Creced o multiplicaos
LA PALABRA – En una película de Woody Allen, un adolescente sufre una depresión tras enterarse que las galaxias se alejan unas de otras y que el universo entero acabará extinguiéndose sin dejar rastro. ¿Qué sentido tiene entonces lo que hagas, si todo terminará desapareciendo? Las religiones abrahámicas veneran las enseñanzas del Génesis, el primero de los libros de la Torá, que plantea la máxima colectiva “creced y multiplicaos”, y la aplica ya el “quinto día”, antes incluso de culminar la tarea creando nuestra especie. Con algunos ajustes lingüísticos, es lo mismo que plantea el biólogo evolucionista Richard Dawkins cuando resume el “propósito” de la vida en nuestro planeta en algo así como “sobrevivid lo suficiente para llegar a reproduciros”. Quizás el ejemplo más extremo sea el del macho del insecto mantis religiosa, que entrega su propia corporalidad como alimento a su futura descendencia en el momento mismo del apareamiento.
La especie humana ha evolucionado más allá de estos principios biológicos, guiados por su desarrollo intelectual. Primero, logró superar las limitaciones de su hábitat migrando no de forma cíclica y cerrada como el resto de animales, sino de forma expansiva, poniendo el énfasis en la supervivencia, mucho más allá de las estadísticas de la “consigna” natural de vivir más tiempo. Pero la misma inteligencia que le llevó a explorar nuevos confines, lo puso en muchas ocasiones al límite de la extinción por luchas internas por imponer sus propios genes (al decir de Dawkins) para alcanzar una mayor reproducción. Nuestra meta ha sido llenar el planeta de copias de nosotros mismos. Y dado que desde el principio estaba más que claro que nacemos con fecha de caducidad, tenemos que actuar rápido y con contundencia.
En nuestro árbol genealógico acumulamos asesinos de neandertales y otras criaturas que pudieran competir con los genes de nuestros abuelitos. Aunque hoy día nos acerquemos a los ocho mil millones de seres humanos vivos, somos los últimos de unas progenies que acabaron con muchas otras posibles. Quizás os plantee un dilema moral, pero la vida (actual) es resultado de la muerte de muchos otros. Nos pasa a nosotros, a los leones, las tortugas y los microbios. Sólo que los sorprendentes pasos dados por nuestra especie, tal como anuncia -entre otros- el antropólogo israelí Yuval Noah Harari en su “Homo Deus”, es que podríamos estar cerca de una cuasi inmortalidad en la que al menos algunos poderosos podrían seguir “creciendo” indefinidamente, haciendo el planeta incompatible con el producto de la reproducción según las leyes naturales de la biología. Como decía aquella vieja canción caribeña: “no hay cama pa’ tanta gente”. Estamos a punto de cambiar no sólo la faz de la tierra (como desde que nos agrupamos en civilizaciones), sino los principios mismos de nuestra existencia: ya no serán crecer y multiplicarse, sino o lo uno o lo otro.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad