LA PALABRA – La ola de atentados que asola Israel desde octubre de 2015 aún busca entre los expertos una definición y una explicación reales. Sin embargo, muchas voces de la opinión pública han adoptado la versión falsa e interesada de la dirección palestina de Ramala, que insiste en que dicha violencia es fruto de la “frustración” por no alcanzar los objetivos de liberación nacional.
El diccionario recoge tres definiciones de este término. El primero habla del efecto que produce privar a alguien de lo que esperaba y, en este caso, deberíamos aclarar si las esperanzas son las de establecer un estado palestino al lado de uno judío (como también espera la mayoría de la sociedad israelí) o la desaparición de uno (Israel) y su reemplazo por otro. La segunda y tercera definiciones son sorprendentes en este contexto, ya que definen “frustrar” como malograr y dejar sin efecto un intento o propósito contra la intención de quien procura realizarlo. Está claro que alguien se puede sentir frustrado si se malogra, por ejemplo, su plan terrorista de matar indiscriminadamente a civiles e inocentes. Viva ese tipo de frustración.
En cuanto a la primera definición, para frustrados nosotros, que día tras día recorremos como Sísifo el mismo camino de desilusiones ante quienes proclaman sed de justicia y equidad. Frustrados de ver lo poco que hemos avanzado en siglos de discriminación y señalamiento al judío como la causa de todos los males. Frustrados de asistir a las maniobras informativas para adaptar la realidad a discursos ideológicos preconcebidos. Frustrados de las amistades imposibles entre sectores irreconciliables cuando se trata de atacar a Israel. Frustrados de los dobles raseros, que es como se denomina la forma distinta de juzgar a unos y otros. Frustración que no nos lleva a salir a las calles a atropellar o acuchillar a los viandantes, sino a perseverar en la defensa de nuestra integridad física y moral. Frustración que no nos lleva a envenenar la mente de nuestros niños para que aprendan a matar antes que a vivir, sino a educarlos en la tolerancia y la comprensión, pero también a mirarse cada día en el espejo para verse crecer por fuera y por dentro.
Frustrados, en definitiva, de que la verdad y la evidencia se conviertan por arte de lo políticamente correcto en meras suposiciones. Alguien que ataca en París una comisaría cuchillo en mano al grito de Alahu Akbar es sólo “supuestamente” un terrorista. Alguien que aparece en un vídeo disparando contra un bar en Tel-Aviv realiza un “supuesto” ataque. Otro al que se ve atropellando gente en una parada de autobús y baja después a rematarlos con un hacha, sólo “suponemos” que quiere acabar con su vida. Qué más da sacrificar lo que nuestros ojos ven y nuestros oídos oyen, mientras no frustremos sus sensibles almas.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad