Haazinu, con el rabino Yerahmiel Barylka
PARASHÁ – Capítulo 32
32.1. Escuchad, cielos, y hablaré; y oiga la tierra las palabras de mi boca.
32. 2. Goteará como la lluvia mi doctrina; destilará como el rocío mi palabra, como la llovizna sobre la grama, y como las gotas sobre la hierba.
32.3. Porque el nombre de Dios proclamaré. Engrandeced a nuestro Dios.
32.4. Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son justos; Es un Dios de verdad y no hay maldad en él. Es justo y recto.
32.5. La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha, generación torcida y perversa.
32.6. ¿Así pagáis a Dios, pueblo necio e ignorante? ¿No es él tu padre que te creó? Él te hizo y te estableció.
32.7. Acuérdate de los tiempos antiguos; considera los años de muchas generaciones; pregunta a tu padre, y él te lo declarará; a tus ancianos, y ellos te lo dirán.
32.8. Cuando el Altísimo hizo heredar a las naciones, cuando hizo dividir a los hijos de Adán, estableció los límites de los pueblos según el número de los hijos de Israel.
32.9. Porque la porción de Dios es su pueblo; Jacob, la parte de su heredad.
32.10. Lo halló en tierra de desierto, y en yermo horrible y rugiente; lo protegió, lo cuidó, y lo guardó como a la niña de sus ojos.
32.11. Como el águila despierta su nidada, revolotea sobre sus polluelos, extiende sus alas, los toma, y los lleva sobre sus plumas.
32.12. Dios solo le guió, y no hubo con él dios extraño.
32.13. Lo hizo cabalgar sobre las alturas de la tierra, y comió los frutos del campo; e hizo que sorbiese miel de la peña y aceite del duro pedernal;
32.14 . mantequilla de vacas y leche de ovejas, con grosura de corderos y carneros de Basán; también machos cabríos, con lo mejor del trigo, y de la sangre de la uva bebiste vino puro.
32.15. Pero engordó Jesurún, y dio coces (engordaste, te hiciste grueso y te cubriste de gordura); entonces dejó al Dios que lo hizo y menospreció a la Roca de su salvación.
32.16. Le provocaron a celos con dioses ajenos, y le provocaron a ira con abominaciones.
32.17. Ofrecieron sacrificios a demonios, y no a Dios; a dioses que no habían conocido, a nuevos dioses que hacía poco habían surgido, que no habían temido vuestros padres.
32.18. De la Roca que te creó te olvidaste; te has olvidado de Dios, tu creador.
32.19. Y lo vio Dios, y los desdeñó por la provocación de sus hijos y de sus hijas.
32.20. Y dijo: Esconderé de ellos mi rostro; veré cuál será su fin, porque son una generación perversa, hijos sin fe.
32.21. Ellos me provocaron a celos con lo que no es Dios; me provocaron a ira con sus vanidades; yo también los provocaré a celos con los que no son un pueblo, con nación insensata los provocaré a ira.
32.22. Porque se ha encendido el fuego de mi furor, y arderá hasta las profundidades del Seol; y devorará la tierra y sus frutos, y abrasará los fundamentos de los montes.
32.23. Yo amontonaré males sobre ellos; emplearé en ellos mis saetas.
32.24. Consumidos serán de hambre, y devorados de fiebre ardiente y de amarga pestilencia; diente de bestias enviaré también sobre ellos, con veneno de serpientes de la tierra.
32.25. Afuera desolará la espada, y dentro de las casas el terror; tanto al joven como a la doncella, al niño de pecho como al hombre cano.
32.26. Dije que los esparciría, que haría cesar de entre los hombres el recuerdo de ellos,
32.27. si no hubiera temido la provocación del enemigo, y que entendiesen mal sus adversarios, y que dijesen: Nuestra mano alta ha hecho todo esto y no Dios.
32.28. Porque son nación que carece de consejo, y no hay en ellos entendimiento.
32.29. ¡Ojalá fueran sabios, que comprendieran esto, que entendieran su final!
32.30. ¿Cómo podría perseguir uno a mil, y dos hacer huir a diez mil, si su Roca no los hubiese vendido, y Dios no los hubiera entregado?
32.31. Porque la roca de ellos no es como nuestra Roca, y aun nuestros enemigos son de ello jueces.
32.32. Porque de la vid de Sodoma es la vid de ellos, y de los campos de Gomorra; las uvas de ellos son uvas ponzoñosas, racimos muy amargos tienen.
32.33. Veneno de serpientes es su vino, y ponzoña cruel de áspides.
32.34. ¿No tengo yo esto guardado conmigo, sellado en mis tesoros?
32.35. Mía es la venganza y la retribución, a su tiempo su pie resbalará, porque el día de su aflicción está cercano, y lo que les está preparado se apresura.
32.36. Porque Dios juzgará a su pueblo y por amor de sus siervos tendrá compasión, cuando vea que la fuerza de ellos se agota y que no queda nadie, ni esclavo ni libre.
32.37. Y él dirá: ¿Dónde están sus dioses, la roca en que se refugiaban;
32.38. los que comían la grasa de sus sacrificios y bebían el vino de sus libaciones? ¡Que se levanten y os ayuden! Sean para vosotros refugio.
32.39. Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo; yo hago morir y yo hago vivir; yo hiero y yo sano, y no hay quien pueda librar de mi mano.
32.40. Porque yo alzaré a los cielos mi mano y diré: Vivo yo para siempre.
32.41. Si afilo mi reluciente espada, y mi mano empuña el juicio, yo tomaré venganza de mis enemigos, y daré el pago a los que me aborrecen.
32.42. Embriagaré de sangre mis saetas, y mi espada devorará carne: la sangre de los muertos y de los cautivos, las cabezas de los jefes del enemigo.
32.43. Alabad, naciones, a su pueblo, porque él vengará la sangre de sus siervos, y tomará venganza de sus enemigos, y hará expiación por su tierra y por su pueblo.
32.44. Y vino Moisés y recitó todas las palabras de este cántico a oídos del pueblo, él y Josué hijo de Nun.
32.45. Y acabó Moisés de recitar todas estas palabras a todo Israel,
32.46. y les dijo: Aplicad vuestro corazón a todas las palabras con las que yo os amonesto hoy, para que las encomendéis a vuestros hijos, para que cuiden de poner por obra todas las palabras de esta ley.
32.47. Porque no os son cosa vana, pues son vuestra vida; y por ellas prolongaréis vuestros días sobre la tierra que vais a poseer cuando paséis el Jordán.
32.48. Y habló Dios a Moisés aquel mismo día, diciendo:
32.49. Sube a estos montes de Abarim, al monte Nebo, que está en la tierra de Moab, que está frente a Jericó, y mira la tierra de Canaán, que yo doy por heredad a los hijos de Israel.
32.50. Y morirás en el monte al cual subes y serás reunido con tu pueblo, así como murió Aarón, tu hermano, en el monte Hor y fue reunido con su pueblo;
32.51. por cuanto fuisteis infieles contra mí en medio de los hijos de Israel en las aguas de Meriba, en Cades, en el desierto de Zin, porque no me santificasteis en medio de los hijos de Israel.
32.52. Verás, por tanto, delante de ti la tierra, mas no entrarás allá, a la tierra que doy a los hijos de Israel.
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