FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD –
Guion: Carl Friedman, Edwin de Vries basado en el libro: “The sovel and the loom” (“La pala y el telar”) de Carl Friedman. Reparto: Marianne Sägebrecht, Topol, Jeroen Krabbé, Isabella Rossellini, Adam Monty, Laura Fraser, Maximilian Schell, David Bradley, Miriam Margolyes. Premios: Festival de Berlín, Mejor Film Europeo, Mención Especial a Isabella Roselllini
Años 70, Amberes, Chaja (Laura Fraser) es una chica independiente, estudiante de filosofía e hija de sobrevivientes del Holocausto, de familia no religiosa. Sin el presupuesto suficiente para solventar su independencia decide aceptar un trabajo como niñera de una familia jasídica que le consigue un viejo amigo de la familia y su gran consejero (Topol). Su padre, interpretado magníficamente por Maximiliam Schell, es un hombre mayor capaz que buscar sin descanso dos maletas que enterró mientras escapaba durante la guerra; la madre de Chaja (Marianne Sägebrecht), intenta “olvidar” el trauma provocado por la guerra intentando solucionar todos los problemas con la comida.
En casa de la familia Kalman conoce al pequeño Simcha, uno de los niños a los que debe cuidar. Simcha no habla, pero Chaja se da cuenta de que no siempre las palabras son necesarias para comunicarse. El padre de Simcha (interpretado por el mismo Krabbé) es un patriarca estricto y severo, con miedo de mostrar sus sentimientos, un hombre irritado por la actitud liberal de la joven y mucho más por su vestimenta. La señora Kalman (Isabella Rossellini, en una interpretación excepcional) es una madre sufrida pero dispuesta a hacer concesiones y hasta cierto punto crítica con las extremas ideas religiosas de su esposo, comprensible con la personalidad distinta de Chaja, con la que incluso se siente identificada.
La película ofrece una perspectiva muy diferente a todos los films que hablan del Holocausto, ya que no presenta la tragedia, sino que muestra la vida después del hecho en sí, y cómo las víctimas tratan de continuar y rehacer sus vidas o hasta qué punto se han quedado estancadas en su pasado, y cómo influye en su presente.
Pocas películas llevan las heridas de la Segunda Guerra Mundial a espacios tan íntimos, dolorosos y profundos como Corazones enfrentados. El film nos traslada a la Europa de los años 70, en cuya variedad social coinciden tanto las víctimas de la barbarie nazi y fantasmas del antisemitismo, como una generación que por edad no vivió el horror. En ese contexto, una joven idealista liberal y feminista se enfrenta con la realidad cuando comienza a trabajar como cuidadora de los hijos pequeños de una familia jasídica, un mundo que le resulta completamente ajeno y que al principio no logra entender. Corazones enfrentados, en su comparación de vidas y destinos, ofrece una historia de autodescubrimiento, de reconciliación, de respeto y de comprensión. También muestra los peligros que derivan de una educación basada en el silencio y en la represión.
Es una película profundamente compasiva que otorga a sus personajes el beneficio de la duda, nos muestra que nadie es perfecto y que las personas muy a menudo se comportan de una manera u otra por algún motivo, y demasiadas veces ni siquiera de la mejor manera posible. Incluso los personajes más desagradable de la película como el conserje del edificio de la familia Kalman, un viejo cascarrabias y antisemita, consigue despertar algo de simpatía: en definitiva no es más que un ser profundamente frustrado y amargado.
La película también ofrece una mirada poco frecuente de la cultura jasídica, a la que retrata como una opción de vida clara a pesar de los prejuicios. El amigo de Chaja que le consigue el trabajo con la familia Kalman le dice, ante su rechazo: “Tienen que soportar la burla, el odio, e incluso el rechazo; es el precio que están dispuestos a pagar para seguir siendo quienes son”.
Pero también están dispuestos a aprender de los demás. Chaja enseña a la familia de Kalman la importancia de defender lo que crees correcto, y que una actitud desafiante puede muchas veces ser la acertada: “Muchas hijas de Israel han demostrado una gran valentía”, le dice la señora Kalman a Chaja, pero tú las has superado”.
También los Kalman le enseñan una lección muy importante a Chaja: la humildad. En su estancia con la familia descubre que muchas veces sus protestas no son acertadas y que no se debe juzgar a la gente sin conocerla realmente. Esta lección le servirá para entender la búsqueda de su padre y su obsesión por encontrar las dos maletas enterradas durante la guerra. Chaya deberá elegir sus lealtades y sus batallas.