MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – En la guerra contra Rusia (1806-1812), los turcos fueron derrotados y obligados a ceder tierras en el mar Negro. Cuando Grecia inició su Guerra de Independencia en 1821, el Imperio pidió la ayuda de Mehmet Alí, virrey de Egipto; sin embargo, Grecia consiguió la independencia (1827), cuya soberanía no reconoció hasta 1829. Inició la reorganización del ejército en 1826, masacrando a los jenízaros, cuerpo militar de elite que se había opuesto a sus reformas. También introdujo un órgano colegiado de gobierno, la educación obligatoria y los censos. En 1832 Mehmet Alí demandó Siria, por entonces parte del Imperio Otomano, como contrapartida a su ayuda en la guerra contra Grecia. El sultán Mahmud se negó y Mehmet Alí invadió Siria y Asia Menor, donde obtuvo la victoria en Konya. En 1839 el sultanato reanudó la guerra contra Mehmet Alí, al que no pudo derrotar y que se consagró obteniendo el reconocimiento como gobernante hereditario de Egipto (1841). Mahmud acabó también con las influencia de las organizaciones religiosas populares y educativas. A finales del siglo XIX, los millets, que habían sido las comunidades no musulmanas autogobernadas y que luego con la revolución de los Jóvenes Turcos, fueron eliminadas. Sin embargo persistían como una realidad cultural y sociológica, pero ya no tenían estatus jurídico ni significado político.
Por un lado, los judíos no estaban preparados para la transición de millet a minoría; por el otro, el programa político republicano no hizo ningún esfuerzo serio para integrar a las comunidades no musulmanas en una nueva comunidad nacional. Los judíos, en su mayor parte, no hablaban turco con gran facilidad, sino que hablaban ladino (judeoespañol). Si fueron educados más allá de la escuela primaria, aprendieron francés y se convirtieron en uno de los grupos francófonos más grandes de la región, gracias a una red de escuelas construidas y mantenidas por judíos franceses a través de la Aliance Israélite Universelle. Tal influencia francesa en la comunidad judía, junto con la Haskalá o movimiento de la Ilustración judía, llevó a un grupo significativo de modernizadores judíos, algunos de los cuales (Albert Fua, Emmanuel Carasso y Nissim Mazliach) no solo apoyó el movimiento de los Jóvenes Turcos, con sede en Salónica, donde los judíos eran particularmente influyentes, sino que desempeñó un papel principal. Sin embargo, pronto quedó claro que el compromiso republicano con la igualdad, en el que se había basado el apoyo judío, estaba sustancialmente vacío. En efecto, los Jóvenes Turcos se apropiaron de los aspectos más dudosos del modelo jacobino francés —la unificación implacable, la centralización y la homogeneización cultural— al tiempo que rechazaron sus aspectos más democráticos, más específicamente de un universalismo generoso y un compromiso de principios con la igualdad.
Con la pérdida de prestigio del gobierno de los jóvenes turcos, debido a las derrotas en las Guerras Balcánicas y del territorio europeo del antiguo Imperio, fueron sustituidos por un gobierno militar que generará el genocidio padecido por la comunidad armenia y los sufrimientos ocasionados a la comunidad judía residente en el Yishuv de Palestina durante la Primera Guerra Mundial. Y esta historia continuará…