“Esperando al Mesías” (2000), de Daniel Burman (Argentina – España –Italia)

FILMOTECA, CON DANIELA ROSENFELD – Guion: Daniel Burman y Emiliano Torres. Reparto: Daniel Hendler (Ariel Goldstein), Héctor Alterio (Simón), Stefania Sandrelli (Elisa), Imanol Arias, Enrique Piñeyro (Santamaría), Chiara Caselli (Laura), Melina Petriella (Estela), Gabriela Acher, Dolores Fonzi (Ani). Premios: Festival de Cine de Valladolid, Premio de la Crítica. Festival de la Habana Cuba, Premio Gran Coral. Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, Mención Especial: Enrique Piñeyro. Festival de Cine de Biarritz, Francia, Premio del Público

Alguien oprime una tecla equivocada en Hong Kong y un banco quiebra en Buenos Aires. En un mundo drásticamente globalizado un crack financiero en el Lejano Oriente repercute en forma instantánea en el resto de países.
Algunos pierden sus ahorros y otros sus empleos. Las historias de unos y otros se cruzan, siguiendo extraños designios. El film narra la historia de Ariel, un joven judío que a pesar de estar orgulloso de su origen, está en crisis con su identidad, y de Santamaría, un eterno banquero cuya dignidad peligra al perder su trabajo, su casa y su matrimonio. Ariel sale a buscar el mundo y Santamaría a recuperarlo. Junto a una nutrida galería de personajes secundarios, Ariel y Santamaría se cruzarán en el camino y sus vidas cambiarán para siempre.
Esperando al Mesías es una fábula urbana sobre las relaciones de las personas que viven en pequeños universos contenidos una gran ciudad; una película divertida y valiente, centrada en dos historias paralelas de la menguante clase media porteña en tiempos del fin del menemismo (la de un empleado bancario que pierde trabajo, esposa y casa para convertirse en un buscavidas; y la de un joven judío que pierde a su madre, su seguridad económica y su fe y decide salir a ver lo que pasa fuera de su “burbuja” familiar).
La película se centra en esta mezcla, en la relación entre dos sistemas de creencias vulnerados por un orden nuevo, y comienza retratando el deterioro visible de dos barrios de negocios de Buenos Aires: el Once y el Microcentro. Allí desfilan brevemente esos temas grandes: la economía globalizada, el dinero, los pilotes plantados frente a las instituciones judías tras los atentados, las nuevas maneras de ganarse la vida.
Pero el filme se desplaza luego hacia cotidianeidad de ambos personajes, poniendo especial acento en la de la comunidad judía. Las descripciones son minuciosas y tiernas, y a través de ellas Burman no parece cuestionar ese orden: termina afirmando que a veces es bueno volver a casa y que es posible encontrar calidez en la más rigurosa rutina.
Burman utiliza la variedad de personajes para reafirmar con humor y compasión los símbolos que transmite la historia: un padre judío encarnado por Alterio, un empleado del local de comida de la familia Goldstein que podría ser de cualquier provincia Argentina como de Perú, una madre muerta, una pareja lesbiana, un bebé encontrado en la basura en vísperas de Navidad o un español que recita verdades.
La identidad es un tema permanente en Esperando al Mesías. Ariel no reniega del judaísmo, pero no quiere ser prisionero de sus raíces. Santamaría, que se dedica como dice alguien “a devolver identidades”, se vio de pronto privado de la suya y con la necesidad de construirse una nueva. Pese a su aparente seguridad, Laura (Chiara Caselli), una chica que Ariel conoce en el trabajo, no sabe tampoco demasiado bien quién es ni qué quiere. Y Elsa (Stefania Sandrelli), que se convierte en la compañera de Santamaría, también está por perder su empleo.
Esta orfandad de rumbos funciona muy bien en el caso de Ariel, por la naturalidad con que Daniel Hendler interpreta su personaje y por la autenticidad del guión. Los diálogos y monólogos interiores son como un pequeño diccionario de idish por entregas.
Modesta, porque en ningún momento pretende ser más de lo que es. Burman no pretendió en ningún momento realizar una obra maestra ni un film concluyente, sino dejar que sus héroes cotidianos discurran por la vida buscando a su manera la felicidad. También desprende un importante sentido religioso, que va mucho más allá de la comunidad judía, sus símbolos y celebraciones, que Burman aprovecha para retratar con gran sensibilidad.

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