DESDE ISRAEL – La reseña de hoy de Pablo Bornstein viene marcada, como no podía ser de otra manera, por la “fumata blanca” que se espera en horas con el anuncio del nuevo gobierno de Netanyahu: una coalición mucho más frágil de lo que se esperaba desde la renuncia del partido Israel Beiteinu y su líder, Avigdor Lieberman, a formar parte de ella. La razón esgrimida: las supuestas promesas del Primer Ministro a las formaciones ultraortodoxas de dar marcha atrás en algunas reformas aprobadas en la anterior legislatura, entre ellas, una mayor flexibilidad en la conversión, tema crucial para los votantes de origen soviético. También es asunto candente las manifestaciones de los israelíes de origen etíope, que denuncian un trato discriminatorio. La pregunta es: ¿son tratados de otra manera por el color de su piel o por las dudas sobre su verdadero origen judío? Sea cual sea el caso, la respuesta de la sociedad israelí y sus instituuciones no se ha hecho esperar y seguramente pronto habrá una serie de medidas para mejorar la incorporación social de este colectivo minoritario, pero altamente simbólico, y que nuevamente traen a la palestra el tema de la educación en escuelas de tinte ortodoxo