“El Santo Oficio” (1973), de Arturo Ripstein (México)
FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD –
Guión: Arturo Ripstein y José Emilio Pacheco. Reparto: Jorge Luke, Diana Bracho, Claudio Brook, Ana Mérida, Silvia Mariscal, Rafael Banquells, Mario Castillón Bracho, Arturo Beristáin, Jorge Fegán, Farnesio de Bernal, Peter Gonzales Falcon y Florencio Castelló.
“Esta película es una ficción inspirada en hechos reales y documentos verdaderos. La realidad a la que aspira no es la certidumbre de la historia, sino la verosimilitud de la fábula”. Con esta frase cierra su película el director Arturo Ripstein, sólo él, avezado en desmenuzar los conflictos del ser humano hasta el más mínimo detalle, podía realizar la película que el tema merece.
La película describe cómo un sacerdote dominico que asiste al funeral de su padre se entera por primera vez que su familia judía conversa sigue en secreto los ritos judíos. El seguir los ritos judíos es suficiente para que la Santa Inquisición, en este caso la sucursal mexicana, secuestre, torture e incaute los bienes de la familia. Sólo hace falta una denuncia y quién es el denunciante sino el propio hijo, sacerdote dominico. De allí en más se desata una tormenta de insultos y menosprecio. En este caso, todas las atrocidades son causadas por la propagación de una peste, que para los obispos y cardenales de la iglesia católica es un claro indicio de la maldad de los judíos. Son los judíos quienes han causado la peste, por lo tanto hay que exterminarlos y quedarse con sus bienes.
Como todos los filmes de Arturo Ripstein, es imposible dejar de ver “El Santo Oficio” porque atrapa desde un principio. La factura técnica es impecable, la iluminación, la fotografía, los actores, la música. Nadie puede dudar que estamos asistiendo a una parte de nuestra historia.
El 10 de septiembre, el festival de Venecia premiará a Arturo Ripstein para celebrar sus 50 años de carrera. El homenaje se realizará justo antes de la proyección de su última película, La calle de la amargura. “Ripstein es el cineasta más vital, tenaz y original de la generación que debutó a mediados de los sesenta, heredero de la edad dorada de los estudios cinematográficos de México y precursor de una nueva generación de autores contemporáneos como Carlos Reygadas, Guillermo del Toro y Nicolás Pereda”, manifiesta el director del festival de Venecia, Alberto Barbera. “En sus muchas películas inolvidables, la mayoría co-escritas con (su esposa) Paz Alicia Garciadiego, Ripstein le ha dado vida a un universo inquieto y afligido, poblado por personajes al borde de un abismo en el que están destinados a caer. La extraña mezcla de belleza y brutalidad, compasión y violencia, ironía y tristeza añade una dimensión totalmente personal a su cine, que ahonda sus raíces en la tragedia popular y las atmósferas del melodrama”.
Arturo Ripstein nació en México el 13 de diciembre de 1943, en el seno de una familia judía. Comenzó muy joven su carrera en el cine. Se inició como actor y ayudante de dirección en varias películas. Su padre, el productor Alfredo Ripstein, lo familiarizó desde pequeño con la cinematografía mexicana. A los quince años presenció el rodaje de Nazarín (1958) y descubrió a Luis Buñuel, con quien desarrolló una estrecha relación maestro-alumno. En 1962 trabajó de ayudante de dirección con él en El Ángel Exterminador. En 1965, a los 21 años, gracias a la ayuda de su padre, dirige su primera película, Tiempo de Morir, a partir de un guión de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes. Durante los años setenta Ripstein se consolidó como director e inició una de las etapas más fructíferas de su carrera, que incluye tres de las cintas más importantes del cine mexicano contemporáneo. La soledad de las almas y la imposibilidad de cambiar la propia naturaleza son temas recurrentes en la filmografía de Ripstein. Variaciones sobre estos temas se localizan en todas sus películas, particularmente en El castillo de la pureza (1972), Principio y fin (1993), La reina de la noche (1994) y Profundo carmesí (1996). El plano-secuencia es su herramienta fundamental para la puesta en escena. Estas características han hecho de Ripstein un director controvertido: amado y odiado, pero nunca ignorado. Para los que saben descubrir el buen cine su carrera se va convirtiendo en una de las más significativas e importantes del cine mexicano y mundial de las últimas décadas, lo que le ha proporcionado múltiples premios tanto a nivel nacional como internacional y el reconocimiento en todo el continente como el mejor director de América Latina, entre ellos la Concha de Oro del Festival de San Sebastián a la Mejor Película en 1993 por Principio y fin y en 2000 por La Perdición de los Hombres.