“El viejo y el niño (Le vieil homme et l’enfant)” (1966), de Claude Berri (Francia)
FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD –
Reparto: Michel Simon, Luce Fabiole, Alain Cohen, Roger Carel, Paul Preboist, Aline Bertrand, Zorica Lozic, Sylvine Delannoy. Premios: Festival de Berlín 1967: Oso de Plata – Mejor actor (Michel Simon), Premio Interfilm
Un matrimonio judío, para poner a salvo a su hijo Claude, lo envía a vivir al campo con Pepe y Mémè, una pareja de ancianos católicos que acogen al niño sin saber que es judío. Pepe es un antisemita y anticomunista recalcitrante: está convencido de que los judíos y los comunistas son los responsables de todos los males que aquejan a Francia. Durante los peores días de la guerra, poco a poco empieza a forjarse una amistad sincera entre el viejo y el niño.
“El viejo y el niño” es el primer largometraje dirigido por el cineasta Claude Berri, después de ganar un Oscar por su cortometraje “Le poulet” (1965). La película tiene una base autobiográfica y es sobresaliente en su planteamiento: ofrece una visión singular de la Segunda Guerra y del antisemitismo, algo que ha existido siempre y que a veces aflora incluso en personas tan entrañables como el personaje de Pepe; que no proviene exclusivamente del ejército invasor, sino que se encuentra presente en gran parte de la población francesa.
El hecho de que el film esté narrado desde el punto de vista del niño le da un aire de objetividad, desvinculándose de cualquier tipo de crítica o juicio y con una narración que hace de la sencillez una declaración de principios y que se construye a partir de la sucesión de pequeños detalles de la vida cotidiana. “El viejo y el niño” es una historia emotiva en la que un ser en el comienzo de la vida y otro que ya está en el ocaso, mantienen una especial conexión a pesar de la condición de uno y otro. Alejándose del sentimentalismo y centrándose en la necesidad de cariño en las dos edades en las que resulta más necesario, Berri expone la relación entre Claude y Pepe de forma consistente, para lo que cuenta con una ayuda fundamental: la maravillosa actuación de Michel Simon, capaz de dotar a su personaje de un conjunto de matices que, en más de una ocasión, parece intercambiar los roles con su joven compañero de reparto; el pequeño Alain Cohen quien, en su primer papel cinematográfico, se comporta con gran naturalidad, consiguiendo que la actuación de un niño nos resulte creíble. Claude es un personaje muy interesante, ya que al no conocer sus pensamientos y ser totalmente inocente llega a un punto en que no sabemos si se cree los discursos de Pepe sobre los judíos o si simplemente le sigue la corriente.
La historia está llevada de forma que huye de todo moralismo; resulta ejemplar la forma cómo se trata en este film un tema tan delicado como el antisemitismo. Berri nos presenta la historia con absoluta imparcialidad, sin recrearse en elementos melodramáticos o situaciones forzadas. Pepe es un personaje que cae bien al espectador a pesar de sus continuos discursos anti-judíos. A veces resulta imposible no simpatizar con ese ancianito que cuida a su perro como si fuera su propio hijo, que juega con ese niño con tanta ternura y que, además, es vegetariano porque cree que es inhumano devorar a seres vivos. Todo esto contrasta con el desprecio y el odio que parece sentir no ya sólo hacia los judíos sino también hacia masones y bolcheviques.
Por último, la realización de Berri ayudada por una excelente fotografía en blanco y negro contribuye a crear un ambiente de una pureza y una delicadeza especiales. Destacables las escenas en las que Claude juega en el campo con su amiga o con Pepe, de autenticidad asombrosa. Estos pequeños momentos consiguen retratar la armonía en la que viven sus personajes, bajo la que se esconde algo terrible aunque no lo parezca.
Claude Berri (1934-2009), cuyo verdadero nombre era Claude Langman, era hijo de un matrimonio judío formado por un peletero y una mujer que trabajaba en una fábrica. Aunque durante un tiempo trabajó en el negocio de su padre, tenía muy claro que quería ser actor, por lo que asistía a cursos de interpretación. Como consecuencia de que no acababa de consagrarse como intérprete, Berri tomó la decisión de pasarse a la dirección y posteriormente a la producción. Fue el productor de cabecera de directores como Jean-Jacques Annaud y Costa-Gavras y trabajó también con otros grandes como Roman Polanski o Pedro Almodóvar. Su influencia llegó a ser tan grande que se le conocía como “el último sultán” o “el padrino del cine francés”. Como director realizó entre otras: “Germinal” (1993), con Gérard Depardieu y Miou-Miou; “Jean de Florete” (1986) y “La venganza de Manon” (1986), con Emmanuelle Béart.