En el Rio de la Plata

LOS PASOS DE SEFARAD EN EL NUEVO MUNDO, CON DAVID ROSENTHAL – En 1619 arribaron a la ciudad de Buenos Aires ocho barcos que traían criptojudíos de Lisboa, la capital lusa y de la vecina Lima – Ciudad de los Reyes -, capital del virreinato del Perú. También llegarían “portugueses” (como se le conocía a los “nuevos cristianos”) a la zona del Rio de la Plata en los años posteriores. Para ese mismo año, según el gobernador de la ciudad de Buenos Aires, Diego de Góngora, unos 200 portugueses (casi el 20% sobre el total) estaban establecidos en esta urbe. Sin embargo, la asimilación a la sociedad rioplatense y la clandestinidad del judaísmo de estas gentes, hacen que no sea tarea fácil seguir sus pasos. Aunque, de seguro su aporte en el ámbito económico, social, político y cultural está en los propios cimientos de estas sociedades que nacieron al borde del Rio de la Plata. Actividades como la platería (Argentina viene de “argentum”, es decir, plata.), la carpintería ribereña, así como la agricultura y ganadería, fueron actividades desempeñadas en una primera instancia por estos migrantes portugueses que huían de la inquisición instaurada en este Nuevo Mundo. También se desempeñaron como chacareros, estancieros y hasta propietarios de esclavos, sólo que su origen hebraico se fue difuminando con el paso de los años y con la asimilación, que era un proceso natural de supervivencia, adaptación y superación. Estos inmigrantes, que dejaron atrás el portugués y retomaron el castellano – ladino de sus ancestros, terminaron por integrarse a la sociedad bonaerense casándose con las hijas de los primeros habitantes de la ciudad de Buenos Aires (que llegaron junto con Pedro de Mendoza y Juan de Garay), mezclándose con lo más granado de la sociedad y formando a la postre, una nueva.

Apellidos porteños “portugueses” de la nación hebrea, mezclados con aragoneses, navarros y vascos como Arana, Argañaraz, García, Zabala, Irala, Torres, Pereda, Insiarte, Gaete, Garrigós, Ezcurra, Beláustegui, Otolora, Pereyra, Ramos, Sáenz Valiente, Acevedo, Cueto, Piñeiro, Vidal, Fragueiro, Pinto, Pacheco, Rocha, etc., permiten entrever la otrora presencia criptojudía. Es el caso de Francisco Maldonado da Silva, nacido en San Miguel de Tucumán, y galeno de profesión; el ejemplo claro de lo que pasaba si un judeoconverso era acusado de judaizante, por medio de “auto de fe”. A pesar de estar a millas de Lisboa o de Madrid, en Lima, por ejemplo, la Inquisición funcionaba con furor. Francisco Maldonado da Silva (en la imagen), acusado de hereje y de judaizante fue detenido, acusado, condenado y sentenciado a la hoguera de aquella ciudad peruana.

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