Conociendo a Zuzanna Ginczanka, con Elzbieta Bortkiewicz
SEFER: DE LIBROS Y AUTORES – Enamorada de la poesía de Zuzanna Ginczanka, una poetisa polaca asesinada por los nazis en 1944 cuando tenía 27 años, Elzbieta Bortkiewicz está decidida y dedicada a dar a conocer su figura. Para muchos, será la primera vez que oigan hablar de Ginczanka, que escuchen sus versos, que sepan cómo decidió vivir y escribir hasta que fue delatada por ser judía. Ojalá pronto no sean pocos los que la conozcan, a ella y a su poesía.
Nos cuenta Elzbieta Bortkiewicz:
Zuzanna Ginczanka nació en 1917, este 2017 hubiera cumplido el 19 de marzo cien años.A la edad de 17 años presentó un poema suyo titulado “Gramatica” en un concurso literario de la revista más importante de Polonia y lo ganó.
Llegó a Varsovia con 18 años y se convirtió en la musa de los poetas y escritores (Gombrowicz, Tuwim). Por su calidad y madurez como poeta y también por su belleza exótica (tenía la tez muy oscura, el pelo negro, los ojos de diferentes colores). La llamaban la Estrella de Sion, el icono bizantino, Sulamita, armenia… Su exótica belleza pronto se convirtió en su maldición.
Le tocó vivir la época del creciente antisemitismo, también en los ambientes literarios, pero ella supo defenderse con dignidad y su pluma aguda era temida, por lo que pocos se atrevieron a atacarla directamente. Antes de la guerra publicó un tomo de poesía. En 1939, cuando estalló la guerra se encontraba en su pueblo al este de Polonia. Y entonces empezó su lucha por sobrevivir. Tres veces había sido denunciada ante la Gestapo por la portera de su casa.
En su poema “Non omnis moriar”, el último poema escrito, el más conmovedor, revela el nombre de la portera: gracias al poema la portera fue juzgada y condenada después de la guerra.
Murió en Cracovia a dos semanas de la llegada del ejército soviético a la ciudad, denunciada: (“hay una mujer de rasgos semíticos en la casa…”). Poco antes de ser fusilada entrega a una de las presas un papelito: en el está escrito su poema “Non omnis moriar”.
Non omnis moriar, mis fatuas riquezas
Campos de mis manteles, de mis armarios alcázares,
sábanas extensas, valiosos ajuares
y vestidos claros cuando me vaya quedarán.
No dejo a ningún heredero, por eso te digo:
Chominowa, lvoviense, gallarda consorte de espía,
delatora diligente, madre de un Volksdeutscher,
que tu mano hurgue entre mis cosas judías
A tí, a los tuyos que sirvan, ¿por qué dejarlas en otras manos?
Oh, mis prójimos…no es una lisonja, ni palabra vana,
Os recuerdo, como vosotros de mí os acordabais
cuando la Gestapo venía a buscarme a mi casa
de hecho, quien era yo vosotros les habéis recordado.
Que levanten la copa, pues, esos amigos,
y brinden por mi entierro o por su riqueza:
Kilims y tapetes, fuentes y candelabros.
Toda la noche que beban, y cuando llegue el alba
Que empiece la caza de joyas, gemas y oros,
Dentro de sofás, colchones, alfombras y sábanas.
¡Oh, cómo cundirá el trabajo en sus manos!
Bucles de heno marino y de crines de caballo,
nubes de almohadas rajadas y vahos de plumón,
Ligados con mi sangre, en alas tornarán sus brazos
Y ,de repente alados, en ángeles los convertirán.