Camino a Occidente (9ª parte): la entrada en la modernidad de los ashkenazíes
MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – Antes de continuar con la historia de las migraciones judías desde la Europa Oriental hacia el oeste y especialmente al Nuevo Mundo (como le decían al continente americano) hemos decidido detenernos en Europa Oriental en el período que transcurre entre mediados del siglo XVII y el final del XIX. La razón es porque en la búsqueda de información, hemos encontrado otra y más nueva bibliografía, valiosa e importante, que implica entender un poco mejor el pasado ashkenazí de los últimos tres siglos.
Es importante señalar que los judíos siempre han participado de una movilidad territorial permanente, obligados por las circunstancias, especialmente las expulsiones o las persecuciones, o por razones de subsistencia. Con el paso del tiempo la mayor parte del judaísmo europeo se estableció en Europa Oriental. Hubo movimientos limitados desde el este hacia el oeste, donde los judíos se subieron a los barcos llegando hacia tierras distantes y muy diferentes. Pero cuando hablamos del siglo XVIII nos referimos, como ya lo hemos contado anteriormente, a las migraciones y a las traslaciones territoriales dentro de lo que implicaba mudarse o trasladarse dentro de los límites establecidos por la Zona de Residencia. Así fue cómo un sector del judaísmo establecido en Odessa prosperó y hasta se enriqueció, educó a sus hijos y algunos de ellos llegaron a obtener títulos universitarios.
El historiador Israel Bartal considera que la primera partición de Polonia fue también el comienzo del triple encuentro de los judíos de la comunidad de Polonia con la burocracia austriaca (en Galizia), la oficialidad rusa (en la Rusia blanca) y la administración prusiana (en Prusia occidental). Este encuentro entre una comunidad judía bastante numerosa con una tradición cultural milenaria, y el aparato de los estados centralizados, fue para el judaísmo polaco el comienzo de la Era Moderna. Además del hecho de que los judíos residentes en el reino polaco-lituano conformaban la población más numerosa del judaísmo europeo, la primera partición de Polonia puede verse como el comienzo de la Era Moderna en la historia judía en su conjunto. A partir de ese momento comenzó un movimiento de inmigración en masa que aumentó considerablemente el número de judíos polacos en otras regiones de Europa. En 1772, más del 95 por ciento de los judíos ashkenazíes de Europa del Este vivían en la comunidad del Reino de Polonia y Lituania. El resto vivía en Moldavia, Valaquia y Hungría. Esas tres particiones de Polonia determinaron transformaciones permanentes en las vidas de las comunidades. Otros cambios fronterizos involucraron a las anexiones rusas del Cáucaso septentrional, el Khanato de los tártaros de Crimea y los territorios de Europa Oriental del Imperio Otomano durante el último tercio del siglo XVIII y primer cuarto del siglo XIX. El mapa político de Europa del Este fue remodelado por la anexión de Bucovina a Austria en 1775 e incluso más tarde por el Congreso de Viena en 1815.
Durante el último cuarto del siglo XVIII, la creciente superpoblación en Galicia junto con las restricciones de la población austriaca a los judíos galizianos intensificó su tendencia a la emigración. Las autoridades austríacas prohibieron la instalación de los judíos en las tierras germánicas y checas del imperio hasta 1849, por lo que se trasladaron al este y al sur de las ciudades de Galizia, a las zonas rurales de Hungría (unos 15.000) y a las tierras que luego fueron rumanas, así como a la Novorossia gobernada por Rusia (en la zona de la costa del mar). Los judíos también emigraron a Bielorrusia oriental, Volhynia, Podolia y especialmente a la zona a lo largo del río Dnieper. Jasidím y Mitnagdím partieron a fines del siglo XVIII y principios del XIX hacia Palestina. En 1849 estos grupos estaban integrados allí por 370 familias. Para el siglo XIX el número de judíos en Europa del Este había llegado a 1.275.000, de los cuales 70.000 residían en Hungría y el sureste de Europa. Además, aproximadamente 15.000 judíos no ashkenazíes (judíos de la montaña, karaítas, judíos crimeanos y judíos sefardíes) vivían en Daguestán y Novorossiia, Besarabia, Lituania, Galicia y Volhynia.
Por parte de la corona austríaca la migración a Hungría no tenía restricciones. Así, durante la primera mitad del siglo XIX, los judíos que emigraron de Galizia se dirigieron principalmente a Hungría, las tierras rumanas, el Ducado de Varsovia y, a fines de la década de 1820, a Novorossiia. Entre 1796 y 1802, Novorossiya fue el nombre de la gobernación con la capital Novorossiysk (antes y posteriormente Ekaterinoslav, la actual ciudad ucraniana llamada Dnipropetrovsk que no debe confundirse con la actual Novorossiysk, en la Federación Rusa). En 1802 se dividió en Yekaterinoslav, Gobernación de Kherson y Gobernación de la Táurida. Desde 1822 hasta 1874, el gobierno general de Novorossiysk – Bessarabia se centró en Odessa. Durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX, los judíos tendieron a trasladarse de la parte occidental (polaca) de Galizia a su parte oriental (ucraniana) y también a Bucovina, Transcarpathia y Rumania.