Cuánta guerra da la paz

LA PALABRA – El martes 15 de septiembre de 2020 se firmó en la Casa Blanca un tratado de paz entre Emiratos Árabes Unidos e Israel, además de un acuerdo de paz (en el que aún falta perfilar los detalles) entre este último país y Bahrein, bajo el padrinazgo del presidente de EE.UU. La mayoría de los periodistas han destacado el interés de Trump de aparecer en la foto, pero lo cierto es que en todos los acuerdos que Israel firmó con países árabes y con los palestinos siempre posó en el centro el presidente americano de turno, en la mayoría de ellos, el demócrata Bill Clinton, y nadie lo interpretó como una puesta en escena electoralista, sino como un gran logro diplomático y una gran noticia para la Humanidad. No es así en este caso, más cuando algún noruego soltó la idea de proponer por ello al presidente americano como próximo Premio Nobel de la Paz: no sea cosa que eclipsara los méritos que tuvo para aceptar el galardón el ex presidente Obama en 2009, cuando aún no llevaba ni un año en el gobierno y sólo basados en su oratoria (que derivó, entre otras, en el incendio de Medio Oriente posterior a las “Primaveras Árabes”, la continuidad de la presencia militar en Irak y Afganistán, las prisiones irregulares de Guantánamo, o los procesos de nuclearización de Corea del Norte e Irán).

Sin embargo, la firma de los documentos de acercamiento de dos países de la Liga Árabe (cuyo ejemplo es probable que cunda en la zona) no se ha traducido en la misma cobertura periodística de entonces ya que, al parecer, hay paces que no son bienvenidas. Este acercamiento entre enemigos (aunque estos firmantes nunca se enfrentaron bélicamente, ha sido constante la presión diplomática ejercida durante décadas en todos los foros internacionales) es un cambio. Pero esta vez no son los políticamente identificados como conservadores quienes miran con desconfianza los desarrollos, sino organismos y personalidades que se han lucrado de su compromiso con la paz, aunque ahora nos enteramos que, en realidad, era con “SU paz”. Eso sí, siempre que siguiera SU guion, aunque violase principios como el reconocimiento del derecho de existencia y de definir su propia identidad de un país llamado Israel, avalado desde su nacimiento por el derecho internacional y las decisiones tomadas por las mismísimas Naciones Unidas.

En español hay una expresión, “dar guerra”, que tiene dos acepciones: la una, molestar o causar problemas; y la segunda, seguir viva una persona enferma. Ambas se prestan perfectamente para describir la situación. Al parecer, hay muchos a los que esta paz (antónimo de guerra) les molesta y genera inconvenientes (por ejemplo, dejar de ser el centro del conflicto y de recibir millonarias y eternas ayudas económicas), como a la dirigencia palestina. Por otro lado, Israel encarna al dedillo a una nación que se empeña en seguir viviendo pese a todos los pronósticos y la lógica. ¡Cuánta guerra da la paz!

¡Feliz 5781 en paz!

Jorge Rozemblum

Director de Radio Sefarad

Scroll al inicio