LA ENTREVISTA – Jorge Klainman pasó tres de sus 80 años en diferentes campos de concentración durante el Holocausto, y sólo una concatenación de lo que no puede calificarse sino de milagros, posibilitó que hoy aún se cuente entre los vivos, suerte de la que por desgracia no gozó ningún otro miembro de su familia. Realizó todo tipo de ignominiosas tareas, manteniéndose en el filo entre la vida y la muerte en las deplorables condiciones de los campos, y sometido a la inhumana brutalidad de sus captores. Cuando por fin, en mayo de 1945, las tropas del general George S. Patton liberaron el campo en el que estaba confinado Klainman, éste pesaba 29 kilos, era incapaz de sostenerse en pie, y tuvo que ser alimentado por vía intravenosa. No terminaron aquí sus vicisitudes: aún hubo de ingeniárselas para poder introducirse de manera ilegal en Argentina (el tan añorado por algunos presidente Perón, no permitía la entrada en el país de los judíos supervivientes), donde residía el único familiar vivo que le quedaba a Klainman. Rehizo su vida, y permaneció durante años sin hablar con nadie de sus terribles experiencias, hasta que las corrientes revisionistas y de negacionismo histórico le impulsaron a escribir su historia en el libro “El séptimo milagro” y a dedicar su vida -de manera anti-crematística- a mantener vivo el recuerdo de algo que nunca debe repetirse.