KABALÁ: LA DIMENSIÓN INTERIOR, CON ISAAC CHOCRON – Cada uno de los casos que hemos presentado y que presentaremos en el ciclo quién se reencarnó en quién tiene una particularidad, ya que de cada uno aprendemos algo distinto, sea cómo se paga por un problema monetario o amoroso, una muerte o un asesinato, etc.
Pero el caso del rey David es distinto y especial, ya que representa a un ser que tuvo fallos y no esperó hasta la reencarnación para repararlos, sino que luchó en vida para hacerlo, con tal de no regresar. El rey David es el modelo de reparación en vida, para limpiar los errores con teshuvá, arrepentimiento y grandes sufrimientos.
A pesar de los sufrimientos que cayeron sobre la casa real de David y la amargura personal, éste por lo menos logró limpiar su alma, como explica el libro Yaguel Yaacov, en nombre de rabí Moshé Alshej, que a eso se refirió el rey David cuando dijo en Tehilim (Salmos): Lev tahor…, “Dame Dios, un corazón puro y un espíritu perfecto renueva en mí”, es decir, “Por favor, Dios, no quiero reencarnarme para reparar, sino en vida ayúdame a purificar y a perfeccionar mi alma”.
De esta forma el rey David se convierte en un modelo para cada judío, para enseñarnos que no es necesario reencarnarse para reparar, sino que con dedicación podemos lograr en esta vida purificar nuestra alma.