Deus Ex Obama

LA PALABRA – Me sabrán perdonar los lectores que titule con un latinajo, pero es que la actualidad a veces adquiere tintes clásicos, y no puedo quitarme de la cabeza esta paráfrasis de la tramoya a la que acudían los dramaturgos de las antiguas Grecia y Roma para resolver un embrollo a último momento. Era entonces cuando el Deus Ex Machina, el “dios de la máquina”, descendía pendiendo de una grúa sobre los protagonistas de la tragedia para resolver una situación “in extremis” (otra vez lenguas muertas).
La obra podría titularse Obama, o Las Palabras Verdaderas” y tendría varios actos que relatarían la odisea de un emperador empeñado en pasar a la historia como un buen tipo. La tragedia, sin embargo, se masca ya desde el primer acto basado en el optimismo infinito de su grito “Podemos” (Yes we can) que contagia a las academias que lo coronan como rey de la paz, entrando en conjunción planetaria con otros líderes mundiales (el secundario Zapatero) y culmina con su discurso en la universidad de El Cairo, animando a los pueblos sometidos a buscarse la primavera democrática por su cuenta. Desgraciadamente, a medida que avanza el drama, las penurias lo acechan e impiden que lleve su bondad a todos los rincones, de Guantánamo a Irak, de Afganistán a Siria. En torno al acto central resurge de las cenizas el espíritu del Mal, el dragón que mató en Pakistán, reconvertido en Príncipe de los Degolladores.
Todo se derrumba, pero su pueblo le seguirá fiel mientras le oculte las Palabras Verdaderas: el terrorismo es… ¡yihadista! Hasta que le da la espalda y se vuelca en manos del Otro, el Trumposo. Llegamos entonces al acto final: incapaz de asumir la derrota de Su Luz, en el último momento descuelga una tramoya explicando por qué apuñala por la espalda a su mejor amigo en la batalla contra las sombras: “¡Es por tu bien, oh Israel! ¿No lo comprendes?”, pronuncia el Ser Colgante, derrotado pese al buen rollo que ha regalado a sus súbditos gracias al acuerdo con Irán o el acercamiento a Cuba. “Ahora, ¡cuando prácticamente sólo falta reconciliarnos con Venezuela y Corea del Norte!”.
Pronto caerá el telón, pero como en las películas baratas de terror, el muerto no está nunca muerto del todo, y seguramente dará algún último zarpazo con el rictus desfigurado de endiosamiento (que le permitirá, sin duda, tener un retiro dorado dando charlas a precios millonarios sobre cómo salvar el mundo) y el corazón rebosante de deslealtad a quienes no le supieron adorar como aún cree merecer.

Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad

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