MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – Después de un largo recorrido por territorio soviético, el ejército de Anders finalmente llegó a Irán. Allí descansaron del larguísimo recorrido, se calentaron a la luz del sol, también nacieron muchos niños, a los que se llamó en Israel “niños de Teherán”. Después de negociaciones entre la Agencia Judía y la administración británica en Palestina, 800 de esos niños judíos recibieron certificados que les permitían emigrar a Palestina. Entre los judíos que formaban parte de la tropa se encontraba el polaco David Azrieli, que a los 18 años logró huir de la Polonia ocupada por los nazis para finalmente llegar, después de un muy largo deambular, a Bujara, donde se unió a las tropas de Anders. Con ellas llegó a Irán y luego a Irak, donde conoció a Moshé Dayan y al italiano Enzo Zereni, uno de los fundadores del kibutz Guivat Brenner. Entre ambos lo convencieron de ir con ellos a Palestina, a la entró con un contrabando de armas. Más tarde sería el magnate que construiría edificios monumentales en Israel. En 1942, los soldados del ejército de Anders llegaron a Palestina, entre ellos 3.000 judíos que abandonaron las filas polacas, en tanto que otros muchos judíos polacos decidieron continuar con las tropas para luchar contra los alemanes en Italia. Los judíos palestinos (incluyendo a Moshe Dayán) establecieron una sofisticada red de oficinas, casas de seguridad, y remotos kibutzím donde había buenos escondrijos y documentos falsos para aquellos que habían dejado el ejército. Anders, según Davies (el historiador que escribió sobre todos estos hechos), tenía una actitud favorable para con sus soldados judíos, diciendo a un grupo de oficiales polacos: “los judíos están luchando por su libertad y no tengo intención de interponerme en su camino”. Escribiendo 20 años más tarde, Anders comentó: “dí instrucciones precisas de no perseguir a los desertores. Pensaba que los judíos consideraron que su primer deber era la lucha por la libertad de Palestina; tenían todo el derecho de defender esa posición”. Las autoridades británicas no estuvieron de acuerdo con esta actitud de Anders, de permitir que sus soldados judíos desertaran abandonando el ejército. La policía militar británica ofreció hacer retornar a los desertores que fueran descubiertos, pero Anders rechazó el ofrecimiento. Después de algunas escaramuzas sangrientas, las autoridades británicas decidieron reducir el número de visas de inmigrantes judíos a Palestina en una cantidad equivalente a la de los desertores del ejército de Anders. Los soldados del ejército de Anders fueron transportados por primera vez a Palestina en mayo de 1942; muchos llegaron allí en 1943. Pero no fueron los únicos polacos desplazados al Medio Oriente en la agitación de la Segunda Guerra Mundial. Ya en el año 1940, los Carpathian Shooters estaban estacionados allí: después de luchar en el desierto de Libia, se unieron a las tropas evacuadas de la URSS. En Palestina, principalmente en Tel Aviv, la mayoría de los inmigrantes del período de entreguerras eran judíos polacos. Aparecieron restaurantes, cafés, tiendas, sastres, barberías e incluso empresas comerciales e industriales polacas a gran escala, polacas no solo en el nombre, sino también en sus métodos de distribución y en la forma en que atendían a los clientes. El idioma polaco se mantuvo como un socio igualitario del hebreo y el inglés. Como señala la periodista Karolina Przewrocka-Aderet en su libro Polanim, el censo de Israel de 1926 establece que los inmigrantes de Polonia constituían el 36,7% de todos los judíos palestinos. Según datos del Consulado de Polonia, en enero de 1944, 30.000 emigrantes judíos de Polonia hablaban polaco en el hogar, incluido uno de cada cinco residentes de Tel Aviv. También había muchos refugiados civiles en Palestina, incluidas algunas figuras famosas de la vida política y literaria polaca, como los poetas y escritores Władysław Broniewski, Marian Czuchnowski y Anatol Stern, que constituían el principal centro de polacos en el exilio; Tel Aviv y Jerusalén asumieron el papel anterior a 1939 de ciudades como Varsovia, Cracovia, Łódź, Poznań y Lwów. La población judía polaca era muy numerosa en ese momento, cuando llegaron estos combatientes: formaban lo que se llamó la ‘Pequeña Polonia’ de Palestina.
Según el relato de Ksawery Pruszyński en su Walczymy (Luchamos), una colección de los reportajes de guerra publicados en Jerusalén en 1943, Palestina parecía una tierra de cuento de hadas: […] Vi que estábamos acuartelados en un área rodeada por todos lados de naranjales. Sentí como si de repente me encontrara en la gloriosa y colorida tierra de cuentos de hadas de Disney. El verde saturado de los árboles estaba en todas partes, adornado con miles de frutas de color naranja dorado, todo contra el telón de fondo del cielo azul celeste. Czuchnowski confirmó que el distrito judío de Palestina era “ciertamente una Europa en miniatura, pero hábilmente establecida, segura de sí misma, valiente”. Para Broniewski, Tel Aviv le recordaba al barrio Żoliborz; Czuchnowski señaló que tenía algo de las ciudades costeras de ‘Gdynia, Sopot, Jastarnia’. Muchos de los literatos polacos aquí se fascinarían con la idea del kibutz: en sus principales reportajes Pruszyński y Wańkowicz escribieron sus propios relatos sobre los kibutzim. Czuchnowski escribió a quemarropa que eran “el lugar de nacimiento del hombre nuevo”. Una muestra representativa completa de la intelectualidad de antes de la guerra vivía en Palestina: más de un tercio de los refugiados polacos habían tenido profesiones liberales. Como señaló Artur Patek en su artículo sobre la emigración polaca a Tel Aviv, en 1944, según censos del Ministerio de Trabajo y Bienestar Social, Palestina albergaba a numerosos polacos: 161 maestros de escuela; 129 funcionarios de ministerios; 104 ingenieros; 86 abogados y abogados en formación; 86 escritores, periodistas y artistas; 84 dentistas y farmacéuticos; y 30 jueces, fiscales, notarios y trabajadores del Ministerio de Justicia. Así, muchos de las filas del ejército de Anders describieron su tiempo en Palestina con gran emoción. El clima mediterráneo fue un inesperado soplo de aire después de sus experiencias sofocantes en el calor de los campamentos del desierto iraquí. El escritor y poeta Marian Czuchnowski expresó tales sentimientos en su Cofnięty Czas (Tiempo al revés), las memorias que escribió durante la batalla, que se publicaron en Londres en 1944. Según datos de 1946 de la Editorial Polaca, la circulación de libros en polaco publicados en Palestina ascendió a más de medio millón de copias en el transcurso de cuatro años. Se imprimieron clásicos de la literatura polaca, así como lecturas y libros de texto para los 7.000 estudiantes polacos ubicados en todo el país, y también hubo obras completamente nuevas. En Palestina, aparecieron nuevos y pequeños volúmenes de la poesía de Broniewski como Bagnet Na Broń [Bayoneta armada] y Drzewo Rozpaczające [El árbol desesperado], así como extractos del poema inacabado Bania z Poezją, al igual que dos cuentos de Anatol Stern (‘Odpowiedzialność Nazisty’ [La responsabilidad de los nazis] y ‘Żyd z Polski’ [Un judío de Polonia], ambos traducidos al hebreo). También estaba De Profundis de Melchior Wańkowicz– un reportaje histórico en el que el personaje de ‘Mel’ recorre la historia del movimiento sionista. Roman Brandstaetter hizo su debut como dramaturgo cuando el Teatro Nacional Habima de Tel Aviv presentó su Kupiec Warszawski (Mercader de Varsovia). Además de obras de escritores que ya eran conocidos antes de la guerra, varios autores jóvenes que llegarían a desempeñar un papel en la literatura polaca, presentaron aquí sus primeros éxitos. Un ejemplo es Artur Międzyrzecki, cuyo primer volumen Namiot z Kanady (Una tienda de Canadá) se publicó en Palestina. También hubo numerosas publicaciones periodísticas: Gazeta Polska (El Periódico Polaco), con su sección infantil Nasza Gazeta (Nuestro Periódico); el quincenal literario-político W Drodze (En el camino); Głos Polski (La Voz de Polonia); Nasze Drogi (Nuestros caminos); y otros, ya sean militares, relacionados con la exploración o cubriendo asuntos comerciales.
Los relatos de los miembros del Ejército de Anders incluyen poca mención de relaciones más estrechas con el pueblo palestino. Los detalles generalmente se reducen a descripciones etnográficas de las ciudades árabes a las que viajaron, o informes de visitas a mercados, etc. De manera similar, los autores dedicaron poco espacio a los judíos de Medio Oriente; parece que, dada su proximidad cultural, los judíos polacos eran su compañía natural. Y esta historia continuó…
(En la imagen, cementerio de soldados polacos cristianos en Irán)