El retorno a Israel y la creación de su Estado (20ª parte): Max Nordau y el judaísmo muscular
MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – A fines del siglo XIX surgió en Europa una nueva manera de vivir para los jóvenes, una valorización de la naturaleza y de la vida al aire libre, la importancia de las prácticas deportivas en el cuidado del cuerpo y de la salud. Se hacen frecuentes las excursiones campestres para la gente que vive y trabaja en las ciudades contaminadas y superpobladas. En Gran Bretaña, Alemania, Francia se hicieron grandes esfuerzos para introducir la gimnasia en los planes de estudio de las escuelas públicas. Así los ejercicios físicos cobraron gran importancia como parte de una buena salud. Cuando el Barón Pierre de Coubertin organizó los Primeros Juegos Olímpicos 1896 proclamó que “Yo broncearé una juventud solitaria y confinada, su cuerpo y su carácter, por medio del deporte, sus riesgos e incluso sus excesos”. Sin embargo estas nuevas prácticas no estaban a menudo pensadas para incluir a los judíos; muchos grupos, por ejemplo en Alemania, se negaban a incluirlos; uno de los dirigente afirmó que “Hay ciertos imponderables que siguen siendo extraños en el judío corriente, el cual carece de cierto frescor y sencillez”.
En el Congreso Sionista realizado en 1898, Max Nordau hizo una apelación para la creación de un “nuevo judío” y de un “judaísmo muscular” que marcara el comienzo de una nueva conciencia de la cultura física entre los judíos, particularmente en Europa. A principios del siglo XX se crearon clubes de gimnasia, alentando a miles de jóvenes judíos a participar en la cultura física y para que sirviera como marco para las actividades sionistas. En 1895, los judíos alemanes que vivían en Estambul habían creado un el primer club de gimnasia judío después de ser expulsados del nacionalista club alemán local. En 1897, un club de gimnasia judío llamado Gibor (más tarde llamado Sansón) fue fundado en Phillipople, Bulgaria. Mientras que el club judío de Estambul fue creado como producto de un hecho antisemita, en Bulgaria fue una expresión de la recién despertada conciencia nacional judía, imitando el ejemplo de “Sokol”, el movimiento nacional de gimnasia eslava. El antisemitismo y el nacionalismo judío, entonces, eran responsables del crecimiento del movimiento judío gimnástico y de nuevas prácticas judías. Las exhortaciones de Max Nordau no cayeron en oídos sordos. En 1898, se creó en Berlín el Club Bar Kojba, y en poco tiempo, surgieron docenas de otros clubes de gimnasia judíos, principalmente en países de habla alemana. Esta actividad generalizada culminó con la creación del Juedische Turnerschaft, en 1903: una organización de clubes de gimnasia judíos. La exhibición de gimnasia que realizaron los miembros del Turnerschaft para los delegados del VII Congreso Sionista en Basilea y para posteriores congresos, suscitaron orgullo y admiración: son evidencia tangible de la conexión entre la cultura física judía y el movimiento nacional judío. Continuando con la tradición alemana, los primeros clubs de deportes judíos se dedicaron únicamente a la gimnasia. Pero para 1906, se crearon clubes deportivos para el desarrollo de otras actividades deportivas; los pioneros en ese campo fueron los judíos húngaros que crearon el club de esgrima VAC y el Athletikai Club en Budapest ese mismo año y en 1909, el Club Hakoaj de Viena.
A comienzos de la Primera Guerra Mundial, el movimiento deportivo judío se había extendido a otros países europeos y del Medio Oriente. Aunque a causa de la guerra se habían cerrado muchos clubes, también proporcionó el impulso para la creación de otros nuevos, como fue el caso del club de Varsovia. El régimen ruso había prohibido la organización de clubes deportivos judíos, pero las autoridades de la ocupación alemana, en 1915, permitieron a los judíos crear el club Macabi. Este llegaría a ser el club atlético judío más grande de Europa durante el período entre las dos guerras mundiales. Los cambios políticos determinados por la I Guerra Mundial llevaron a la creación de decenas de nuevos clubes judíos, y se creó una nueva organización en 1921- el Maccabi World Union (Uth). En él se habían congregado la mayoría de los clubes atléticos judíos. Los objetivos a los que aspiraba eran “el rejuvenecimiento físico y moral de los judíos por el bien de restauración y la existencia de un Estado para los judíos”.
En el período entre las dos guerras mundiales, las actividades de Macabi Mundial se extendieron por todo el mundo judío, llegando hasta Australia, América del Sur y Sudáfrica. El centro de la actividad, sin embargo, permaneció en Europa en forma de cientos de clubes Macabi. Los más destacados fueron el mencionado Hakoaj Club de Viena y el Club Haguibor de Praga, cuyos logros notables en pista a niveles nacional e internacional y competencias de natación despertaban orgullo e identificación entre los judíos europeos. El más grande de todos fue el equipo de fútbol Hakoaj, que ganó el Campeonato austríaco en 1925. Los mejores jugadores de fútbol judío en Europa Central se unieron a sus filas, logrando la fama mundial del equipo. Por todas partes los clubes de Europa, Estados Unidos y Eretz Israel despertaban entusiasmo y orgullo entre los judíos. Además de la práctica de actividades deportivas, los clubes Macabi se convirtieron en el centro de amplias e intensas actividades culturales y sociales. Eran más que organizaciones deportivas que promovían el buen estado físico; también ejercieron una influencia considerable entre las comunidades judías. El Maccabi World Union no fue la única organización de cultura física. Durante la década de 1930, la organización de Hapoel en Eretz Israel funcionaba con decenas de clubes deportivos en la diáspora, principalmente en Polonia, Letonia y Lituania. A pesar de las limitaciones políticas y financieras vigentes, llevaron a cabo numerosas actividades deportivas y sociales.
Betar era también muy activo en la promoción del deporte para la juventud judía. Los clubes de Betar en China y Manchuria fueron destacados en el ámbito de sus actividades y en la calidad de sus logros atléticos. Además de estos marcos sionistas, había otros clubes atléticos judíos que no deben ni olvidarse ni ignorarse, como los clubes del Bund en Polonia, los Estados Unidos, y Canadá, una red de instalaciones deportivas magníficas en los centros comunitarios judíos construidos por judíos residentes en los Estados Unidos de América del Norte. Estos centros siguen floreciendo hoy en día. Esa exhortación de Max Nordau para crear un “judaísmo muscular” había caído en terreno fértil. La intención había sido la de crear otro tipo de individuo, rechazando el viejo estereotipo con el que el viejo antisemitismo acostumbraba a representar a los judíos. No estamos muy seguros que haya tenido éxito en este intento, pero los judíos aceptaron este nuevo desafío y cambiaron como el resto de la población sus hábitos de tradicionales de vida. Y esta historia continúa…
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