El retorno a Israel y la creación de su Estado (10ª parte): David Wolfsohn

MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – David Wolfsohn (1856 – 1914), quien fuera el segundo presidente de la Organización Sionista Mundial, nació en Dorbiany, en la Lituania rusa, fue educado en la estricta ortodoxia, practicada por su familia. En 1873, sus padres, para eludir la incorporación de su hijo al ejército zarista (cantonismo) lo enviaron a vivir con su hermano. Su maestro en Talmud Torá fue el rabino Isaac Ruelf, que fue uno de los principales precursores del movimiento Jibbat Zion y ejerció una gran influencia sobre su discípulo. Desde muy joven comenzó a trabajar en Prusia Oriental, en Lyck, donde conoció a David Gordon, uno de los primeros organizadores del Jibbat Zion que editaba el periódico hebreo HaMaguid. Viajó de un lugar a otro realizando diferentes trabajos, incluso fue buhonero, hasta que encontró un empleo en el negocio de la madera y logró independizarse, convirtiéndose en un exitoso hombre de negocios. Tenía gran interés en participar en la vida comunitaria, en organizaciones culturales y filantrópicas, pero sólo encontró el lugar que estaba buscando cuando asistió en Colonia a una conferencia auspiciada por la Sociedad de Historia y Literatura Judía. Allí estaba Max Bodenheimer tratando de difundir sus ideas nacionalistas judías que suscitaron una gran oposición por parte de la mayoría del público. Wolfsohn se levantó para defender al orador y sus opiniones: fue así como lo conoció y comenzó a activar en Jibbat Zion. Wolfsohn era una persona sencilla sin grandes pretensiones personales en un ámbito como ese, no lo guiaban ni la vanidad ni la ambición de destacarse; más bien era tímido y acomplejado por carecer de una educación formal secular. Prácticamente fue uno de las pocas relaciones que carecía de títulos muy cercanas a Herzl, rodeado de prestigiosos “doctores”, lo que le generaba un gran sentimiento de inferioridad.

Wolfsohn fue uno de los muchos cuyos sentimientos afines al sionismo se vieron impulsados con la publicación de Der Judenstaat. Cuando conoció a Herzl en el otoño de 1896, fue seducido por su personalidad y le prometió su total colaboración, especialmente para las cuestiones financieras. A partir de entonces, fue un compañero consecuente de Herzl, y uno de los más mencionados en sus diarios. La visión y las convicciones políticas de Herzl, pese a su carácter mesurado y reservado, lo conmovieron tan profundamente que se comprometió absolutamente con su proyecto sionista. La deuda de Wolfsohn con Herzl es universalmente reconocida; lo que es menos conocido, sin embargo, es el hecho de que Herzl también le debe mucho a Wolfsohn. Herzl, que no sabía casi nada de la vida judía, encontró en él un maestro y un guía. En la cima de los preparativos para el Primer Congreso Sionista, en la esfera del protocolo tan querida por el corazón de Herzl, Wolfsohn le dio al Movimiento Sionista sus dos primeros símbolos: los colores azul y blanco de acuerdo a los del talit, para la bandera del movimiento, y el antiguo término shekel. Él fue el impulso movilizador detrás de la fundación del Jewish Colonial Trust, que dirigió hasta sus últimos días, así como de todas las otras instituciones financieras y económicas del movimiento. A pesar de su enorme admiración por Herzl, Wolfsohn nunca dudó en estar en desacuerdo con él sobre asuntos con los que Herzl no estaba suficientemente familiarizado. Fue por esta condición, que le permitía concretar y llevar a cabo sus proyectos, que Herzl le tomó un profundo afecto, quien lo retrató en términos elogiosos como el “David Litwak” en su novela Altneuland. Wolfsohn acompañó a Herzl en su viaje a Eretẓ Israel para ver al emperador Guillermo II (1898) y en sus viajes a Turquía. La muerte de Herzl fue un golpe terrible para Wolfsohn, quien prometió en su tumba no olvidar a Jerusalén ni su sueño de crear un Estado Judío. Herzl lo designó tutor de sus hijos, y Wolfsohn, él mismo sin hijos, fue un padre amoroso y devoto hasta su muerte.

La muerte de Herzl fue un golpe crítico para el Movimiento Sionista, que luego se dividió entre los partidarios de la creación de un Estado Judío en Uganda y los que se oponían a él, además de las divisiones y conflictos existentes entre los sionistas políticos y los “prácticos”. La autoridad personal de Herzl había logrado soslayar las disputas de diverso tenor, pero no había quedado nadie para ocupar su lugar. Wolfsohn era un miembro de la delegación que le pidió a Max Nordau que tomara el lugar de Herzl. Nordau se negó, pero consideró en cambio que el propio Wolfsohn era el candidato más adecuado, y, en la conferencia de la Federación Sionista de Alemania (en Colonia, abril de 1905), Adolph Friedemann le ofreció a Wolfsohn la presidencia. Su constante rechazo, por razones de modestia y honestidad, y por el convencimiento de que ninguna persona, y menos aún él mismo, era digna de tomar el lugar de Herzl. Finalmente se creó un triple liderazgo: Wolfsohn, Nordau y Otto Warburg. Este compromiso fue aceptado por el Séptimo Congreso Sionista, que lo eligió presidente del Ejecutivo y del Consejo General Sionista.

El liderazgo de Wolfsohn del Movimiento Sionista se vio ensombrecido por la tragedia: la figura de Herzl era demasiado enorme, no solo para él, también para el resto del movimiento, que se expresó en una oposición que surgió inmediatamente al comienzo de su mandato. Esto le creó una gran amargura dado los rasgos de su carácter. Tal vez por esa razón, Wolfsohn, con el paso del tiempo, reforzó su carácter y desarrolló un crecimiento de la confianza en sí mismo lo que le permitió convertirse en un hábil orador que podía enfrentarse a los opositores. Sus orígenes en la Europa del Este y su conocimiento de los modos de vida de estos judíos que hablaban idish, le dieron mayor fluidez para enfrentarse con seguridad a un público que podía comprender muy bien los chistes y las referencias a tradiciones compartidas, estos hechos eran muy atractivos para las sectores judíos populares. El proyecto Esquema de Uganda fue eliminado en el Séptimo Congreso Sionista y logró un cambio en el programa logrando un compromiso entre los sionistas “prácticos” y los políticos. Wolfsohn, como un buen mediador, intentó reconciliar las diferencias en el campo sionista, aunque no se logró la unidad total; su actitud moderada se convirtió en su política rectora, que no duró demasiado tiempo, porque la oposición era muy fuerte, pese a que Wolfsohn trató de persuadir a los más intransigentes ofreciéndoles puestos ejecutivos.

Wolffsohn trasladó a la oficina central Sionista a Colonia, y también mudó allí el Fondo Nacional Judío bajo la dirección de Bodenheimer. Invitó a Nahum Sokolow a actuar como Secretario General de la Organización Sionista y fundó el periódico oficial hebreo de la Organización Sionista: Haolam (1907), que fue inicialmente editado por Sokolow. Participó en la Conferencia de Organizaciones Judías en Bruselas (1906) que se reunió para organizar asuntos relacionados con la emigración. Aunque los resultados prácticos de la conferencia fueron insignificantes, su valor reside en el hecho de que la Organización Sionista hizo su aparición junto a otras organizaciones judías en todo el mundo. Cuando su salud colapsó, Wolfsohn se fue de vacaciones a Sudáfrica (1906), un viaje que se transformó en un triunfo para el sionismo y se convirtió en la piedra angular de la Federación Sionista de Sudáfrica. A su regreso, visitó Ereẓ Israel y publicó sus impresiones en Die Welt. El compromiso entre los sionistas políticos y los “prácticos”, que tuvo lugar en el Octavo Congreso Sionista en La Haya (1907) y se expresó teóricamente en el famoso discurso de Jaim Weizmann sobre el “sionismo sintético”, encontró su mediador en Wolfsohn, que moderó del mismo modo a los dos bandos. Su fuerte insistencia puesta en la eficiencia en el trabajo práctico le valió el epíteto “kaufmaennisch“, un insulto dirigido contra él por ambos bandos. Pero tenía la habilidad de actuar como un líder capaz de decidir entre puntos de vista y métodos extremadamente opuestos; también utilizaba el argumento de que todo se hacía para conservar el legado de Herzl. Todos los programas prácticos que se estaban implementando, la apertura de las sucursales del Jewish Colonial Trust en Eretẓ Israel, los comienzos de la colonización, el Fondo Nacional Judío eran, en opinión de Wolfsohn, una continuación de los planes y las actividades del período de Herzl. Fue elegido presidente por 135 votos contra 59.

Después Wolfsohn fue a Turquía, pero no pudo ver al sultán al estallar la revolución de los Jóvenes Turcos (1908) que interrumpió todos sus preparativos. En este momento también se mostró capaz de una acción decisiva al aceptar otorgar un préstamo del JNF a los primeros colonos de Ajuzat Bayit, el núcleo de Tel Aviv , a pesar de la oposición generalizada porque el préstamo solicitado era contrario a las normas del JNF. Se atribuyó un gran valor demostrativo al viaje de Wolfsohn (acompañado por Sokolow) a Rusia en 1908 y a la espléndida recepción que le concedieron el primer ministro Stolypin, el ministro de Asuntos Exteriores Isvolsky y otros miembros del gobierno. Aunque sus intentos de asegurar el estatus legal para la Organización Sionista en Rusia no tuvieron éxito, los judíos oprimidos de Rusia experimentaron cierto grado de gratificación por la muestra de cordialidad con la que fue recibido por el gobierno. Al estallar la revolución de los Jóvenes Turcos, Wolfsohn fue uno de los pocos sionistas que mantuvo la compostura y se negó a dejarse arrastrar por la excitada intriga política del movimiento. En lugar de ello, procedió a organizar una rama del Jewish Colonial Trust en Constantinopla, y encontró y adquirió periódicos allí para la difusión del punto de vista sionista. En 1908 también visitó Hungría, donde los sionistas fueron atacados severamente por los asimilacionistas con ayuda del gobierno, y logró ver al primer ministro y reducir la tensión en cierta medida.

Wolfsohn, que disfrutaba del apoyo de Nordau, fue nuevamente elegido presidente de la Organización Sionista, pese a que la oposición había ganado mucho poder y que llegó a su máxima tensión en el Noveno Congreso en Hamburgo (1909). Hizo todo lo que estuvo a su alcance para acercar a la oposición, a los sionistas “prácticos”, al liderazgo, pero todos sus esfuerzos fueron en vano. Su salud estaba fallando rápidamente y, finalmente, resultó insuficiente para satisfacer las demandas de la oposición. En el Décimo Congreso (Basilea, 1911) renunció a la dirección del movimiento, conservando sólo la dirección de las instituciones financieras y económicas. El centro del movimiento se mudó de Colonia a Berlín, y Wolfsohn, además de permanecer activo en las instituciones mencionadas, también emprendió varios viajes en nombre de la causa. Tenía la intención de establecerse en Eretẓ lsrael e incluso aprendió a hablar hebreo con este objetivo a la vista, pero murió antes de que esto pudiera lograrse. Fue enterrado en Colonia, y en 1952 sus restos fueron llevados a Israel y enterrados junto a la tumba de Herzl en el monte Herzl en Jerusalén. Sus propiedades proporcionaron los medios para crear el edificio de la Biblioteca Nacional y Universitaria en Jerusalén, que también alberga sus archivos, incluidos diarios y cartas, y contiene una sala nombrada en su honor. Fue sólo después de la muerte de Wolfsohn que su personalidad y trabajo fueron plenamente apreciados. Sólo entonces fue reconocido, incluso por sus oponentes, como un hombre del pueblo que se había elevado de las filas en virtud de décadas de trabajo dedicado. También fue un símbolo de la síntesis entre Oriente y Occidente, combinando las mejores cualidades de ambas comunidades judías europeas. Su bondadosa naturaleza, sin embargo, convirtió al justo sucesor de Herzl en una presa fácil para todos aquellos que trataron de aprovecharse de él para la obtención de sus propios intereses y objetivos. Y ese fue uno de los rasgos que caracterizó al período de su liderazgo del Movimiento Sionista. Y esta historia continúa…

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