SHÉKET: JUDÍOS EN EL CINE MUDO, CON MIGUEL PÉREZ –
The Comique Film Studio fue una de esas breves aventuras cinematográficas que hicieron grande el mundo del celuloide. Sin su concurso, es posible que Buster Keaton no hubiera sido el comediante universal que fue ni que muchos de los gags que inventó hubieran pasado a formar parte del manual indispensable de cualquier buen actor cómico. Admirado entre otros por Luis Buñuel, Gene Kelly o Salvador Dalí –que le dedicó varias metáforas–, el intérprete de rostro impávido se forjó en esa casa como un cineasta imaginativo y tenaz que rodó una veintena de películas convertidas desde su estreno en una escuela del humor bastante seria.
¿Qué era en realidad The Comique Film Studio? Ni más ni menos, el proyecto personal de un entusiasta del cine como Joseph Michael Schenck, nacido en 1878 en el seno de una familia rusa de raíces judías que emigró a Nueva York en 1893 y se integró rápidamente en el entonces naciente mundo del entretenimiento. Schenck estuvo al frente de los famosos estudios Twentieth Century Pictures –transformados en Twentieth Century Fox Film Corporation tras la incorporación de la Fox–, a los que convirtió en sinónimo de calidad y de grandes producciones, como demuestran las decenas y decenas de estatuillas cosechadas durante el tiempo que él encabezó la compañía. Cabe decir que el productor, fallecido en 1961, fue uno de los fundadores de la academia de las artes cinematográficas que otorga anualmente los Oscar.
El sello fue estrenado en 1916. Duró cinco años. Schenck lo puso en marcha junto con otros tres profesionales del celuloide. Entre ellos, Lou Anger, que por entonces tenía su propia productora y ejercía de mánager de Roscoe ‘Fatty’ Arbuckle, comediante popular que tendría un triste futuro lleno de excesos, escándalos y causas legales. La firma tuvo una actividad extraordinaria y estrenó casi cuarenta películas en ese lustro de vida. También es cierto que Buster Keaton era capaz de rodar varios títulos al año gracias a su efervescente ingenio. Disponía de un equipo creativo, aunque él se encargaba de crear todos los gags y situaciones cómicas de sus filmes. Normalmente trabajaba sin un guión detallado. Apenas sufría el síndrome del folio en blanco y si en algún momento se le secaba la inspiración, cogía una baraja de naipes y hacía solitarios. Con eso bastaba para recuperar la brillantez.
La empresa revela mucho de la inteligencia de su promotor. The Comique Film Studio se dedicaba a explotar esencialmente la veta de ingenio de dos de los mejores comediantes del cine mudo, los únicos que podían aproximarse a la extraordinaria aureola de Charlie Chaplin: el propio Arbuckle, que además de realizar sus películas ejercía de director creativo, y Buster Keaton, que saltó del mundo del vodevil y el teatro al del cine de la mano del propio ‘Fatty’. Prueba de ello es que la compañía fue transformándose, primero, cuando Arbuckle fichó por la Paramount y, más tarde, con la salida de Keaton a la MGM.
Pero, además, Schenck tenía que ver con otras dos iniciativas familiares que permitían diversificar la temática de las películas : las productoras de su esposa, Norma Talmadge, y de su cuñada, Constance Talmadge, acreditadas ambas como estrellas de la pantalla y tan entusiastas como él del Séptimo Arte. La primera dirigía un estudio enfocado sobre todo a los filmes dramáticos mientras su hermana se erigió en una de las grandes productoras de comedias ligeras. Los tres estudios funcionaban en el mismo edificio de Nueva Jersey próximo a la casa donde se criaron las hermanas Talmadge. Cada uno en su propia planta.
A esos años debe el humorista más apocado, y al mismo tiempo épico, de la gran pantalla su época más gloriosa. Bajo la firma de Comique, Keaton disfrutó de plena libertad y de los medios para rodar cortometrajes y mediometrajes que hoy en día forman parte de la historia del celuloide. Se forjó no sólo como actor (ya venía preparado de toda una infancia y adolescencia sobre los escenarios), sino también como guionista y director poseedor de una factura técnica impecable. Basta señalar que es uno de los artistas cuyos trabajos más se señalan bajo el amparo las instituciones culturales de Estados Unidos en relación al cine silente, aunque el paso al sonoro no le hiciera justicia y le relegara a las sombras.
Entre su ingente legado se encuentra ‘El moderno Sherlock Holmes’. Aunque data de 1924, con la Comique ya en el olvido, se trata de una película que todavía se encuentra bajo la órbita de Schenck, ya que éste tiene su particular influencia como coproductor. Hay distintas versiones sobre este proyecto y en algunas el magnate ruso simplemente no aparece y se atribuye toda la producción al propio cómico.
De una u otra manera, la película es pionera en la técnica argumental del cine dentro del cine. El intérprete encarna a un empleado de una sala de proyecciones cuya ilusión es convertirse en actor y que súbitamente se ve inmerso dentro de una película trabajando como detective. De nuevo, este filme recrea un argumento fundamental de toda su obra: el joven débil que sueña con grandes objetivos y que finalmente los consigue sin perder nunca el sentido de la ética. ‘El moderno Sherlock Holmes’, en cuyo reparto aparece también su padre, es posiblemente el título más fantástico y onírico del cómico y uno de los que ponen a prueba la capacidad visual del público para diferenciar entre lo real y lo imaginado. Sobre todo, si el protagonista desaparece dentro de una maleta.
Ficha técnica:
Título: “Sr. Sherlock” (’El moderno Sherlock Holmes’ en la versión española).
Año: 1924
Director: Buster Keaton
Guión: Buster Keaton, Clyde Bruckman, Jean Havez y Joseph Mitchell.
Reparto: Buster Keaton, Kathryn McGuire, Joe Keaton, Ward Crane, Erwin Connelly y Jane Connelly.
Fotografía: Elgin Lessley y Byron Houck.
Producción. Buster Keaton y Joseph Michael Schenck.
Duración: 45 minutos.
País: Estados Unidos.
Género: Comedia.