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‎2 Heshvan 5785 | ‎02/11/2024

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El retorno a Israel y la creación de su Estado (1ª parte): introducción

El retorno a Israel y la creación de su Estado (1ª parte): introducción

MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – Después de un largo deambular por la dispersión del Pueblo Judío e investigar la historia sobre las diferentes comunidades que integran las diásporas, hemos decidido retornar a nuestros orígenes, donde todo comenzó. Debemos recordar que en la base del sionismo, el movimiento político que permitió la organización de las instituciones que gestaron la creación del Estado de Israel, se encuentra el origen y la historia religiosa del judaísmo. Existe un texto que refrenda esa memoria de la tierra perdida por milenios. “Jerusalén es el corazón de la nación de Israel, patria de la creación religiosa y nacional de las generaciones. Jerusalén se encuentra en el centro de la conciencia del Pueblo Judío. Cuando los judíos eran soberanos en su tierra, Jerusalén era su capital. Cuando fueron exiliados de su tierra, Jerusalén permaneció grabada en sus corazones. Los exiliados de Babilonia juramentaron ‘Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, que quede seca mi diestra. Péguese mi lengua a mi paladar, si no me acordara de ti, si no prefiriere a Jerusalén al principal objeto de mi regocijo’ – Tehilim (Salmos) 137:5-6”. Jerusalén está en el centro de la evocación diaria en las plegarias. Cuando un judío reza en cualquier parte del mundo, su rostro y su corazón están dirigidos a la tierra de Israel y a Jerusalén. Cuando un judío se casa, recuerda a Jerusalén en el acto de matrimonio. Cuando un judío construye una casa, deja un rincón sin pintar, en memoria de la destrucción de Jerusalén. Es la capital del Estado de Israel y la capital espiritual del Pueblo Judío en la diáspora. Las sinagogas están orientadas hacia Israel y también las tumbas. El emperador Adriano intentó borrar el recuerdo de Jerusalén de la memoria de los judíos: cuando la conquistó y destruyó, le cambió su nombre por el de Elia Capitolina, confiando en terminar con su evocación en el corazón de los judíos. De hecho, los romanos lo hicieron con Cartago, con su total destrucción y cubriéndola de cenizas. Los judíos no permitieron que esto ocurriera y por tanto esta historia continúa…