“El mercader de Venecia (The Merchant of Venice)” (2004), de Michael Radford (Reino Unido)
FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD –
Guion: Michael Radford sobre la obra homónima de William Shakespeare. Reparto: Al Pacino, Jeremy Irons, Joseph Fiennes, Lynn Collins, Zuleikha Robinson, Kris Marshall, Charlie Cox, Mackenzie Crook, John Sessions, Heather Goldenhersh, Gregor Fisher, Ron Cook, Allan Corduner, Anton Rodgers, David Harewood, Al Weaver
En 1596, en Venecia, la ciudad-estado más importante del siglo XVI, el joven noble Bassanio (Fiennes) le ha pedido a su amigo Antonio (Irons) que le preste dinero para poder embarcarse rumbo a Belmont con el propósito de pedir la mano de la bella Porcia (Collins). Sin embargo, la fortuna de Antonio se halla comprometida en sus negocios; todos sus barcos están diseminados en distintos puertos. En esa situación, no pueden hacer gran cosa, excepto recurrir al prestamista Shylock (Pacino), quien está resentido con Antonio pues éste le ha escupido en el mercado. De hecho, Shylock está perfectamente al corriente del desprecio que los cristianos sienten hacia él y todos los judíos. Pero lo que Antonio le está proponiendo tan sólo es una transacción comercial. Finalmente, el prestamista accede, pero no sin antes imponer una condición: si Antonio no devuelve el préstamo a tiempo, Shylock le arrebatará una libra de carne de su cuerpo como pago. Se trata de un pacto muy cruel, pero Antonio está convencido de que no tendrá ningún problema en la devolución y por tanto lo acepta.
Lo que Shylock no sabe es que su hija Jessica (Robinson) se ha enamorado del noble cristiano Lorenzo (Cox). Mientras Shylock esta fuera de casa, Lorenzo y sus amigos Bassanio y Graciano (Marshall), ayudan a Jessica a escaparse. La joven se lleva consigo el dinero de su padre para poder afrontar su nueva vida. Más tarde, Lorenzo y Jessica parten hacia Belmont a casa de Porcia. Shylock enloquece por la perdida; ni siquiera su leal Tubal (Corduner) puede ahora contenerle. Obsesionado, Shylock no está dispuesto a aceptar otra cosa que no sea su libra de carne. Verá resarcida la deuda, no importa cómo.
En las opiniones de los distintos personajes existe una delgada línea que les separa de un antisemitismo acérrimo (que no desentona de ninguna manera con el imaginario colectivo de la Europa del siglo XVI), lo que hizo que varios teóricos de la literatura considerasen, no sin razón, la caracterización del judío o los términos que hacia él se utilizan como humillantes o degradantes. Pocas han sido, y no por casualidad, las adaptaciones cinematográficas que se han realizado sobre esta obra, siendo Shakespeare uno de los autores del que más obras se han llevado al cine.
Michael Radford ha construido una superproducción de época: escenarios naturales (se filmó en Venecia), suntuosos vestuarios, miles de extras y un elenco de excepción, respetando la obra en su extensión, pero con una mirada moderna. Radford ha cambiado de manera importante pero no sustancial la obra original, rebajando el estereotipo antisemita con que Shakespeare presentaba al judío. Porque Shylock es “el judío”, a diferencia de Macbeth, que no era en ningún momento un paradigma de “el escocés”, como tampoco Otelo se convertía en la personificación de “el moro”.
El mercader de Venecia (escrita entre 1596 y 1598) es una de las obras más polémicas de Shakespeare, principalmente por el personaje de Shylock. Por supuesto que en la época de Shakespeare existía el antisemitismo. Shakespeare escribe sobre la Inglaterra isabelina y sale de la tradición teatral de su época. Antes de Shakespeare, lo poco que sabemos sobre cómo se retrataba a los judíos en el escenario era que se los representaba como villanos cómicos. Usaban horribles pelucas pelirrojas; tenían grandes narices; eran simplemente representantes de la codicia y la maldad. Cuando aparece Shakespeare, hace algo muy diferente. Shylock es un villano, pero lo humaniza al explicar, de forma muy clara en la obra desde el comienzo, que los cristianos de su entorno no tratan a Shylock como un ser humano. Lo llaman “perro”; lo escupen; lo llaman “ruin”. Y las tres únicas cosas que Shylock tiene en su vida (su hija, su religión y el dinero que ganó), acaba perdiéndolas a manos de los cristianos. Shylock no es un santo; es un prestamista; vive en un mundo que gira en torno al dinero, y es el dinero el que dirige la manera de comerciar y tratar a las personas. Es una crítica a toda la sociedad que compone la obra, pero Shakespeare mostró a un judío como un ser humano en una sociedad de algún modo inhumana.
Muchos autores sostienen que es probable que para la construcción del personaje, Shakespeare se sirviera de los prejuicios y los mitos medievales que en la sociedad isabelina rodeaban a los judíos, ya que su expulsión de Inglaterra tuvo lugar en 1290 y no fueron readmitidos hasta 1655, por lo que muchos afirman que Shakespeare no conoció nunca a un judío en su vida, al menos no uno practicante, ya que los pocos judíos (cerca de doscientos) que permanecieron en Inglaterra tuvieron que convertirse forzosamente al cristianismo. Inmersos en este contexto, los autores teatrales que representaban a los judíos negativamente tomaban un “villano” extraído de la realidad misma del momento, lo cual garantizaba que los sentimientos del público se movilizaran más fácilmente en su contra. La ambigüedad de El mercader de Venecia permite las diversas lecturas que se han hecho a través de los años. Es por esto que a lo largo de la historia, la obra, y especialmente el personaje de Shylock, ha sido representada de maneras tan diversas y contradictorias, dependiendo de quién la ha tomado y con qué propósitos. Es importante destacar que no son igualmente culpables de racismo Shylock y Antonio, los judíos y los venecianos, ya que el orden existente en Venecia es esencialmente asimétrico y jerárquico, perjudica a los primeros y beneficia a los segundos. En este contexto, el reclamo de Shylock exige una redefinición de los lugares que ocupa cada grupo. La sociedad veneciana incorpora al prestamista como parte de la dinámica económica que permite el crecimiento comercial de la ciudad, y los que piden prestado con usura legitiman su práctica y su función social; pero luego lo marginan, lo desprecian y le asignan un estatus de inferioridad legal por el cual no es considerado un ciudadano, sino un extranjero.
Shakespeare evidencia lo injusto del comportamiento cristiano con los judíos. Y ésta también es la intención de la película. Ya en sus momentos iniciales nos instruye en el por qué los judíos acostumbraban a comerciar con dinero (por lo que eran acusados de usureros). El origen de tal costumbre reside en la prohibición legal por parte de los gentiles que los judíos poseyeran propiedades, lo que les obligaba a especular para poder sobrevivir. Y sí, este tipo de leyes tenían vigencia en toda Europa, incluso en la avanzada Venecia.