FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD –
Comedia dramática. Reparto: Daniel Hendler, Julieta Díaz, Arturo Goetz, Adriana Aizenberg, Eloy Burman, Damian Dreizik, Darío Lagos, Luis Albornoz. Premios: Festival de Mar del Plata: Mejor Película, Premio del Público; Premios Clarín: Mejor Guión Original, Mejor actriz secundaria; Premios Cóndor (Asociación de críticos cinematográficos de Argentina): Mejor Director, Mejor Actor Secundario
Ariel Perelman es abogado. Por eso lo llaman Dr. Perelman (en Argentina a los abogados se les llama doctores como a los médicos). Su padre, igualmente abogado, también es llamado Dr. Perelman. Pero la confusión que le preocupa a Perelman hijo no es la de los nombres. Él está decidiendo, aunque quizás sin saberlo, si finalmente se convertirá en padre. O en todo lo contrario. Está en ese momento de la vida en que uno cree estar alejándose del destino impuesto, pero en realidad sólo esta tomando impulso para definitivamente entrar en una órbita heredada, andar por un camino ya transitado, haciendo como si fuera la primera vez.
Daniel Burman completa con “Derecho de familia” su autodenominada “trilogía de la inconsciencia”, qué inició en el año 2000 con “Esperando al mesías” y continua, cuatro años más tarde, con la excelente “El abrazo partido”. Aunque con carácter independiente, las tres comparten inquietudes similares, y abordan constantes como las relaciones familiares, el retrato social y costumbrista, la idiosincrasia de la ciudad de Buenos Aires y la tradición judía. En las tres películas el protagonista es un joven que comparte nombre (Ariel) y dudas ante un mundo que marca sus propias reglas; en esta última parada da un nuevo paso, enfrentándose no sólo a su condición de hijo, sino a la de su propia paternidad.
Ariel, es abogado de oficio y profesor universitario, recién casado y con un hijo de corta edad. No desea seguir los pasos de su padre con el que mantiene una relación distante. Estas contradicciones, y su nueva responsabilidad como esposo y padre, le llevan a cuestionarse su papel ante la familia. Burman hace descansar el peso de esta comedia en un magnífico guión, con una estructura que resuelve con fluidez el avance en el tiempo y el desarrollo de los acontecimientos que impulsan la historia y unos diálogos inteligentes y llenos de ironía. En el primer tramo utiliza una voz en off que define con humor y agudeza los diferentes personajes y las situaciones. Además, desarrolla una estructura narrativa que presta especial atención a pequeños gestos, detalles visuales o verbales, a los que dota de la suficiente entidad como para llegar a definir desde estados de ánimo a comportamientos.
El film describe el difícil proceso de transformación de hijo a padre, de muchacho a hombre, de soltero a casado. Perelman hijo lucha cada día por construirse una identidad profesional que lo aleje de su padre y una personalidad como padre y como hombre. En su voluntad por construirse a sí mismo desde cero y al mismo tiempo aceptar y asimilar el peso y las influencias de su pasado y de su familia, reside uno de los mayores atractivos de la película.
Además de un magnífico guión, la película cuenta con unas excelentes interpretaciones, llenas de autenticidad e identificación con sus papeles. Daniel Hendler confirma su versatilidad para pasar de las situaciones cómicas –un auténtico showman en las secuencias dando clase en la Universidad– a las dramáticas, con un repertorio de gestos nada histriónicos y una facilidad de palabra y dicción que contribuyen decisivamente al ritmo de la narración. También Arturo Goetz borda su papel de abogado hiperactivo, dejando para el final su cara más humana como padre discreto, Adriana Aizemberg demuestra una vez su gran registro en su papel de secretaria y amiga de Perelman padre, Julieta Díaz como Sandra, la esposa, y Eloy Burman –hijo del director– como el niño Gastón.
“En mi película anterior, (El Abrazo Partido) inicie una reflexión sobre la construcción de la paternidad. Pero quizás por pudor basé la relación padre-hijo en una ausencia y en un conflicto (ese vicioso reflejo narrativo de temer a lo ordinario). Fue un primer acercamiento a un momento de la vida de los hombres que considero fascinante. Es el momento de la gran parábola. Cuando nuestros padres inician su decadencia natural, y nosotros nos resignamos a la idea del Ser Adulto, descubrimos en nuestros padres a otras personas, aunque siempre estuvieron ahí, camufladas bajo el personaje del Hombre Adulto. Encuentro fascinante explorar sobre este cotidiano proceso de sustitución, sobre esta dialéctica que establecemos con nuestros padres y con nuestros hijos al inicio de la vida adulta. Nuestros padres se están yendo, y nos cuentan que no son lo que creíamos. Nuestros hijos vienen, y no saben quiénes son. Quieren que nosotros se los digamos, y nosotros no tenemos ni la respuesta ni el lenguaje. ‘Derecho de familia’, hay que decirlo, borró “la marca” de la pantalla y eligió contar una historia más allá de Callao, donde se termina el mercado de telas y el griterío, y empieza la vida del abogado joven en busca de un camino alternativo al de su padre, también abogado. Somos judíos de la diáspora y eso hace que por un montón de motivos sea necesario formar parte de la sociedad. Para mí estar integrado, o no, no es un dilema: es una reflexión que presupone que uno esté afuera, una presunción que yo no hago” (Daniel Burman)