El milagro de la vacuna de Janucá
LA PALABRA – Diciembre es un mes mágico en el hemisferio norte. La entrada del invierno va acompañada de relatos fabulosos, como el nacimiento de Jesús en un establo en Belén o la reconquista del Templo para el judaísmo tras su profanación por los antiguos griegos. Si la historia navideña cristiana se completa con la llegada de unos reyes magos de Oriente, la judía de Janucá (que suele coincidir aproximadamente en el calendario) nos habla de un hecho inexplicable según la lógica normal: sólo quedaba en el Templo una ración de aceite ritualmente puro para mantener encendido su candelabro y se tardaría una semana en completar el proceso de nuevo combustible apto. El milagro finalmente consistió en que el fuego continuó ardiendo ocho días, hasta obtenerse la sustancia ritual.
La celebración de Janucá de este año también nos ha traído un hecho sin precedentes, pero al revés: la obtención de una vacuna (al parecer útil) que debería haber tardado habitualmente varios años, sale de los laboratorios en menos de un año desde la declaración formal y universal de la plaga. En esta ocasión no interviene ninguna fuerza sobrenatural, sino el mayor esfuerzo científico jamás realizado por el ser humano, aunque adolezca de algunos resabios nacionalistas y motivaciones económicas: no en vano, las vacunas que se encuentran en la fase final llevan anexado a su nombre el del país del que proceden y son éstos las grandes potencias mundiales: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido y China. En el estadio en el que finaliza esta particular maratón están a punto de entrar a recorrer las últimas vueltas otros postulantes a cierta dosis de gloria, entre ellos, Israel. Por detrás, aún recorriendo las calles de las primeras fases se encuentra un nutrido y variopinto pelotón.
Quiso la casualidad que el anuncio de la primera campaña de vacunación llegue en los días en los que en otros años nos vendían regalos, loterías y cenas copiosas, y hoy la esperanza de sobrevivir y salir en algún momento de las cuevas en la que nos hemos tenido que refugiar. En la tradición judía ashkenazí se suele jugar con una peonza de cuatro caras con las iniciales en hebreo de “Nes Gadol Hayá Po” (o finalizado en “Sham”, si se realiza fuera de Israel), literalmente: Gran Milagro Sucedió Aquí (o Allí, en la versión diaspórica). En el caso de estas vacunas, el milagro ha tenido lugar en todo el mundo, siendo el primer desafío realmente planetario de la historia humana. Por ello, este año tendríamos que regocijarnos jugando al Gran Milagro que Sucedió en el Mundo, Nes Gadol Hayá Olamí, gracias a quienes dedican su vida, talento y esfuerzo a mejorar el mundo estudiándolo lo más objetivamente posible, científicos que por tradición puede que celebren la magia de su fe, pero que son conscientes de que hace mucho que los milagros dependen de nosotros mismos, aquí debajo de los cielos.
Jag Janucá sameaj (Feliz fiesta de Janucá)
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad
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