LA PALABRA – En 1966 se convocaba en Cuba el primer congreso de la llamada Tricontinental, que reuniría a representantes revolucionarios de Latinoamérica, Asia y África, y donde se sentaron las bases ideológicas que han marcado muchos de los principios de la izquierda de los últimos casi 50 años. Allí publicó el Che Guevara su famoso discurso en el que formulaba la consigna de crear “dos, tres,… muchos Vietnam”, poniendo a ese país como ejemplo de resistencia ante el imperialismo estadounidense. En él exponía ideas como “el odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal. Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total”.
Por frases como esa y como “cada gota de sangre derramada en un territorio bajo cuya bandera no se ha nacido, es experiencia que recoge quien sobrevive para aplicarla luego en la lucha por la liberación de su lugar de origen”, podrían considerarse a estas palabras como uno de los orígenes (al menos en el plano de la justificación ideológica) del terrorismo que desde entonces se extendió e internacionalizó. Por ejemplo, la acción terrorista contra Israel (anterior incluso a la “ocupación” de 1967) empezó en la Gaza conquistada por Egipto y financiada por Nasser, pasó por Jordania (que acribilló a los insurgentes palestinos en el sombrío “Septiembre Negro” de 1970), mudándose luego al sur del Líbano (donde desató una larga y cruenta guerra civil, y convirtió a la zona en campamento de entrenamiento terrorista internacional, incluidos grupos como ETA). Después de su derrota en 1982 y el exilio en Túnez, el terrorismo internacional abrió sucursal en Afganistán, extendiéndose a las vecinas Irak y Pakistán, y finalmente a Siria y Libia. Fueron muchos los Vietnam creados, no sólo contra el imperialismo norteamericano, sino incluso contra su archienemigo, la Unión Soviética (Afganistán, Chechenia, etc.).
Hoy día no hay latitud ni longitud que no se haya convertido en escenario del anunciado “odio como factor de lucha”. Para muchos es un panorama desconcertante que se ven incapaces de manejar, viciados de conceptos fallidos que mezclan el idealismo y la solidaridad con las creencias más retrógradas y reaccionarias. Israel ha cumplido 67 años de enfrentamiento cotidiano a esta locura como estado (muchos más como nación) y es el espejo en que debería mirarse el mundo, horrorizado por la sinrazón. Porque no sólo ha sobrevivido, sino que lo ha conseguido en democracia, con respeto a las minorías (algunas incluso declaradamente enemigas de su existencia), creatividad y hasta prosperidad. Ello la convierte en modelo y esperanza.
Yo también tuve en mi cuarto un poster del Che. Es hora de dejarse de iconos del engaño y derribar la consigna del odio creando en todo el mundo dos, tres,… muchos Israel, cuyo “factor de lucha” sea la vida en lugar de la muerte: ni más ni menos.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad