MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – Luego de los terribles acontecimientos que tuvieron lugar a partir de 1391, empeoraron mucho las condiciones de vida de los judíos. Sus privilegios se vieron recortados de un modo desconocido hasta esa época: debían residir en barrios de puertas cerradas, vestir ropas modestas donde un signo denunciaba al judío que había debajo de ellas, debieron abandonar sus prácticas financieras o de préstamo de dinero, etc. Su existencia se vio limitada en todos los aspectos posibles.
Gran número de judíos abandonó las ciudades importantes retirándose al campo o a las aldeas más pequeñas y menos visibles. Una gran población conversa ocupó los lugares donde antes había judíos. Muchos de ellos residirán en proximidad a la vieja comunidad., familias enteras han quedado rotas o fracturadas, ya sea por las muertes o las conversiones. Al judaísmo le tocó vivir una instancia dura y amarga. Le había tocado pagar por la conflictiva social que existía dentro de las sociedades castellanas y aragonesas, y por el viejo odio a los judíos, muy fuerte en los sectores más bajos y pobres de la jerarquía católica.
No obstante, gracias a su dirigencia y a las intenciones reales, aún en condiciones de inferioridad respecto al pasado, la judería castellana logró alcanzar cierta recuperación. El problema será por cierto más grave con la presencia de esos cristianos nuevos, judíos viejos que en algunos casos alcanzaron mejorar su condición económica social y económica. Tampoco era un número tan escaso el hecho de que hubiera 250.000 a 300.000 conversos que se ocupaban de tareas urbanas y disfrutaban de la nueva condición obtenida, donde ya no padecían el riesgo y la limitación de su judeidad. Con el paso del tiempo los conversos aprenderán que su nueva condición no les permitirá recibir la aceptación plena a la que tenían derecho. La envidia y el rencor de los llamados cristianos viejos van a envenenar su existencia, a la que se unirá posteriormente la persecución llevada a cabo por la Inquisición. Convertidos por la fuerza, la iglesia no daba oportunidad de volver atrás a aquellos que no tuvieron la posibilidad de elegir de dar un paso de tan graves consecuencias, no se podía abandonar la identidad cristiana de ninguna manera. Para algunos la apostasía, el abandono de la fe ancestral que entre otras cosas estaba basada en la importancia del ámbito familiar, de la pertenencia al grupo, a la tribu en que había transcurrido su existencia. Un drama había dado paso a otro drama, el de los conversos, de los criptojudíos. Tan graves fueron las consecuencias de estos hechos, que esta historia continúa aún hoy.