El curso de la FUNED “La vida tras la liberación de los campos de exterminio”, con Graciela Kohan
SHOÁ AHORA – La vida tras la liberación de los campos de exterminio es el nuevo curso (on-line del 17 de abril al 17 de julio: 150 horas lectivas) que nos propone la Fundación UNED dirigido por Alfredo Hidalgo para analizar – como apunta Graciela Kohan, su docente- “un tema poco conocido en España y del que casi no se estudia ni conoce, y que tiene mucho que ver con la diáspora judía contemporánea y las consecuencias que tuvo espiritualmente en los sobrevivientes de Europa”. Unos sobrevivientes que “tuvieron que volver a ser personas, a ser humanos”.
“Casi tres millones de judíos, el remanente de los once millones que vivían en Europa antes de la llegada de Hitler al poder, al salir de los campos o de sus escondites, se encontraron liberados pero no libres.
Este año se cumplieron 72 años del fin de la Segunda Guerra Mundial y de la liberación de los campos nazis. Hay, sin embargo, un capítulo menos trágico que el de los días de encierro pero casi tan desasosegante: la vuelta a casa y a la vida de los supervivientes. Muchos tuvieron que aprender nuevamente a ser personas, enfrentarse a la realidad de la soledad, de la muerte de gran parte o de toda su familia, y lo más trágico aún, a qué hacer con sus vidas.
Los aliados crearon en los mismos campos de concentración, una vez acondicionados, y en otros sitios de Europa, los campos de Personas Desplazadas (DP), en los que permanecieron “encerrados” sin saber qué hacer con sus vidas, esperando la documentación necesaria para abandonar Europa, principalmente con destino a EEUU e Israel.
Para los aliados, ingleses y norteamericanos, fue un problema que se tardó mucho en gestionar logística y materialmente esta nueva situación. Incluso en algunos campos, los judíos compartieron espacios comunes con los alemanes que volvían del este al haber sido expulsados de Polonia, Yugoslavia, etc., lo que ocasionó muchos problemas de convivencia.
Los campos de desplazados tardaron muchos años en cerrarse hasta encontrar países que los recibieran. Mientras tanto tuvieron que crearse un nuevo espacio, hacer que la vida siguiera y asimilar poco a poco el final “de un mal sueño”. Muchos se casaron, y tuvieron hijos en los campos, intentaron crear un mundo nuevo con actividades culturales, religiosas y educativas etc., y lo más importante, recuperar la esperanza en el futuro, algo que muchos habían olvidado completamente”.