“Desputinizar” Rusia
LA PALABRA – Sin duda, una de las excusas más peregrinas para justificar un acto ilegal de conquista como el protagonizado por Rusia contra Ucrania es su intención de “desnazificar” el país. Si bien es cierto que hay grupos neonazis entre la población ucraniana, los hay en proporción similar en tantísimos países de Europa, incluso en España o Argentina. No son pocos, tampoco, los que recuerdan la filiación de parte de la población ucraniana tras la conquista del ejército alemán en 1941: de la misma manera cabría recordar que hasta esa fecha, “papaíto” Stalin había pactado con los mismísimos nazis repartirse Polonia, cuya parte oriental conquistaron a fuego apenas unos días después de que los nazis hicieran lo propio con la Polonia occidental y central.
No es la primera vez que un país intenta conquistar por la fuerza a un vecino: el propio Putin ya protagonizó campañas similares contra otras ex repúblicas soviéticas y contra la propia Ucrania (en 2014), sólo que esta vez se encontró con una resistencia de la población que no había calibrado. Otros países, como Irak en 1990 cuando entró en Kuwait, fueron repelidos por la acción de ejércitos extranjeros. Y a pesar de las supuestas analogías que intentan trazarse estos días, ninguno de los invadidos bombardeaba, atentaba o declaraba su intención de borrar de la faz de la tierra a “los otros”, como es el caso del conflicto entre Israel y los palestinos y demás vecinos árabes.
Aunque suene terrible, como judío envidio la solidaridad que ha despertado la agresión que están sufriendo los ucranianos. Cuando antes del establecimiento de Israel éramos acosados y perseguidos, no sólo no disponíamos de armas para defendernos sino tampoco del apoyo moral de las naciones: ni durante los pogromos en la Rusia zarista, las leyes antisemitas de los nazis, los intentos de llegar a la tierra que los británicos habían prometido destinar a ser hogar para los judíos tras el Mandato designado por la Sociedad de Naciones, o cuando se agolpaban a las puertas de los consulados de medio mundo para evitar ser asesinados en los campos de la muerte. Por eso hoy nos sentimos especialmente identificados con el dolor de aquellos obligados a dejar atrás sus hogares y a parte de sus familiares.
Putin lleva décadas al frente de un país económicamente arruinado y derrotado en la Guerra Fría: ¿no les suena conocida esta historia? En general no ha “molestado” demasiado a los occidentales ni siquiera ante reiteradas muestras de intolerancia y sometimiento a cualquier oposición o expresiones no acordes con su “espíritu patriótico y religioso” (recuerden el caso de las chicas punkies de Pussy Riot) o en sus ataques a pequeña escala a otros países y la creación de repúblicas o regiones separatistas (como Transnistria, Abjasia y Osetia del Sur, y ahora Donetsk). Aunque lo que más me llama la atención es una manipulación del lenguaje que plantea la “desnazificación” de un país dirigido por un presidente judío elegido por gran mayoría en un proceso democrático. Quizás sea hora de enarbolar otra bandera: la “desputinización de Rusia”.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad