Del 11-M al Covid-19

LA PALABRA – En pocos días se cumplirán 17 años ya de los atentados de Madrid. Aquella mañana me despertó una llamada de un primo desde Israel: apenas habían pasado unos minutos desde las explosiones en los trenes y mi pariente me informaba que había sido obra de los yihadistas de Al Qaeda, según les informaba la televisión allí. Encendí la mía y lo que decían los informativos era algo muy distinto, atribuyendo la autoría al grupo terrorista ETA. A lo largo de la mañana se sucedieron más llamadas de otros primos en Israel, reiterando la misma información que el primero. Sin embargo, y a pesar del paso de las horas, el gobierno seguía comunicando una autoría muy distinta. Entonces todavía no se llamaban “fake news”, eran simplemente mentiras, porque desde el primer momento que encontraron una furgoneta abandonada en la estación con material religioso musulmán, la hipótesis más plausible no era el enemigo interno, sino el mismo que pocos años antes derribó las Torres Gemelas de Nueva York. Estando a menos de 100 horas de unas elecciones generales, “alguien” pensó que lo mejor sería no contar la verdad, por si de ello se desprendía una consecuencia política al papel jugado por España en la Guerra de Irak. Sin embargo, a decir de uno de los mayores expertos españoles en el tema, la acción terrorista se decidió por las detenciones de algunos compañeros de las células por parte de la policía unos meses antes, no por la guerra. Las mentiras tienen las patas cortas y, llegado el día de las votaciones,   pasó lo que pasó.

Hasta la pandemia actual, la industria del embuste se ha ido perfeccionando y universalizando, siendo una herramienta habitual en entornos incluso de signo político contrario al reinante en 2004. La lista no ya de malas gestiones (que no son obra de la mala fe sino del desconocimiento) sino del falseamiento intencionado de la realidad es enorme, desde el supuesto “comité de expertos independientes” que asesoraba al gobierno y que nunca existió, a la cantidad de muertos por coronavirus en las residencias de ancianos que se demoró 10 meses en ofrecerse, al número de muertos por la pandemia que se aleja de lo que las estadísticas indican, o los anuncios del calendario de vacunación: nos han estado engañando de forma tan persistente que uno ya no sólo se despierta con la noticia de que miembros de la familia real se han ido a vacunar con nuestros impuestos al extranjero, sino que empieza a dudar de que en la Moncloa no se hayan montado un chiringuito de inmunización “a la argentina”, pero mucho mejor organizado, eso sí. Como toda teoría de la conspiración que se precie, no hay forma de demostrarlo ni de desmentirlo, pero ante el terrorismo informativo al que nos tienen sumidos, es difícil creer que sólo se trate de “un cúmulo de errores”. ¿No sabían los responsables nacionales que la relajación en las fechas navideñas iba a traer la ola de muerte y sufrimiento que conocimos a continuación? ¿O que la pésima gestión de la compra de vacunas en la Unión Europea nos llevaría a postergar hasta no se sabe cuándo la salida a la peor de las crisis, con tal de asegurar el apoyo financiero para sacar adelante una endeble coalición basada en presupuestos hoy día inviables?

Entonces nos rodearon de mentiras unos, y hoy nos aturden con las mismas los otros, dejándonos muy poco espacio para respirar sin la ayuda de mascarillas.

Jorge Rozemblum

Director de Radio Sefarad

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