EL CELULOIDE ELEGIDO – Vivían entre nosotros. En la Seniá. Los nazis de la Legión Cóndor bombardeaban por la mañana y el resto del día disfrutaban de una especie de vacaciones de ensueño. Pero para los habitantes de cuatro pequeños pueblos de Castellón –Benassal, Ares, Albocàsser y Vilar de Canes- sus experimentos con el que luego sería uno de los bombarderos más temibles de la II Guerra Mundial se convirtieron en una dolorosa pesadilla.
Rafa Moles co-director de Experimento Stuka de SUICAfilms nos cuenta cómo han reflejado en su documental este episodio no resuelto hasta ahora de nuestra historia, acudiendo a archivos alemanes y entrevistando a los sobrevivientes (en aquel momento niños, en su mayoría) de estos ataques aéreos que aún viven en un intento por salvar sus testimonios -“su tragedia con un punto de inocencia: “creíamos que las bombas eran sacos de trigo que nos enviaban para ayudarnos”, o “señores vestidos de negro”- y sobre todo para “conocer la verdad y cerrar así muchas heridas”.
En plena Guerra Civil, y con el frente aún lejos, los habitantes de cuatro diminutos pueblos de Castellón ven aparecer tres aviones en el horizonte. Algunos niños salen a saludar, los adultos los miran con inocencia y curiosidad. Pero los aviones maniobran, caen en picado y bombardean casas e iglesias. Matan a 38 vecinos. Nunca se supo quién fue el responsable. Hasta ahora.
Casi 80 años después descubrimos una carpeta en el archivo militar de Friburgo, Alemania, con 66 fotografías aéreas. Los alemanes se tomaron muchas molestias en documentar aquel bombardeo del que no informaron a nadie. Las fotos son la clave del misterio. Los habitantes de Benassal, Ares, Albocàsser y Vilar de Canes sabrán por fin que fueron víctimas de un experimento nazi.
Los pilotos pertenecían a la Legión Cóndor, enviada por Hitler para ayudar a Franco. Fijaron su base en la Sènia. Bombardeaban por la mañana y pasaban la tarde bebiendo cerveza en la playa de Peñíscola. Era mayo del 38 y acababan de recibir los tres primeros modelos del Junkers 87A, conocido como ‘Stuka’. Los prototipos entraron en España en secreto y debían calibrar si aguantarían una nueva bomba de 500 kilos, el doble de las lanzadas hasta entonces. El mortífero éxito del experimento fue determinante en la decisión alemana de construir en masa el Stuka para arrasar con él Europa en la todavía insospechada II Guerra Mundial.