LOS PASOS DE SEFARAD EN EL NUEVO MUNDO, CON DAVID ROSENTHAL – Cristóbal Colón atracó en Guadalupe – Guadeloupe – (en honor a la virgen del mismo nombre) el 14 de noviembre de 1493 en su segundo viaje al Nuevo Mundo. Santa María de Guadalupe de Extremadura sería el nombre completo designado por Colón para esta isla, que se mantendría sin presencia europea hasta que los franceses se apropiaron de ella. Martinica – Martinique –, a su vez, fue conquistada por Colón el 15 de junio de 1502, y al igual que Guadalupe estaba habitada por nativos arawak o arahuacos, y entre ellos los caribes, conocidos por su canibalismo y hostilidad que azotó a todos los europeos que se asentaron en esta región. En 1635 fue conquistada por los franceses. Así, se consolidaron estos dos territorios de ultramar – Territoires d’outre-mer – hasta el día de hoy.
Fue una historia corta pero no exenta de penas y glorias. Los primeros judíos llegaron de Ámsterdam a las islas de Martinique y Guadeloupe hacia 1620, junto con empresas holandesas establecidas allí. Sin embargo, la historia no fue muy larga, pues terminó con la expulsión de los judíos en 1685 ya que a pesar del importante aporte en términos económicos de los comerciales hebreos y a diferencia de otros lugares del Caribe, el recelo de los cristianos hacia los judíos culminó con la expulsión de los últimos. Los franceses encontraron allí en 1635 a algunos colonos judíos que se habían establecido antes, procedentes de Holanda y de Brasil, para trabajar como agentes y gerentes de las empresas holandesas establecidas en las islas. Pero fueron los monjes, frailes y sacerdotes católicos, quienes luego presionaron al gobierno francés para expulsar a los judíos, si bien los de Ámsterdam – hispanoportugueses – habían aportado activamente al crecimiento económico de estas islas, y el régimen francés los había tolerado y aceptado. Otro suceso que aconteció fue que los portugueses tomaron la colonia holandesa de Brasil y eso significó un exilio holandés y judeoholandés al Caribe. Pero, en Martinica fueron rechazados por “Monsieur du Parquet”, a diferencia de Guadalupe, donde “Monsieur Houel” propietario de la isla, les abrió las puertas.