FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD –
Guión: Jay Presson Allen, basado en el libro de relatos “Adios a Berlín” de Christopher Isherwood. Reparto: Liza Minelli (Sally Bowles), Michael York (Brian Roberts), Helmut Griem (Maximilian von Heune), Joel Grey (maestro de ceremonias), Fritz Wepper (Fritz Wendel), Marisa Berenson (Natalia Landauer). Premios: Oscar: mejor película, mejor actriz protagonista, mejor actor secundario (Joel Grey), mejor director, mejor fotografía, mejor dirección de arte, mejor sonido, mejor edición, mejor banda sonora. Bafta (premios de la Academia Británica): mejor película, mejor director, mejor actriz protagonista, mejor dirección de arte, mejor actor revelación (Joel Grey), mejor sonido, mejor fotografía. Globos de Oro: mejor comedia, mejor actriz, mejor actor secundario (Joel Grey)
Berlín, 1931. Después de la I Guerra Mundial y con la abdicación del Kaiser Guillermo II, Alemania se convirtió en una república: la República de Weimar que se organizó sobre la base de la constitución de 1919, una de las más progresistas de la época que terminó con la censura y promulgó políticas sociales liberales. Estas nuevas políticas y un tipo de cambio muy favorable atrajo a artistas, científicos y “marginados” de todo el mundo como gais y lesbianas. Berlín se convirtió rápidamente en la capital cultural del mundo occidental. Las reglas habían cambiado: el ambiente berlinés -una mezcla de riqueza creativa, libertinaje desenfrenado y barbarie política- generaba nuevas ideas sobre el arte, el dinero y la sexualidad que se mostraban abiertamente en los escenarios de los cabarets berlineses. El crac de 1929 y la Gran Depresión acabaron destruyendo el prestigio de la república: el desempleo y la inflación alcanzaron cotas altísimas. El 30 de enero de 1933 Hindenburg, después del incendio del parlamento, nombra canciller a Hitler, que poco tiempo después suprimió la democracia y con ello la República de Weimar.
En este ambiente, la cantante y bailarina Sally Bowles (Liza Minnelli) actúa en el cabaret Kit Kat Club de la capital alemana con la esperanza de convertirse en una reconocida actriz de cine. Un día, un atractivo y elegante británico llamado Brian Roberts (Michael York) llega a la pensión en la que reside y entre los dos se forjará una estrecha relación. Cabaret es bastante más que una comedia musical: es también un drama perfecto. Con el Berlín de los años 30 como telón de fondo, es también una crónica política del triunfo del nazismo en toda Alemania, incluyendo el Kit Kat Club, donde su maestro de ceremonias (Joel Grey) es también el narrador y el cronista musical del triunfo de la ideología nazi. La película ofrece un contraste perfecto entre las escenas del cabaret y sus números musicales con la vida de los personajes principales. Sally Bowles y el joven escritor inglés de visita en Berlín, las vidas de los protagonistas, aparecen en un constante devenir dramático. Brian se convierte en profesor de inglés para ganarse la vida: uno de sus alumnos es un cazafortunas que persigue a una heredera judía, inexperta pero muy bella y los dos acaban enamorándose. Sally, perfectamente amoral, conoce a un noble alemán rico que envuelve a la cantante con espejismos y al escritor con pretensiones. En una escena aparentemente cómica, se cuentan uno al otro las apetencias sexuales por ambos del noble alemán.
Cuando el noble desaparece, Sally le revela a Brian que está embarazada, pero no sabe quién es el padre. Ambos debaten la posibilidad de un aborto al mismo tiempo que celebran su próximo nacimiento. Finalmente, cuando su sentido práctico le gana a sus sueños de madre, Sally decide abortar. Los dos deciden separarse, el joven escritor (que regresa a Inglaterra) y Sally (que vuelve a su vida de cabaretera). Y el cazafortunas confiesa que es judío, lo que le permitirá casarse con la rica heredera. La última palabra, como siempre, la tiene el maestro de ceremonias en uno de los mejores números musicales de la película, titulado Si la pudieras ver con mis ojos, en el que baila con una pareja ricamente ataviada, que resulta ser un gorila. Los dos bailan como una pareja de enamorados, pero el maestro de ceremonias musita que en realidad el suyo es un amor imposible porque ella es judía.
Sin embargo, una de las escenas cruciales del film, El mañana me pertenece (Der morgige Tag ist mein), se desarrolla fuera del cabaret. Aparece primero un joven rubio y angelical en primer plano, mientras la cámara lo va tomando hasta revelar que es un miembro de las Juventudes Nazis comienza a cantar en una cervecería al aire libre, y el público se va uniendo hasta formar un coro ideológico y entonan triunfales la canción que en la vida política y civil se ha convertido en el himno del Partido Nazi, haciendo evidente la noción totalitaria del nazismo. Otra escena reveladora es la charla que mantienen en su viaje en coche el noble alemán y Brian, al pasar junto a una escena de violencia callejera protagonizada por los nazis, Maximilian afirma: “Los nazis son una partida de matones, pero sirven a un objetivo: que nos liberen de los comunistas. Luego ya les pararemos los pies”.
Christopher Isherwood (1904-1986), autor de los relatos en los que se basa el guión, nació en Manchester y fue uno de esos “marginados”. Escritor, novelista y guionista homosexual, se trasladó a Berlín en 1929 donde enseñaba inglés. Finalmente escapa de los nazis en 1933. Bob Fosse fue fundamentalmente un creador de musicales. Era un animal escénico, un perfeccionista casi insensible al dolor físico y psicológico de sus bailarines. Un hombre profundamente apasionado, vital y atormentado. Principalmente era un coreógrafo superdotado, tal vez el más grande del siglo XX en EE.UU., y dirigió algunos de los números musicales más inolvidables de la historia del cine. Es el autor de apenas cinco películas, dos de las cuales, Sweet Charity (Noches en la ciudad) y Cabaret, son obras maestras, y una de ellas, All That Jazz (Empieza el espectáculo), pertenece a un género muy raro en la historia del cine, la autobiografía.