Envidia de aguja
LA PALABRA – Nos ha tocado vivir un tiempo que ha pulverizado muchas certezas cotidianas acerca del trabajo, el ocio, las reuniones sociales y otras muchas “vacas sagradas” conceptuales que se fueron construyendo durante décadas. ¿Qué les pasa a los informativos que no paran de poner a Israel como ejemplo de organización y eficiencia? No digo que no se lo merezca, todo lo contrario. Pero más parece una utopía que una realidad. Eso sí: da igual cuántas veces se explique que ese país ha delegado por los Acuerdos de Oslo las políticas sanitarias de los palestinos en la Autoridad que los dirige y que éstas han preferido seguir así durante toda la pandemia, se vuelve a repetir que el estado de los judíos no vacuna a los palestinos que no son ciudadanos (como el 20% de la población israelí que sí lo son) ni están dentro de sus fronteras (por ejemplo, presos por terrorismo). ¿Vacuna acaso algún país a los ciudadanos de otro que no sean residentes?
Mientras en Israel se acercan a la proporción áurea que establece la llamada inmunidad del rebaño, nosotros, pobres corderos europeos, tendremos que apartarnos aún de nuestros congéneres por mucho tiempo, al ritmo en que se está vacunando. Mientras en Israel ya pueden inmunizarse chicos y chicas desde los 16 años de edad, aquí si un nonagenario no está en una residencia, todavía no le ha llegado la hora de que se lo proteja. Lo importante en estas latitudes es, sin duda, cómo sobrevivir políticamente a las impopulares medidas del confinamiento y las restricciones de movilidad y reunión. Lo que pase con la vida de la gente serán “efectos colaterales” de lo que perciben como trascendental: aferrarse a los deseos en lugar de a las realidades.
Tengo envidia de aguja. Resulta que los más denostados (además de Israel: el Reino Unido y Estados Unidos) y menos respetuosos con la idiosincrasia europea, son los que mejor lo están haciendo (y no cabe atribuir el mérito al nuevo talante de Biden, ya que los jefes de los otros estados mencionados son nada menos que Netanyahu y Johnson). En el otro extremo del espectro de la gestión de la pandemia encontramos tanto a los cuasi negacionistas de derecha (Bolsonaro en Brasil) como de izquierdas (López Obrador en México). Entre los países que mejores números cosechan y que hemos mencionado, destaca también un fenómeno que hermana a Nueva York y Londres con Bnei Brak: los sectores ultraortodoxos judíos que no sólo no respetan las directrices de las autoridades sanitarias, sino que (en el caso israelí) se enfrentan a la policía con una violencia inusitada, convirtiéndoles más en una manada salvaje que en un manso rebaño, violando la más sagrada de las leyes: la de proteger la vida (pikúaj néfesh), la propia y la del prójimo, por encima de cualquier otra consideración o mandamiento.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad