“Dr. Mabuse: el jugador” (1922), de Fritz Lang
SHÉKET: JUDÍOS EN EL CINE MUDO, CON MIGUEL PÉREZ –
Desde que Tim Burton recreara en la gran pantalla la figura del Joker, interpretado por Jack Nicholson en la primigenia versión de ‘Batman’ de 1989, el número de supervillanos en el cine no ha parado de crecer. Es la eterna atracción por el mal, que aumenta cuanto más refinado se muestra. Sin embargo, tampoco puede decirse que se trate de un personaje novedoso. Viene de largo. Hay que retroceder casi un siglo para encontrarse con uno de los antecedentes más claros de criminal basado en la utilización de unos poderes especiales, en este caso psíquicos: el doctor Mabuse. Figura genial del cine negro más antiguo, este personaje surgido de la pluma del escritor Norbert Jacques fue ensalzado en la gran pantalla gracias al realizador austriaco Fritz Lang, que dirigió tres películas con el legendario doctor como protagonista.
‘Dr. Mabuse: el jugador’ es la primera de ellas y fue estrenada en 1922. La única muda de la serie, ya que Lang no retomaría el personaje hasta 1933 con ‘El testamento del Dr. Mabuse’ y, mucho más tarde, en 1960, con ‘Los crímenes del Dr. Mabuse’. Cabe señalar que la trilogía marca también algunos de los hitos principales de la biografía profesional del director: la primera de ellas fue rodada en los comienzos de su carrera en Alemania; la segunda es posterior a su marcha a Estados Unidos en pleno auge del nazismo; y la tercera constituye su epitafio cinematográfico, pues se trata del último largometraje que hizo, fuertemente influenciado por la narrativa de Hollywood, la literatura de espionaje y las inquietantes noticias en torno a la guerra fría. Sin embargo, no serían estos los únicos filmes en los que apareció Mabuse. Su popularidad y el grado de convicción del personaje fueron tales que otros directores, desde Claude Chebrol hasta el español Jesús Franco, probaron fortuna con sus propias versiones, aunque sin alcanzar el tono de perversión y oscuridad de las películas de Lang. Fue tal la carrera de títulos, que incluso ‘Los crímenes del Dr. Mabuse’ estuvo a punto de competir en el tiempo con el largometraje que Harald Reini estrenó dos años más tarde con Lex Barker como protagonista y un guión que era también una suerte de trama de espionaje, con un agente del FBI encargado de desbaratar una ‘Operación X’ destinada a sembrar el caos.
Pero volvamos a los orígenes. En ‘Dr. Mabuse: el jugador’ (también conocida como ‘La pasión fatal del Dr. Mabuse’), Lang toma a un villano que, hasta entonces, había pasado sin pena ni gloria por las librerías. La novela del luxemburgués Jaques no había tenido grandes ventas, aunque se convirtió en un ‘best seller’ a partir del estreno del filme. Acostumbrado al lado salvaje y monumental del séptimo arte, Lang hizo en realidad dos películas, ya que el metraje definitivo superó ampliamente las cuatro horas. Aún así, no hubo pánico en los estudios. El realizador había planificado perfectamente la película para que se dividiera en dos partes: una primera donde se presenta al doctor más sibilino en pleno proceso criminal (la bautizada como ‘El jugador’), y una segunda enfocada especialmente a su persecución, donde la inteligencia ha sido reemplazada por el egocentrismo y la demencia, que denominaría ‘Infierno’ en el más puro estilo Dan Brown. En la segunda entrega de 1933, el villano reaparece cuando todos le creían muerto.
¿Pero quién es en realidad Mabuse? Pues bien, es el primer delincuente con superpoderes de la historia, mucho más sibilino y glamuroso que el doctor Caligari. Cojan al profesor Xavier de los ‘X Men’ y combínenlo con el clásico Fantomas y obtendrán un perfil aproximado del personaje. Mabuse posee unos poderes que le permiten hipnotizar a sus víctimas, someterlas y dirigirlas según sus deseos y es un maestro del disfraz, de modo que puede pasar inadvertido adoptando diferentes personalidades: desde un profesional de los naipes hasta un aristócrata. Gracias a esas artes, este peculiar doctor en psicoanálisis embauca, manipula y chantajea a sus víctimas, no por el vulgar deseo de enriquecerse, sino por el puro placer de hacer el mal. “Nada es interesante salvo jugar con las personas y su destino” , alecciona el doctor a sus colaboradores delincuentes. Malo, lo es en cantidad.
Una parte importante del metraje transcurre en los salones de juego, el lugar natural de sus cacerías humanas, donde Mabuse encuentra a sus víctimas. Atención a las escenas. Son un vibrante ejercicio de cine negro que tamiza las técnicas del expresionismo alemán vigentes en la época y donde se perciben bastantes de los recursos de iluminación y colocación de cámara que más tarde nutrieron las películas policiacas de Hollywood. No obstante, gran parte del mérito se lo lleva como es lógico el actor Rudolf Klein-Roggeon, a quien ni siquiera Klaus Kinski pudo robar una mirada llena de odio y locura milimétricamente dosificada. Mabuse encarna a un psicópata de libro que se desenvuelve entre millonarios y aristócratas. No hay bajos fondos, salvo en la mente. Maldad y sofisticación. Pues eso: el Joker. O quizás, su bisabuelo.
Ficha técnica:
Título: ‘Dr. Mabuse: el jugador’ (Dr. Mabuse der Spieler’)
Año: 1922
País: Alemania
Director: Fritz Lang
Reparto: Rudolf Klein-Rogge, Alfred Abel, Aud Egede Nissen, Bernhard Goetzke, Paul Richter, Gertrude Welcker, Charles Puffy, Robert Foster Larrinaga.
Guión: Fritz Lang, Norbert Jaques (autor de la novela homónima) y Thea von Harbou.
Fotografía: Carl Hoffman.
Música: Konrad Elfers.
Duración: 154 minutos ‘El jugador’ y 114 ‘Infierno’, la segunda parte.
Género: Policíaco.