MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – Hemos decidido continuar con el tema de los viejos documentales registrados en el Yishuv (la Palestina judía anterior a la independencia de Israel) por la fascinación que provocan esas viejas imágenes, la mayor parte restauradas, y que funcionan como ventanas hacia el pasado. Hace bastantes años, un documental televisivo sobre los hermanos Lumière, mostraba la imagen de una locomotora comenzando un viaje en Jerusalén: posteriormente supimos que se trataba de una serie de cortometrajes rodados en 1896 o 1897 por Alexandre Promio, camarógrafo de los inventores Auguste y Louis Lumière, y que fueron los primeros realizados en el país. Palestina era el territorio donde habían tenido lugar la mayoría de los relatos bíblicos, era mucho más que un escenario raro y diferente a lo conocido habitualmente y por lo tanto objeto de interés para numerosos cineastas. El sionismo, el movimiento político que dio lugar al surgimiento de un Estado judío, nació y se desarrolló paralelamente con el cine. En el Yishuv el cine cumplió con el objetivo de contribuir a crear y reforzar la identidad de una nación que estaba en ciernes. Hillel Trystern escribió que “el cine comenzó como un brazo más del aparato de propaganda sionista y continuó así durante muchas décadas”.
Un par de años después, a un joven sionista polaco que estudiaba en Viena, Adolf Neufeld, se le ocurrió que sería muy importante preparar material documental para presentarlo en un Congreso Sionista. Cuando Herzl se enteró de esta idea, envió una cámara cinematográfica a Palestina, pero la operación fue un fracaso y esto determinó que el sionismo oficial desechara la posibilidad de una producción cinematográfica propia. Luego, cuando se hizo la primera película sionista, fue producto de una iniciativa privada. Murray Rosenberg, un sionista británico que había conocido personalmente a Herzl, había tomado fotografías en una visita a Palestina en 1904, justo antes de la muerte de Herzl, y las había proyectado como diapositivas ante un público entusiasta. Para 1911, Rosenberg había establecido conexiones en la industria cinematográfica británica y se había dedicado a la cinematografía, y ese año se embarcó en un segundo viaje a Palestina con su cámara cinematográfica. Filmó en Tiberíades y Haifa, y extensamente en Jerusalén, dedicando una extensa sección a la Escuela de Artes y Oficios Bezalel. También pasó por el nuevo barrio judío establecido cerca de Yafo, pero no lo filmó, anotando en su diario “No pienses mucho en Tel Aviv”. La película completa, una versión de la cual también se distribuyó comercialmente, se estrenó en el X Congreso Sionista en Basilea, con gran éxito. El Fondo Nacional Judío, que entonces estaba expandiendo sus actividades en el área de las diapositivas, también comenzó a interesarse por el cine.
En el período entre la película de Rosenberg y el estallido de la Primera Guerra Mundial, el Fondo Nacional Judío se relacionó con compañías francesas y rusas que filmaron o expresaron interés en filmar en Palestina. Aparentemente, incluso había una compañía cinematográfica local en 1914, encabezada por uno de los padres fundadores de Tel Aviv, Akiva Arieh Weiss. Es este el espacio en donde debemos recordar todo lo que representó en este panorama la figura de Yaacov Ben Dov como lo hemos narrado ya en el texto anterior. Otro texto nos informa que el cine en Israel se remonta a principios del siglo XX con documentales del territorio del Yishuv por parte de pioneros solitarios, como The First Film of Palestine (1911) de Murray Rosenberg y The Awakening Land of Israel (1923) de Ya’acov Ben-Dov. Encargadas por organizaciones sionistas, estas películas se proyectaron frente a comunidades judías de todo el mundo. Mostraban una imagen embellecida de la tierra, enfatizando su redención por el movimiento sionista comenzando con imágenes de sitios históricos judíos en ruinas en una tierra desolada y culminando con imágenes animadas de nuevas ciudades en el Yishuv. El cine más difundido de la década de 1930 se centró en los judíos que habían abandonado su forma de vida “improductiva” de la diáspora en favor de la vida comunitaria y el trabajo agrícola, lo que refleja el predominio del socialismo sionista. Los principales cineastas de este período, como Baruch Agadati (1894–1976) y Nathan Axelrod, eran inmigrantes judíos rusos fuertemente influidos por la Revolución de Octubre de Rusia (1917). “Esta es la Tierra” de Agadati (1933) está dinámicamente estructurado siguiendo las líneas de las secuencias de montaje de Dziga Vertov y Sergei Eisenstein, contrastando un pasado árido con un presente lleno de una gran multitud de judíos, de plantas industriales trabajando a todo vapor, que culmina en una llamada a abandonar el ciudades a favor del trabajo agrícola colectivo en el kibutz. El diario de viaje de Axelrod, Oded the Wanderer (1933), enfatiza el progreso social y material que el proyecto socialista sionista ha traído a la región. Este tema también domina el Sabra de Aleksander Ford (1908-1980) filmada en 1933, que trata sobre una sequía que desencadena un creciente conflicto por el agua entre una comuna judía socialista y una tribu árabe encabezada por un jeque despótico. El conflicto se resuelve cuando el agua brota del pozo de los judíos para beneficio de todos, y es seguido por un epílogo al estilo soviético que muestra tractores arando la tierra, superpuestos con las siluetas de trabajadores agrícolas que marchan hacia un futuro utópico. Y esta historia continúa…