LA PALABRA – Siendo adolescente aprendí una canción republicana de la Guerra Civil Española llamada “El tururururú”, una de cuyas estrofas decía “Los americanos son dueños de todo/ yo soy español y en España me jodo”. Llevo muchos en este país y todavía no entiendo el sentimiento anti-estadounidense que destila este canto. Y es que, hasta donde sé del tema, si hubo norteamericanos combatiendo en aquella contienda, fueron los voluntarios del bando republicano, muchos de ellos de origen judío. Sin embargo, nunca he conocido un solo verso entonado en esa guerra que hable mal de los alemanes o los italianos que los bombardeaban y mataban.
Esa misma canción fue grabada por el artista chileno Víctor Jara y el grupo Quilapayún, que pusieron la banda sonora a muchas revoluciones y alzamientos de la izquierda mundial en los 70. Y, a pesar de la implicación de los servicios secretos de EE.UU. en la lucha anti-comunista en Latinoamérica y en el golpe de estado de Pinochet, en esa versión no aparece la estrofa anti-americana, ni siquiera adaptada (por ejemplo, “yo soy chileno y en Chile me jorobo”). La conclusión obvia es que ese sentimiento o prejuicio está anidado en el subconsciente español, independientemente de la realidad. ¿Qué le hicieron los estadounidenses a los españoles (antes del año 1936, por referirnos a la canción) para ser objeto de este odio? ¿Ganarles la Guerra de Cuba? ¿La izquierda española no puede perdonar que arrebataran a la Corona una de sus últimas colonias?
Creo que el anti-americanismo español se aloja en la misma parte del “cerebro reptil colectivo” (permitidme, a falta de algo mejor, esta expresión pseudocientífica) donde mora su judeofobia, el odio y prejuicio hacia el judío, hoy día disfrazado de un anti-israelismo que supone que EE.UU. e Israel son dos caras de la misma moneda. Para los que así piensen, les recomiendo que pongan en Google “Netanyahu y Obama” para comprobar la falacia de esta suposición. Y a los que piensen que este enfrentamiento es coyuntural, les sugiero un poco de lectura histórica sobre la creación del Estado de Israel, cuyo principal valedor entonces en los foros internacionales fue el canciller soviético Gromyko, mientras que el presidente Truman tuvo que enfrentarse a la mayoría antisemita de su propia administración. Sí, señores: hasta la Segunda Guerra Mundial, los EE.UU. era un país con una muy alta tasa de sentimientos antijudíos.
Desde esas décadas del siglo XX ha llovido mucho, y muchos papeles se han mojado. Sin embargo, en Mallorca nadie canta “los alemanes son dueños de todo”, ni en la Costa del Sol hacen una versión similar sobre los saudíes, ni los anti-sistema catalanes se quejan de que el Barça esté en manos cataríes. Y para el odio al americano no cabe echarle la culpa a la iglesia católica como en el caso de los prejuicios anti-judíos. Por eso prefiero, en estos casos, recurrir al símil del cerebro reptil, aquella parte de la mente que responde a los instintos más básicos, aunque el resto de los sesos intenten encontrar explicaciones traídas por los pelos para esta conducta de discriminación. Que no caben más excusas filosóficas, políticas o sociales para justificar lo injustificable. Que como dice el estribillo de la misma canción, “que la culpa la tienes tú”.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad
El tururururú
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