HEBREO VIVO AL HABLA, CON RUBEN FREIDKES – Hace unos meses, en una cafetería del centro de Madrid, estábamos alumnos míos de iniciación al hebreo moderno y yo practicando hebreo y simulando que estábamos en una cafetería en Tel Aviv a orillas del mar. De repente vemos que entra a la cafetería un grupo de turistas israelíes y nos pusimos a hablar con ellos. Éramos, en síntesis, alumnos de un idioma con su profesor y turistas que hablaban ese idioma. Hasta aquí las cosas como deberían ser, con normalidad. Pero no lo es.
Dentro de la sociedad israelí existe una sensación de aislamiento físico. Por ejemplo, no puedes irte de viaje de vacaciones a un país vecino porque tu país está en conflicto con él y serás mal recibido poniendo en peligro tu vida. Si quieres irte de vacaciones a otro sitio, no puedes utilizar ni tu coche ni el tren ni un autobús; debes subirte a un avión y volar varias horas hasta llegar a un lugar de descanso y ocio fuera de tu país.
También existe una sensación de ser raros, diferentes, y no sólo por el hecho de ser la única democracia parlamentaria estable y fiable de su entorno geográfico inmediato. Israel es el único país que tiene al hebreo como idioma oficial (además del idioma árabe), es decir no hay otro sitio en el mundo que se utilice el hebreo como idioma de comunicación cotidiano.
Podría resumir estas sensaciones internas poco placenteras y bastante estresantes así: “Estamos aislados y somos los únicos en la Tierra que hablamos hebreo”
Por este motivo, la siguiente anécdota adquiere un significado muy especial. La vuelvo a comenzar:
Hace unos meses, en una cafetería del centro de Madrid estábamos alumnos míos de iniciación al hebreo moderno y yo practicando hebreo y simulando que estábamos en una cafetería en Tel Aviv cerca del mar. Nos inventamos personajes: una alumna era estudiante de 2º año de Historia del Arte en la Universidad de Jerusalem, otra participaba en un curso de la Policía, otro era conductor de autobús de día y conductor de ambulancias de Maguén David Adóm por la noches, yo era estudiante de 1º año de Arqueología en la Universidad de Tel Aviv.
En ésas estábamos, practicando nuestro hebreo y riéndonos mucho, cuando de repente vemos que entra a la cafetería un grupo de señoras. No les pusimos mucha atención hasta que comenzamos a oír alguna que otra palabra conocida: ¡eran turistas israelíes! Me acerqué a ellas y las invité a nuestra mesa.
¿Qué les puedo decir? Los rostros de mis alumnos chapurreando en su hebreo con las señoras israelíes y de éstas sorprendidas con que en pleno centro de Madrid se encuentran con alumnos de hebreo, no tiene precio.
Nos sacamos una foto y nos despedimos muy emocionados. Es un recuerdo que estoy seguro perdurará en todos.
El idioma hebreo es un símbolo del renacimiento y normalización del pueblo judío cristalizados en la creación del Estado de Israel y es a su vez un puente de comunicación entre las personas, sean ciudadanos israelíes o no.
No es casual que este emprendimiento se llame Hebreo Vivo. Al llamarnos así se envían dos mensajes: uno, que el hebreo es un idioma vivo, cotidiano y en constante evolución; y dos, que el hebreo tiene pleno derecho a existir, que es un idioma más entre los idiomas vivos del mundo.
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