FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD –
Guión: Ronald Harwood; basado en la novela “El pianista del gueto de Varsovia” de Wladyslaw Szpilman. Reparto: Adrien Brody (Wladyslaw Szpilman), Thomas Kretschmann (Capitán Wilm Hosenfeld), Daniel Caltagirone (Majorek), Frank Finlay (El Padre), Maureen Lipman (La Madre), Emilia Fox (Dorota), Ed Stoppard (Henryk), Julia Rayner (Regina), Jessica Kate Meyer (Halina), Ruth Platt (Janina). Premios: Oscar al Mejor Director, Mejor actor protagonista, Mejor Guión adaptado. BAFTA (Premios de la Academia Británica): Mejor Película, Mejor Director. Palma de Oro, Festival de Cannes. Premios Cesar (Academia de Cine de Francia): Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor, Mejor Guión adaptado, Mejor Fotografía, Mejor música original. Premio Goya al Mejor Film Europeo
Sin duda alguna, Polanski es un director brillante que durante más de cuarenta años ha dirigido auténticas obras maestras de la cinematografía. Nacido en Paris en 1933 de padres polacos, a los tres años se traslada con su familia a Polonia. Logra escapar del gueto de Cracovia y consigue sobrevivir. Al finalizar la guerra se reencuentra con su padre que había conseguido sobrevivir a Mauthausen; su madre, murió en Auschwitz. Polanski siempre supo que volvería a Polonia para hacer una película sobre este período, pero no quería que fuera autobiográfica. “Durante muchos años he querido hacer una película sobre este período de mi vida y de la historia polaca, pero no había encontrado el material perfecto. Me he topado con infinidad de libros que podrían haberme servido, pero generalmente contaban experiencias demasiado cercanas a las mías, y yo no quería eso”.
Wladyslaw Szpilman (1911-2000), pianista y compositor judío polaco, fue desalojado junto a su familia de su apartamento de Varsovia y apiñado junto con otros miles de judíos en el gueto de Varsovia, donde el pianista se ganó la vida como pudo, interpretando en los bares, en los que se reunían colaboradores y traficantes del mercado negro. Fue uno de estos colaboradores judíos quien salvó a Szpilman del tren que llevó a su familia a la muerte, a Treblinka. Gracias a una red de conocidos de antes de la guerra, a soldados de la resistencia y, sorprendentemente, con la ayuda de un oficial alemán, Szpilman sobrevivió a la guerra. En 1945 escribe sus memorias que fueron publicadas y luego prohibidas por las autoridades comunistas polacas, y retoma su trabajo como pianista de la radio en Varsovia, convirtiéndose en un intérprete y compositor de gran prestigio. En 1998 su hijo consigue reeditar sus memorias: “El pianista del gueto de Varsovia”.
En este libro encuentra Polanski el material que necesitaba para relatar de manera tangencial su propia crónica: “Este libro describe los hechos que recuerdo de mi infancia. No es otra historia más sobre el Holocausto que todos ya conocemos. Describe los acontecimientos desde el punto de vista de un hombre que los ha sobrevivido. Presenta la realidad de aquella época con sorprendente y fría objetividad”. La guerra es vista siempre desde ventanas, puertas medio entornadas, agujeros en la pared… desde una posición casi de espía, es la visión de Szpilman, escondido en algún lugar de la ciudad devastada que asiste desconcertado al horror del que huye, es esta mirada subjetiva la que muestra la personalidad creadora de Polanski. Probablemente otro realizador hubiera optado por mostrar la desesperada lucha de la resistencia judía en el gueto, Polanski nos muestra la desigualdad del combate desde la mirada de Szpilman, a través de una ventana del apartamento en el que se esconde.
Para interpretar a Szpilman (con quien Polanski se entrevistó varias veces) buscó un actor desconocido, después de descartar a 1400 candidatos, finalmente encontró a Adrien Brody. Durante su cautiverio, Szpilman llegó a ser la sombra de sí mismo, como Brody, quien perdió treinta kilos para aportar realismo al personaje, realismo del que nunca quiere escaparse el relato: “Quería que todo en esta película pareciera realista y auténtico, porque es la única forma de transmitir el estado del protagonista”. Además Polanski añadió algunas vivencias personales al guión y visionó varios documentales. Cabe destacar que el realismo es una de las premisas fundamentales en la obra de Polanski, que considera que “no mostrar la violencia de manera realista es inmoral y nocivo”.
El pianista, a quien la guerra sorprende interpretando en la radio una pieza de Chopin, en la primera escena de la película, pasa de tenerlo todo (familia, amor, reconocimiento y dinero) a vivir con nada: “A pesar de ese dolor, creo que El Pianista es mi película más optimista y positiva”.
En una entrevista realizada en el año 2010 durante su “exilio” en Suiza, que forma parte del documental “Roman Polanski, a film memoir”, su amigo, el productor británico Andrew Braunsberg, le pregunta cuál de sus películas se llevaría con él, a lo que Polanski contestó que el film que quisiera se inscribiera en su lápida al morir sea El Pianista.