Capítulo 18: cartas de La Pampa
EL ÍDISH HABLA POR SÍ MISMO – Reponemos una serie radiofónica de introducción al ídish con guión de Varda Fiszbein que Radio Sefarad produjo hace una decena de años bajo el título original “Ídish redt zij aleyn”.
¿Qué palabras aprendimos hoy?
Lérer: maestro.
Reb: tratamiento de respeto a rabinos, gente culta o importante, equivalente al castellano don.
Alefbéys: alfabeto hebreo: alef bet, en pronunciación ídish.
Jéyder: aunque en hebreo la palabra jéder es habitación, en este caso y en su pronunciación ídish se refiere a la escuela elemental que, generalmente, ocupaba en el shtétl una única sala.
A gutn tog: fórmula de saludo matutino: un buen día.
Zoln zey beyde rúen in gan éyden: que ambos descansen en el paraíso. Gan Éyden procede del hebreo Gan Éden y significa es jardín del Edén. Fórmula de recuerdo respetuoso por los muertos.
Tsóres: penas, problemas, dificultades. Del hebreo tsarot, en pronunciación ídish.
Shúster: zapatero.
Shnaýder: sastre.
Péyes: patillas que dejan crecer los judíos observantes. Del hebreo peót, en pronunciación ídish.
Shábes: sábado. Del hebreo shabat en pronunciación ídish.
Shóyjet: matarife judío; según la tradición debe matarse a los animales que se consumen de acuerdo al ritual indicado en la Ley de Moisés. Del hebreo, shojét en pronunciación ídish.
Kósher: alimento, materia o cosa pura o admitida por la Ley judía. Del hebreo kashér en pronunciación ídish.
Móyl: nombre que recibe el que se ocupa de circuncidar a los niños judíos. Del hebreo móhel en pronunciación ídish.
Mit got viln: con la voluntad de Dios.
Alevay: Que sea así, deseo de que algo (generalmente positivo) realmente suceda. Equivalente al castellano ojalá.
Zol azoy zayn: que así sea.
El ídish y su acervo cultural:
Maurice de Hirsch: noble y adinerado judío de origen francés y generoso benefactor de sus hermanos menos favorecidos del este de Europa.
Jewish Colonisation Administration: En 1891 se produce una escalada en la violencia antijudía en la Rusia zarista lo que es determinante para la fundación de esta sociedad inspirada en Wilhelm Loewenthal y financiada por el Barón Hirsch, a la vez que van llegando a la Argentina los primeros judíos rusos para ser colonos de las tierras que dicha sociedad compró al estado argentino o a particulares, sobre todo en las provincias de Entre Ríos y Santa Fe.
Pampistas: después de pasar por innumerables dificultades en una ruta que tuvo como primer objetivo Palestina, luego los hizo recalar en Constantinopla y más tarde los llevó al puerto de Marsella, los primeros judíos que llegaron a Argentina embarcaron en este puerto francés en un vapor llamado “Pampa”, de ahí su apodo. Entre otros avatares, durante su penoso periplo, fueron socorridos por la comunidad judía de Constantinopla que tomó contacto con el Barón Hirsch, para resolver su situación. Mientras tanto se resolvía, el barón encomendó al director de la Escuela de la Alliance que ayudara y sostuviera a las familias refugiadas. Cuando los judíos turcos, a cuyo frente estaban sus más altos representantes, despidieron a sus 818 hermanos, que embarcaban en el “Fresina” rumbo a Marsella, les regalaron el Séfer Torá de la sinagoga de los residentes austriacos que los acompañó en el Pampa. En este mismo barco viajaron también inmigrantes no judíos. italianos, españoles y de varias nacionalidades europeas.
Los gauchos judíos: La epopeya afortunada que vivieron los judíos de las colonias fundadas por la J. C. A. en Argentina ha sido extensamente documentada en obras enyasísticas y literarias. Todos los datos que se citan acerca de ellas en este programa son reales: el nombre de las colonias (aunque no son todas las que se fundaron); los nombres de algunos pioneros como el Ingeniero Sajaroff y el médico Yarcho (aunque tampoco evidentemente son todos los protagonistas del proceso), ya que sería imposible en tan breve espacio reseñarlos. En cuanto al apodo cariñoso “gauchos judíos”, se mantiene hasta la actualidad, pese a que hace ya años que las colonias no existen. Los hijos y nietos de sus primeros pobladores fueron abandonando paulatinamente el campo por la ciudad para cumplir el sueño de sus padres que querían verlos convertidos en estudiantes universitarios primero y en profesionales de éxito después. Pero la fama de estos colonos judíos y el respeto que se ganaron fue tan concluyente que cuando en 1910, con motivo del centenario de la independencia argentina, el poeta romántico nicaragüense Rubén Darío, escribió un poema especial de celebración, les dedicó a esos “gauchos” una estrofa entera de su composición.
Sembrar trigo, cosechar doctores: esta frase es utilizada hasta hoy. Todos los inmigrantes -judíos o no- que llegaron a finales del siglo XIX y principios del XX a tierras argentinas huyendo de la miseria y la falta de oportunidades, soñaban con un futuro económico mejor para sus hijos, así como con la posibilidad de que pudieran elevar su condición social estudiando. En el caso específico de los gauchos judíos, entre sus hijos y nietos hubo y aún hay prestigiosos intelectuales que enriquecieron enormemente la cultura judeo-argentina. Es una nutrida lista de la que sólo destacaré a Alberto Gerchunoff, nacido en 1883 en Rusia y muerto en Buenos Aires, en el año 1950. Precisamente, este escritor y periodista, es autor, entre otras obras, de una titulada Los Gauchos Judíos, publicada por primera vez en Argentina en el año 1910 y que, hace unos años tuvo una edición española a cargo de Sefarad Editores.