadores es el bienestar de los palestinos o realmente, tal y como aparece claramente, la destrucción de Israel. Es el boicot equivocado en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Se supone que todos estos activistas políticamente correctos son antirracistas y multiculturalistas. Sin embargo, cuando artistas son prohibidos sólo porque les tocó nacer en Israel, se destroza la base misma tanto del antirracismo como del multiculturalismo.
Como sin duda saben, muchos en Europa detestan a Estados Unidos. Su diatriba, a lo largo de los años, ha sido un asalto a la razón y a la estabilidad emocional, ya sea contra la guerra de Vietnam, la respuesta al 11-S o la guerra de Irak. Sin embargo, no hay ningún boicot contra Estados Unidos.
Así que, a pesar del odio a Estados Unidos – y un amor perverso a Irán, Hezbollah y la OLP – volvemos a la excepción de Israel, a la singularización de un solo país. No importa cuán caritativos podamos tratar de ser, es difícil no detectar el olor a antisemitismo. ¿Estoy siendo injusto? ¿Para las personas que marcharon por las calles de las ciudades europeas cantando “Hamas, Hamas, judíos al gas”, (por doquier en los partidos de fútbol holandeses) fue sólo simple locura – o prueba de la intención?
El movimiento internacional de Boicot, Desinversión y Sanciones [BDS] contra Israel está tan decidido a dañar a Israel en el extranjero, que los boicoteadores también ejercen presión sobre los artistas que consideran realizar conciertos en Israel.
La presión funciona. Un sinfín de artistas, principalmente músicos, han cancelado conciertos o simplemente rechazado invitaciones para interpretar en Tel Aviv o en otras partes de Israel.
Carlos Santana cedió a la presión de la gente de BDS, al igual que Elvis Costello, Gil Scott-Heron, Annie Lennox, Stevie Wonder, y escritores como Iain Banks y Alice Walker, una cruzada contra el racismo, que enarbola la bandera del antisemitismo como si los judíos fueran víctimas adecuadas. Quinientos artistas de Montreal, Canadá, se han unido a la campaña. Actores como Vanessa Paradis y su marido Johnny Depp se quedaron en casa en 2011 – bajo la amenaza de que, si se presentaban en Israel, ellos también se enfrentarían a un boicot.
Roger Waters, ex vocalista y letrista de la banda de rock Pink Floyd, es un activista anti-Israel de línea dura que exige un boicot hasta que Israel ponga fin “a la ocupación” (presumiblemente según los términos palestinos). También exige que Israel otorgue plena igualdad a los árabes de Israel – no obstante que los árabes de Israel ya tienen plena igualdad, tanto ante la ley como en la práctica. Waters también les daría a todos los palestinos el “derecho de retorno” – una condición que garantiza el fin de Israel si millones de no refugiados musulmanes lo invaden.
Lo que Waters y sus partidarios dejan de apreciar es que el éxodo de los árabes en 1948 se produjo en el transcurso de una guerra defensiva: el Alto Comité Árabe y el Ejército de Liberación Árabe ordenaron a los árabes abandonar la tierra para que fuera más fácil matar a los judíos. Los árabes que se quedaron constituyen ahora el 20% de la población de Israel; tienen sus propios partidos políticos, sus propios miembros de la Knesset, sus propios magistrados de la Corte Suprema, cátedras en universidades y así sucesivamente. Aquellos árabes que eligieron abandonar lo que hoy es Israel se hicieron sus camas – o se las hicieron a ellos – y ahora deberían acostarse en ellas.
Este pedacito de historia ni siquiera incluye el gran número de judíos – estimado en alrededor de 800.000, la misma cantidad de árabes que dejaron Israel – que fueron obligados a abandonar todas sus casas y propiedades mientras huían de los violentos ataques en los países árabes.
Pero mientras Israel asimiló a todos los judíos, les construyó viviendas, los educó y los hizo ciudadanos, los países árabes mantuvieron fuera eficazmente a sus hermanos árabes, a menudo metiéndolos en rancias madrigueras conocidas como “campos de refugiados”.
A modo de comparación, ¿La República de Irlanda afirma que debe desplazar a toda Inglaterra, y entonces permitir que los ingleses permanezcan como ciudadanos subordinados si pagan “protección”? ¿Planea Estados Unidos devolver Florida a los seminoles o California a México?
Pero no todas las noticias son malas. Lejos de ello. Muchos artistas han elegido interpretar en Israel y lo han hecho en gran cantidad. Los artistas que han expresado su oposición a la campaña BDS incluyen al excelente escritor italiano Umberto Eco, los cineastas Joel y Ethan Coen, y músicos como Elton John, Leonard Cohen, Lady Gaga, Rihanna, Justin Bieber, Madonna y Sir Paul McCartney. Y una de las bandas más antiguas y más grandes del mundo, los Rolling Stones, planea interpretar en Tel Aviv este verano.
No todo el mundo es manso ante la presión de BDS. El músico británico John Lydon (el famoso Johnny Rotten de los Sex Pistols, una figura anti-sistema que, realmente, se podría haber esperado que participara en el boicot), respondió a las críticas diciendo: “Si Elvis Costello no hace un concierto en Israel, porque de repente siente compasión por los palestinos, bien por él. Pero yo tengo una regla absoluta, ¿Cierto? Hasta que no vea un país árabe, un país musulmán, con una democracia, no entenderé cómo alguien puede tener un problema con la forma en que son tratados”.
Estas son las ironías de todo el asunto de BDS. Se supone que todos estos activistas políticamente correctos son, como si se tratara de la ley de la selva, antirracistas y multiculturalistas. Se supone que todos estos activistas políticamente correctos son antirracistas y multiculturalistas. Sin embargo, cuando artistas son prohibidos sólo porque les tocó nacer en Israel, se destroza la base misma tanto del antirracismo como del multiculturalismo.
Prohíbe a un cantante negro en cualquier otro lugar, y serás denunciado como un racista. Prohíbase a un cantante judío cuyos padres provienen de África del Norte, y se convertirá en una burla del sueño multicultural. ¿Prohibir porque no gusta el gobierno del cantante? Irán tiene un gobierno profundamente peligroso, pero… ¿Prohibiría la extraordinaria voz de Mohammed Reza Shajarian? Portugal tuvo una vez un dictador llamado António de Oliveira Salazar; nadie pensó por un momento prohibir a la extraordinaria cantante del país, Amália Rodrigues. ¿Quién querría boicotear a una mujer que era considerada como la encarnación del alma del pueblo portugués, por cuya muerte el estado declaró tres días de duelo?
Pero quizás, después de todo, las cosas están cambiando. Un amigo me acaba de enviar una larga lista de treinta y dos puntos, parte de la cual sigue a continuación. La gente empieza a boicotear a los boicoteadores – probablemente lo más divertido que se puede tener con la ropa puesta.
Tanteador del BDS para el 3er Trimestre de 2013
• El Destierro de Túnez de la Copa Davis por Boicotear al Tenis Israelí asesta un duro golpe al Boicot BDS
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• Shurat HaDin Presenta Demanda de Racismo contra los Partidarios del BDS de la Universidad de Sydney
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• Kuwait compra armas a Israel, defiende su posición en Al Jazeera
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• Alemanes informan que BDS no traerá la paz, en un artículo en Algemeiner del 4 de noviembre de 2013
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• El presidente de Nigeria está llevando 30.000 peregrinos a Israel, según All Africa
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Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld