Colonialismo e imperialismo en el Oriente (4ª parte): judíos en el Imperio Chino
MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – Retornando a la historia de los judíos en la China Imperial existe un testimonio referido a la última parte del siglo IX, cuando ibn Khurdadbih, el llamado Director de Correos de Bagdad, aludió a comerciantes judíos conocidos como radhanitas (o radanitas) que viajaban desde lugares y sitios como España y Francia hasta China y de regreso por cualquiera de las cuatro rutas terrestres y marítimas ya bien establecidas. Los viajeros cristianos también comenzaron a encontrarse con judíos en China durante la última parte del siglo XIII. Marco Polo se reunió con varios de ellos en Pekín hacia 1286. Poco tiempo después, el misionero franciscano Juan de Montecorvino, escribiendo desde China, reafirmó la existencia de judíos en el país. En enero de 1326, Andrés de Perugia comentó con resignación que los judíos de Quanzhou se negaban obstinadamente a acceder a sus ruegos de que se bautizaran. Y en 1342, Juan de Marignoli contó haber participado en “gloriosas disputas” en Beijing tanto con musulmanes como con judíos. Por último, el viajero musulmán ibn Battuta también habló de una presencia judía en China. Cuando él y su grupo llegaron a las afueras de Hangzhou en 1346, escribió, entraron en la ciudad “por una puerta llamada Puerta de los Judíos”. Los otros indicios de presencia judía en China mencionados en Europa se refieren a mediados del siglo XVI, cuando Francisco Javier cuenta su retorno a Roma que se ha encontrado con judíos.
La historia de los judíos de Kaifeng
Ha existido una antigua comunidad religiosa en la provincia de Henan, China, cuya cuidadosa observancia de los preceptos judíos durante muchos siglos ha intrigado a los estudiosos. Matteo Ricci, el famoso misionero jesuita, fue aparentemente el primer occidental en enterarse de la existencia de estos judíos chinos. En 1605 fue visitado por un joven chino que decía ser uno de los muchos monoteístas que vivían en la ciudad de Kaifeng. Tres años más tarde, un jesuita chino visitó la comunidad, confirmó la existencia de una gran sinagoga (con un Sanctasanctórum accesible solo para el rabino principal) y testificó sobre la autenticidad de las observancias judías. El carácter judío de la comunidad era inconfundible, porque los chinos observaban el sábado y las principales festividades religiosas, practicaban la circuncisión, leían la Torá, tenían manuscritos hebreos, usaban textos en lugar de imágenes en su sinagoga, y se abstenían de comer carne de cerdo. Su nombre chino se refiere a prácticas prescritas por las leyes dietéticas judías. Se supone como fecha más probable de que los judíos entraran en Kaifeng en alguna época anterior a 1127, y que llegaron desde la India o Persia (Irán). La sinagoga más antigua conocida de Kaifeng fue construida en 1163.
La vida religiosa de la comunidad judía en Kaifeng fue interrumpida permanentemente por el prolongado período de guerra y agitación social que acompañó al establecimiento de la dinastía Qing (los manchúes). La inundación de la ciudad en 1642 por los rebeldes para evitar su captura destruyó la sinagoga, así como los registros, libros y cementerios judíos. La educación religiosa judía también se vio gravemente interrumpida en ese momento, y estos factores, combinados con la creciente tendencia de los judíos de Kaifeng a casarse con chinos o convertirse a otras religiones, dieron como resultado una rápida disminución del fervor religioso que nunca se reavivó. Los fuertes lazos con las tradiciones pasadas se rompieron irremediablemente con el fallecimiento de la generación anterior. Aunque la sinagoga fue reconstruida en 1653, en el siglo XVIII quedaban pocos miembros de la comunidad que pudieran leer hebreo. Cuando murió el último rabino chino en 1800, el espíritu del judaísmo en Kaifeng estaba tan debilitado que los misioneros cristianos pudieron comprar rollos de la Torá, manuscritos y registros hebreos.
Los esfuerzos de los judíos portugueses de Londres en 1760 para contactar a los judíos chinos no tuvieron éxito, al igual que los esfuerzos similares de los judíos de Londres en 1815. Sin embargo, dos cristianos chinos conversos enviados a Kaifeng en 1850 por la Misión Anglicana en Hong Kong, visitaron la sinagoga, obtuvieron rollos y manuscritos hebreos del Antiguo Testamento y trajeron copias de inscripciones hebreas. Aunque quedaron pocos vestigios de un judaísmo activo, la información así obtenida (que se publicó en Shanghai en 1851) permitió reconstruir la historia. A un misionero protestante que visitó Kaifeng en 1866 se le dijo que la pobreza había obligado a los judíos chinos a desmantelar su sinagoga y vender las piedras a los musulmanes que deseaban construir una mezquita. En 1870 llegó a Hong Kong una carta de Kaifeng. Fue en respuesta a otra enviada 26 años antes por un oficial británico. La respuesta describió la difícil situación de los judíos de Kaifeng en términos lamentables. Cuando varios intentos de judíos europeos en China de recaudar fondos para la comunidad de Kaifeng tuvieron poca respuesta, se invitó a los judíos chinos a trasladarse a Shanghai. Un anciano y su hijo llegaron a principios del siglo XX para anunciar que estaban entre los últimos miembros de la antigua floreciente comunidad. Existe evidencia indiscutible de que otras comunidades judías existieron en China durante mucho más de mil años, pero solo la historia de los judíos de Kaifeng está bien documentada. Y esta historia continuará…