LA PALABRA – Varias culturas de la Antigüedad consideraban que la materia y la naturaleza se conformaban de cuatro elementos, a saber: agua, tierra, fuego y aire. En el judaísmo aparecen citados en el cabalístico Sefer Yetzirá (Libro de la Creación): “aire y agua y fuego, el cielo se creó al principio a partir del fuego, la tierra a partir del agua, el aire se creó mientras tanto del viento decisivo”. En el relato bíblico del Génesis (el origen del universo), no obstante, estos elementos aparecen mencionados en otro orden. El primero en hacerlo es la tierra, en el primer versículo que lo es también de toda la Biblia judía: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (en hebreo, ha-aretz). Al final del versículo siguiente nombra a otros dos elementos por vez primera “el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas”. Aquí tenemos que aclarar que en hebreo se utiliza la misma palabra para “espíritu” que para “viento” o “aliento”, ruaj; y la misma frase incluye al agua, ha-mayim, con la particularidad de ser una palabra que se enuncia siempre en plural (por lo que es frecuente que en muchas traducciones aparezca siempre como “las aguas”). Por último, el fuego (en hebreo, esh) no aparece citado como tal, pero sí la luz, en el tercer versículo inicial del libro: “Y dijo Dios: haya luz (en hebreo, or) y hubo luz”.
Los cabalistas, místicos esotéricos que buscan huellas divinas en el propio enunciado bíblico y aún en la propia ordenación de las letras en cada palabra, llegan incluso a convertir la primera palabra del Libro en un acrónimo de su contenido. Así, la palabra hebrea bereshit (traducida como “en el principio” y compuesta con la misma raíz de letras que cabeza o encabezamiento) podría, según estos reveladores de lo oculto en los textos sagrados, ser las iniciales de la frase hebrea “Bará Ruaj Eretz SHamayim Yam Tehom” = creó viento tierra cielos mar abismo. Pero hay mucho más detrás de los elementos y una aclaración que hacer: en algunas culturas ancestrales se nombra un quinto elemento, el espíritu. Pero tal como hemos señalado antes, en el judaísmo el aire, el viento y el espíritu son un mismo y único elemento.
También destacamos antes que los primeros versículos hablan de la luz y no del fuego, cuyas letras en hebreo forman parte de la definición del ser humano: ish para el varón, ishá para la mujer. También existía ishé: una víctima humana sacrificada en un altar ígneo. Pero existe otra palabra para hablar de los seres como los que están leyendo estas palabras: adam (como el nombre de Adán), con las mismas letras con que se construye la palabra adamá (tierra, el material, no el lugar como en aretz) o, mejor, bnei Adam (literalmente, hijos de Adán = seres humanos, sin distinción de sexo). Por último, cabe destacar algunas combinaciones de estos términos que acaban significando algo distinto, como mei esh (literalmente, agua de fuego = alcohol) o ruaj eretz (el espíritu de la tierra, que bien podría ser una expresión ecológica pero que suele referirse a la cultura propia de un lugar.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad