“El gremio hebreo” entre Curaçao y Coro

LOS PASOS DE SEFARAD EN EL NUEVO MUNDO, CON DAVID ROSENTHAL – Bautizada por Alonso de Ojeda como “la isla de los gigantes”, Curaçao se convirtió, desde el siglo XVII, en el mayor albergue de judíos portugueses de Ámsterdam. Así arribaron a la isla más grande de las Antillas Holandeses los hijos de Mordechai Senior con Sarah de Moisés López y con Raquel Mendes del Sotto. David, Jacobo, Salomón e Isaac se establecieron en la isla y consolidaron una comunidad judía, reconocida como la más poderosa de América y el Caribe. Desde lo económico, político y social, la familia Senior dejo esas huellas, tras esos primeros pasos de los judíos sefardíes, ahora convertidos en caribeños. La Compañía Holandesa de las Indias Occidentales fue fundamental para el establecimiento de los judíos en Curaçao. Relaciones comerciales, como el comercio de todo tipo entre Europa, el Caribe y América, protagonizan la prospera historia de los sefardíes que ya habían logrado buena fortuna en el pasado, cuando se establecieron en Brasil y desarrollaron, en principio, el comercio y la industrialización de la caña de azúcar. La comunidad sefardita de Curaçao mantuvo su identidad comunitaria y en general judía, practicando la endogamia incluso, pues sus matrimonios no eran extracomunitarios sino intercomunitarios. Esto se replicó también en otras comunidades judías caribeñas y americanas, y los curazoleños se relacionaron por matrimonio con comunidades judías como las de Panamá, Santo Domingo, Riohacha y Barranquilla en Colombia; y Coro, como también, Puerto Cabello en Venezuela. Los Senior eran parte de una cuarta ola de migración sefardí que, a diferencia de las primeras que llegaban huyendo del dominio español y portugués, tenían recursos para invertir. Y, al convertirse Curaçao en centro administrativo de la Compañía Holandesa en el Caribe, el contrabando en las costas venezolanas y el comercio de esclavos era un jugoso negocio en el que invirtieron los hermanos David y Jacobo Senior. 

Curaçao a 35 millas de la costa venezolana, era un punto estratégico para establecer una red y una ruta comercial que favorecía tanto a la comunidad judía curazoleña como a la Compañía Holandesa y a la casa de Orange-Nassau. Además, para los comerciantes judíos y para los holandeses era de gran interés establecer relaciones comerciales con Venezuela, así fueran clandestinas, pues allí obtenían productos como cuero, cacao, tabaco de Barinas, maderas tintóreas, azúcar, miel, mulas, carne, etc., aprovechando que la Corona española no tenía gran interés en Venezuela pues su focalización era el virreinato del Perú y asimismo el de Méjico. Las embarcaciones de David Senior (el Helena, el Fortuyn o el Jacobus en Anna) visitaban constantemente las costas venezolanas, empezando por Coro, cargadas de aguardiente, harina, manteca, textiles, hachas, anzuelos, pólvora y armas de fuego; y regresaban con tabaco, cuero y cacao, para enviar a Europa. 

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