El Golem, la película y su antisemitismo

OMANUT: ARTE JUDÍO EN LA HISTORIA, CON ELVIRA TUREK – “El expresionismo -asegura Elvira Turek- devolvió al hombre su representación, su protagonismo en el arte. El ser humano era el centro, el punto principal de las obras, y así, los escenarios que le acompañaban fueron también la representación de la propia conciencia del hombre. Pero se mostró a un individuo enfermo, entre sus debilidades, excesos, degradaciones de miseria, entre calles oscuras metropolitanas. Más que un hombre polifacético, resultó convertirse en un arquetipo de un cierto tipo de individuo, el del ser degradado por la marginación o la guerra. Al punto que, la comunidad judía resultó el tópico ideal para representar esos principios: pues siempre se la vio marginada, debilitada por los sucesivos ataques históricos, introspectiva en su propia religión y degradada por la miseria del gueto”.

Además, afirma nuestra experta “las producciones cinematográficas germanas, de principios del siglo XX, se batieron entre unos mismos temas: las leyendas místicas que respondían al gusto alemán por el sueño y la filosofía; la servidumbre del individuo a la colectividad o el espíritu de casta. Fue sobre todo la servidumbre del antropoide y el espíritu de casta frente al colectivo judío, lo que más motivo la producción de Paul Wegener.

También en el s.XX se debatía sobre la presencia simultánea de lo racional y lo irracional en la idea de D’s. Las ideas teístas de D’s, especialmente las cristianas, se referían a la divinidad mediante predicados como la bondad o la sabiduría, en definitiva, predicados que construían una estética tradicional de lo bello y lo bueno, algo racional y concebible. Sin embargo, faltaban entre estas descripciones la otra parte de la esencia divina, los supuestos atributos hebraicos, portadores de lo sublime. Rudolf Otto destacaba que la divinidad había de ser vista como un mysterium tremendum: aquello que permanecía impenetrable, y que cuando se revelaba lo hacía manifestando toda la cólera. Lo numinoso se percibía como presencia del poder y el hombre debía hundirse en su propia nada ante la grandeza de D’s. Era el D’s del Antiguo Testamento la prueba más clara de los oscuro y lo irracional en la divinidad. La poesía hebrea se convertía en una fuente indiscutible de sublimidad, así como la liturgia del Yom Kippur. De tal forma, no nos debería extrañar que la comunidad judía fuera representada en el film en una extravagante escena de lo sublime religioso, pues la obra de Rudolf Otto Lo Santo de 1917 pudo haber influenciado en gran medida al director Wegener”.

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