LA PALABRA – Generalmente se traduce Yom Kipur como “día del perdón”, pero es un concepto incorrecto que habría que sustituir por el de “expiación”, que es la eliminación de la culpa o pecado. Mucho antes de eso, el paso esencial es reconocer estos cargos espirituales. Para ello, en las tradiciones de diferentes comunidades judías, se llevan a cabo ceremonias en las que se reza y suplica abundantemente. Los judíos del este de Europa (ashkenazíes) se concentran en dicha labor desde el sábado anterior a Rosh Hashaná (el inicio de año, que precede a Yom Kipur en 10 días, apodados “terribles”, por el peso del trabajo interior a realizar), mientras que las comunidades de rito sefardí anticipan e incrementan la deuda de oración y súplicas a todo el mes anterior a Rosh Hashaná, llamado Elul. Durante el mismo, los varones adultos madrugan para acudir antes del alba a la sinagoga y entonar allí las llamadas “selijot”, literalmente, perdones (mejor, pedidos de perdón a Dios). Por lo tanto, más que un Día del Perdón, una gran parte de los judíos (los sefardíes de origen español y los que siguen el rito, pero son originarios de países árabes), cumplen con un “Mes del Perdón”.
El mencionado “kipur” definitivo que queda sellado en el Libro de la Vida proviene en hebreo del verbo que significa borrar o cubrir y debe entenderse como una absolución de cualquier pena por medio de un animal sacrificado, eliminando los obstáculos espirituales para obtener el favor divino. Entre los antiguos israelitas, dicha expiación se lograba despeñando un chivo (o macho cabrío) desde el monte Azazel, que desde entonces se ha utilizado como seudónimo del diablo o ángel caído. En siglos más cercanos algunos grupos judíos incorporaron la tradición del “tashlij” en la primera tarde de Rosh Hashaná, por la cual se acude a un curso de agua con peces y se sacude la punta de la ropa para simbolizar que quien lo hace echa sus pecados al mar. También subsiste el rito de las “kaparot”, de la misma raíz hebrea que kipur, de Yom Kipur, en cuya víspera algunas comunidades judías sacrifican un pollo en señal de expiación, pese al número creciente de opositores a este ritual, que consiste en hacer girar tres veces por encima de la cabeza de un fiel a un ave de corral blanca, a la vez que se recitan oraciones religiosas para que sus pecados se transfieran al animal.
A diferencia de la religión cristiana, el concepto del pecado en la tradición judía es entendido únicamente como el alejamiento del hombre de la voluntad de Dios. Por ello, los “pecados” cometidos contra los seres humanos deben resolverse directamente con cada uno de los afectados y no rezando, ni (tal como se acostumbra a hacer últimamente) pidiendo perdón de forma general “a quien haya causado daño o se haya sentido ofendido”, sino disculpándose con cada uno de los posibles afectados. Dado que suelen ser bastantes estos casos, no conviene dejar todo el trabajo para el último momento. Tenemos todo un Mes del Perdón para gestionarlo personalmente con nuestros semejantes.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad