MILÍM: LA HISTORIA DE LAS DIÁSPORAS, CON ALICIA BENMERGUI – El drama judío en la península ibérica está llegando a su capítulo final a mediados del siglo XV. Los conversos, gran parte de ellos forzados a convertirse a la nueva religión, se han constituido en el gran problema de la sociedad hispánica. Los conflictos que se van a manifestar con su existencia pondrán de manifiesto el carácter del antijudaísmo y antisemitismo que serán uno de los rasgos dominantes de la sociedad española de ese tiempo y de siglos posteriores. Los judíos, que se han convertido sinceramente, como cristianos nuevos serán tan sospechosos en esa sociedad como lo han hecho para escapar de las persecuciones. La Inquisición que será una institución creada, entre otras cosas, para vigilar con mucho celo la conducta de esos nuevos católicos, también impondrá su sombra siniestra sobre la conducta de todos los individuos, no solo los naturalmente sospechosos.
En Toledo y Andalucía estalló una lucha abierta entre los conversos y la iglesia. La nobleza castellana era levantisca y belicosa, una de las razones del matrimonio entre Isabel de Castilla y de Fernando de Aragón era la pacificación de ambos reinos y el sometimiento de la nobleza a la autoridad monárquica, así como expulsar definitivamente a los musulmanes del reino nazarí de Granada, lograr la unidad y homogeneidad religiosa, y emprender la aventura de la conquista oceánica que estaban llevando a cabo los portugueses con gran éxito. Por otra parte la gran preocupación de los reyes era combatir exitosamente la posibilidad de la extensión de herejías que ya existían en Europa. El papa Calixto II era de origen peninsular y luego el papa Borgia también lo era.
Como se ve, los judíos se hallaban en el medio de una serie de conflictos que terminará con ellos de la forma más trágica. Pero el problema converso no se solucionaría fácilmente y la historia continúa.