Del exilio a la expulsión de Martinica y Guadalupe: “Code Noir”

LOS PASOS DE SEFARAD EN EL NUEVO MUNDO, CON DAVID ROSENTHAL – Los judíos que se asentaron en Martinica y Guadalupe llegaron en principio provenientes de Ámsterdam y de Pernambuco trayendo consigo importantes posesiones, fueron recibidos con los brazos abiertos en Guadalupe por Monsieur Houel y luego también en Martinica por Monsieur Du Parquet, junto a otros holandeses, a pesar de la otrora defensa puesta por los jesuitas en particular. Otros exiliados judíos hispanoportugueses que venían huyendo del Brasil en la fragata holandesa “Valck” – halcón – no contaron con la misma suerte pues, rumbo a Martinica, tuvieron que detenerse en la Jamaica aún española por mal tiempo, donde fueron detenidos por continuar siendo “herejes”. Sin embargo, Holanda intercedió y reclamó por estos, lo que llevó a su liberación, con el fin de mantener buenas relaciones con los Países Bajos. Pero, sus pertenencias fueron capturadas por los españoles, por lo que finalmente llegaron sin nada a Martinica. 

Asimismo, los judíos trajeron consigo nativos brasileños, conocidos como “salvajes” pero no bautizados sino que continuaban con sus prácticas paganas, pues no era permitido que un judío tuviese esclavo cristiano. Estos “salvajes” al no haber sido bautizados se les consideraba como “hombres libres” y no como los esclavos que vinieron junto a los cristianos. Y con respecto a los esclavos “negros”, los judíos les dejaban el día sábado para que descansaran o explotaran unos terrenos que les habían designado a beneficio personal. Considerando que Martinica y Guadalupe eran territorio francés, llegaron judíos sefardíes de Francia (Burdeos y Bayona), usualmente parientes de los que ya se habían asentado antes en estas islas. Así que, para finales del siglo XVII, aproximadamente había 300 almas judías entre Martinica y Guadalupe.

A pesar de todo, el 2 de abril de 1658 el Consejo Soberano de la Martinica emitió un decreto “prohibiendo a los judíos ocuparse del comercio en las islas” pero que luego fue echado para atrás por Monsieur du Parquet. A la postre, el recelo de la Compañía de Jesús no había cesado, sino que se había moderado por los intereses de los “seigneurs”, que además habían entrado en una competencia personal: seguramente tener este capital judío, tanto material como humano, harían la diferencia. La historia terminó cuando se promulgo el “Code Noir” – Código Negro – en 1685, que repetía la historia de las expulsiones, tanto de España como de Portugal, pues exigía a los gobernadores franceses que “ahuyentasen” a los judíos de sus islas, otorgándoles el tradicional plazo de un par de meses para abandonar el lugar, so pena de confiscación de toda propiedad por incumplimiento. No había mucho ya por hacer, pues el acta estaba firmada por el mismo rey Luis XIV.

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